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El Universo Maya

  • Las Madres Son……..

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    Surgir de flores en primavera, primeros tibios rayos de sol.

    Tiernas palabras, discretas, a veces en un hilo de voz.

    Caricia del espìritu, alimentando nuestro corazòn,

    etereamente bellas, recuerdo, huella color.

    Luceros, hilos plateados, bordando el  amanecer

    de caro canto divino, envuelto en rama y calor

    sobre hojas de bosque, suavidad de rocìo

    dando, esperando, esperando, para vernos…. crecer……..

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  • Pueblo

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    Se viò en la madrugada el espìritu del pueblo

    su sombra,  silueta, nostalgia escondida,

    a la rivera del rìo, donde se une al lago el azul del cielo

    donde la comunidad brilla, como agua cristalina;

    unida a la flor y al rocìo vespertino

    con su frescura de èbano a la sombra de  ceiba

    con sonidos de bosque, de hojas y chasquido de gente,

    Vestido de blanco……………………camina…………….

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  • Yo

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    Florecilla silvestre corriendo en ensueño;

    de voces de semillas y lluvias de mayo.

    Siguiendo el rastro…… sin miedo de historias

    manchadas de dudas y triste desprecio.

    Orìgen, color  y cultura

    aire perfumado, anhelo de vida

    viviendo y muriendo en el manto del campo.

    Remanso de voces de pàjaros,  de nuestros ancestros

    lejano  el ocaso, acercando el momento………….

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  • Ser Mujer y ser Maya

    vICTORIA TUBIN

     

    Autor Invitado: Victoria Tubin

     

    Mi habitación propia

    Ser Mujer y ser Maya

    “… nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos…”, escribió Virginia Woolf, en 1929, en “Una habitación propia”, el ensayo en el que plantea la necesidad de que las mujeres tengan un espacio propio para crear, para hacer que se escuche su voz. En esta serie, Plaza Pública reanuda la pregunta: ¿Cómo construyen su habitación propia las mujeres guatemaltecas? Aquí responde la socióloga Victoria Tubin.

    Ensayo

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    Soy mujer y simbolizo a los “otros” en Guatemala, es decir, los que no son blancos, ladinos/mestizos, escolarizados y de clase media, somos la “otredad”. Es aún mayor y marcada la opresión cuando somos mujeres indígenas, porque se suma el patriarcado. Pero, seguimos resistiendo, aportando para transformar y construir un mundo mejor. No es ni ha sido fácil, expresar, vivir, sentir y manifestar la propia identidad…

    Mi papá, Sebastián Tubin Poyón, fue víctima de desaparición forzada, el 13 de septiembre de 1981. Han pasado 33 años y no hemos sabido qué fue de él. Sólo nos queda el testimonio de algunos testigos que vieron cómo fue forzado, torturado y que ya inconsciente lo subieron arrastrado al antiguo destacamento militar de San Juan Comalapa, donde hasta ahora tampoco ha aparecido su cuerpo.

    Mi niñez se truncó y no tuve oportunidad de estudiar como muchas niñas de mi generación. Ha sido un largo duelo alterado porque no pudimos despedir a mi papá. Al dolor se suma la indignación, la impotencia y el no entender por qué nos tocó vivir así. Desde niña me convertí en adulta, porque todos los días tenía que aportar para que tuviéramos donde dormir y que comer. La desaparición de mi padre fue un cambio brutal, porque antes de esta trágica experiencia, si bien es cierto, mi vida no era perfecta, mi familia estaba integrada.

    Teníamos una casa grande, mi papá tenía sus tierras para sembrar; mi mamá, sus gallinas criollas, su arte ancestral de tejedora y escribana desde los hilos, colores y formas donde producía historia y conexión con el Universo. Los pocos recuerdos que tengo de mi casa, es que era linda, había un área solo para las mazorcas de maíz de cuatro colores, teníamos donde jugar con mis hermanos. Me acuerdo que no teníamos preocupaciones, pero todo cambió drásticamente, los secuestros, asesinatos y masacres se volvieron cotidianos en el municipio. Estudiaba en la escuela de niñas Mariano Rossell y Arellano. En ese entonces, muchas veces veía el acarreo de muertos en vehículos, los extendían en el parque central. En silencio, la gente caminaba y desde lejos intentaba ver quiénes eran los muertos; no se acercaban, mi mamá me había dicho que nunca me acercara porque esto podría ser suficiente para que nos maten porque nos vincularían con ellos. No entendía el mensaje, tampoco imaginé que era para causar miedo, paralización y el mensaje claro de que podía pasarnos lo mismo si alguien se oponía a algo.

    Era el mensaje del silencio, del miedo, del terror y que mejor si ya nadie platicaba. Me di cuenta que mi papá sufría de insomnio, no podía dormir, mi mamá también. Luego las amenazas directas hacia mi papá, la represión e incertidumbre obligó al desplazamiento y a perder todo lo que teníamos; no tengo el espacio para hacer un listado de lo que perdimos, salimos de allí casi sin nada, sin futuro. Meses después fue secuestrado.

    Nos dejó en el municipio de Villa Nueva. Mi madre, valiente mujer que sin conocer la ciudad capital, sus dinámicas de socialización y de trabajo pesado, marcada por la exclusión y abusos por parte de ladinos/mestizos, supo hacerle frente con cuatro niños a su cargo y sin el respaldo económico necesario para proveernos una vida digna. Tengo que decir que vivir en la ciudad capital no es fácil comparado con vivir en el lugar de origen, pero también he comprendido que si mi papá nos dejó allí fue para salvar nuestras vidas, de lo contrario no estaría yo para contar lo que nos ocurrió y que ahora sé que esta no  es sólo mi historia, sino de muchas personas de mi generación, con quienes compartimos nuestros sentimientos de dolor, de indignación y de impotencia ante la falta de justicia y verdad, de la negación de la memoria histórica.

    Daba coraje que no había forma de sobrevivir, habían muchos abusos por parte de compradores, rebajaban y querían los mejores productos, había violencia que lastimaba el autoestima.

    Me acuerdo que mi madre pidió ayuda a algunos familiares de mi padre en Villa Nueva. Nos dieron sólo un lugar para dormir — un corredor de una casa que estos familiares alquilaban —, y tampoco fue gratis. A veces no había que comer ni donde cocinar; mi madre lloraba y no sabía si era por tristeza o porque no tenía para darnos de comer. Era muy triste, muy duro; además de las agresiones raciales, había pocas familias mayas en el lugar. La gente nos miraba con desconfianza, con odio, desprecio y murmullos de burla; que por cierto lo siguen haciendo, parece que estuvieran viendo zombis, extraterrestres; o que con el solo hecho de tocarnos contagiáramos un virus incurable.

    Son varias reacciones desde el rechazo total de hablarnos, hasta el señalamiento de “india sucia, patas rajadas, indita tenía que ser…”, entre otras, en algunos casos hasta empujones dan. Al extremo que una vez, un vecino, llegó enfurecido a mi humilde vivienda que estaba construida con latas de chatarra y láminas viejas; le gritó a mi madre, la acusó de “bruja”. “Indios… regresen a su cueva, qué hacen aquí, esto no es lugar para ustedes”, ”por qué salieron de sus cuevas”, gritaba entre palabras obscenas e hirientes.  Con su machete afilado golpeaba la casa, buscando a mi madre quizás con la intención de matarla. Destruyó parte de lo que era nuestra casa. La vida es linda y justa que no permitió tal hecho. Tuvimos que poner una denuncia y gracias a un abogado se le puso un alto a la agresión de este vecino.

    Extremos de odio, de rechazo que no dependían del grado de escolaridad; mi madre no es profesional, pero sí sabe leer y escribir, en cambio hemos conocido mujeres ladinas/mestizas que no pueden reconocer una vocal, pero se sienten con poder de acusarla de prostituta, ladrona, y salvaje. Siempre decían que “al menos no soy india” y aunque algunas eran madres solteras la acusaban de prostituta por el solo hecho de verla sola con nosotros. Esto siempre me causó mucho dolor y sufrimiento, sobre todo porque las acusaciones no respondían a los hechos, sino a otras causas que pocas veces querían reconocer las personas ladinas/mestizas. No podíamos regresar a mi pueblo porque ya no teníamos nada; mi madre recibió muchas amenazas, ella tenía miedo que nos mataran a todos.

    Ahora, con mi preparación académica y mi análisis resultado de investigaciones, comprendo por qué es común escuchar que las mujeres mayas son calificadas de ignorantes más que los hombres mayas, “pasivas, calladas y no saben nada, no conocen su propio cuerpo”. Es reconocer que vivimos en una sociedad racista, al extremo que nos asumen como carentes de cualidades humanas, por lo tanto, representamos lo “salvaje”, lo “incivilizado”, “primitivo”, el “folclor”, la “cosa”. Prejuicios que no sólo son comunes en la calle, en los centros educativos y medios de comunicación, sino en los altos niveles académicos, “centros de pensamiento y culturales”, e instituciones públicas donde se reproduce con frecuencia el racismo, alimentado de estereotipos que denigran la condición humana de las mujeres mayas, garífunas y xinkas.

    ¿Por qué decimos que el racismo es una forma más de violencia? ¿Por qué se evidencia más hacia las mujeres? La denigración de las mujeres es parte del sistema patriarcal y racial, con prácticas particulares, que opera con impunidad, legitimidad y que ha sido normalizada, porque para la mayoría no indígena es normal, natural y necesaria la opresión racial. Los actos no son sólo las calificaciones, estereotipos y prejuicios raciales; son todas las formas de violencia que se ejercen, los discursos e imaginarios sociales que atentan contra la dignidad de mayas, garífunas y xinkas, les niega el derecho a ser parte de su territorio, cosmovisión y visión política. El Estado a través de sus instituciones promueve el racismo, condiciona las formas de vida, los espacios son racializados, estimula la superioridad y la inferioridad como una condición de las relaciones sociales y hasta se hace creer que las desigualdades son innatas y necesarias.

    Retomando mi experiencia de vida, una de las dificultades que tuve fue no poder estudiar mi primaria. Mi niñez fue sólo para trabajar y sobrevivir en penurias. Vendía frutas y elotes asados como medio de sobrevivencia, en una de las principales calles de Villa Nueva. Recuerdo que habían días que no había venta, mi madre no recuperaba el dinero invertido. Daba coraje que no había forma de sobrevivir, habían muchos abusos por parte de compradores, rebajaban y querían los mejores productos, había violencia que lastimaba el autoestima. Sin embargo, siempre tuve esperanzas de un nuevo día, soñé mucho con estudiar y que mi vida sería distinta, que lo más duro y difícil pronto acabaría, nunca vi imposible lograrlo.

    [ ]

    Fue hasta los 15 años cuando pude reiniciar mi primaria en una escuela nocturna de Villa Nueva, no era fácil porque salía a las 10 de la noche, me cansaba mucho; las practicas raciales no estaban fuera de esta realidad, muchos de mis compañeros y compañeras de estudio, pese a estar en el mismo nivel, además de la limitación de estudiar en la nocturna, no me hablaban, pasaban de largo, murmuraban. Escuché más de una vez que se burlaban de las mujeres que al iniciar el ciclo escolar llegaban con su indumentaria maya, a los pocos días presionadas por el racismo, renunciaban a su vestimenta. En este escenario, las agresiones eran más duras, el desprecio y rechazo lastimaban en lo más profundo.

    Pero esto me consolidó la resistencia de no renunciar a mi vestimenta, analizaba esa situación y me parecía tonto complacer a quienes insistían en que renunciara a mi vestimenta, pero al mismo tiempo crecía el rechazo, las burlas y desprecios. Me fortalecí en pensar que era mejor que no me hablaran las personas que más me desprecian a que me hablaran con hipocresía, al menos estaba clara que si me hablan saben que soy yo, que no necesito una máscara o un disfraz para ocultar mi ser. Así que me sentí sólida con mi identidad maya, aunque las pocas personas que me hablaban me estimulaban la idea que me vería mejor si me quitaba el huipil y el corte, que así se fijarían los jóvenes en mí. Me acuerdo que un muchacho se fijaba en mí, pero por el racismo nunca se atrevió a decirme nada; yo estaba clara, no quería ni pensaba en casarme porque lo que más buscaba era cambiar mi situación de pobreza, tener un futuro mejor, por eso ni me preocupó su reacción.

    Del cansancio de la nocturna, del acoso sexual de algunos maestros, decidí buscar otro lugar para estudiar. Supe del Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica (IGER), que es un sistema de aprendizaje a través de un programa radial, decidí inscribirme para terminar Sexto Primaria y luego mi secundaria. En este último tuve la oportunidad de participar como facilitadora de alfabetización y de Primaria a través del apoyo de un gran hombre, de buen corazón, el sacerdote belga Rafael Bauwens (+) quien creyó en mí, me impulsó con sus sabias experiencias a soñar y confirmaba mi creencia de que los pueblos mayas y mujeres tenemos dignidad y derechos. Me encantaba platicar con él, siempre motivaba mi lucha y fortalecía mi sueño de que las injusticias acabarían.

    Mi meta en ese entonces era sólo terminar mis básicos, pero luego imaginé verme como maestra de educación primaria, así que decidí desafiar ese sueño, porque miraba el futuro, imaginé que mi trabajo de facilitadora no sería para toda la vida, tendría que trabajar en otro lugar, creí entonces necesario estudiar magisterio. Fue así como ingresé al Instituto Normal Mixto Rafael Aqueche, al inscribirme me pusieron una observación en mi expediente, que por haber estudiado en un centro educativo no convencional, sería imposible lograr nivelarme con el resto de estudiantes; me condicionaron y advirtieron, me pidieron esforzarme por estudiar más que los demás para nivelarme porque según las autoridades del establecimiento mi capacidad no era igual al resto de estudiantes. A esto se sumaba la responsabilidad de trabajar medio día y fines de semana como facilitadora. Había adquirido deudas que se sumaban a los gastos cotidianos de la familia, mi tiempo se iba en estudiar y trabajar. Lo satisfactorio de esta etapa de mi vida es que en medio de todas las precariedades, fui abanderada y reconocida como mejor estudiante en los tres años de magisterio, lo cual me estimuló a continuar en la universidad.

    Por supuesto, no contaba con recursos económicos para pagar una universidad privada, como tampoco tenía mucha información de cómo funcionaban o que hubiese becas para estudiantes de escasos recursos, así que me inscribí en la Universidad de San Carlos de Guatemala, en la licenciatura de Sociología, algo nuevo y con muchos retos. Me soñaba con la toga, graduada; aunque muchas veces estuve a punto de renunciar a ese sueño. El cansancio me consumía. Llegué a trabajar en dos lugares para poder cubrir los gastos de mi familia y mis estudios, hubo veces que no tenía dinero para comprarme almuerzo y lo guardaba para mis fotocopias.

    Tengo que decir que vivir en la ciudad capital no es fácil comparado con vivir en el lugar de origen, pero también he comprendido que si mi papá nos dejó allí fue para salvar nuestras vidas.

    Pese a todo, no estaba dispuesta a dejarlo a medias, esto siempre me empujo a superar las adversidades. En este ámbito el racismo y el machismo eran evidentes, estudiantes que no me volteaban a ver, mucho menos me hablaban. Catedráticos que calificaban los trabajos entre la misoginia y el racismo. Con la mirada que me veían, ponían las notas, sin revisar los trabajos.

     

    Todo esto genera dolor, cansancio en el cuerpo y en el ser, porque es indignante estar todos los días expuestos a alguna agresión racial, en el bus, en la calle. Un día iba a la universidad, abordé el bus de Villa Nueva para la capital y una señora ya de avanzada edad me grita en medio de toda la gente: “Vos, india, ¿dónde dejaste el comal, por qué llevas esos libros, qué te pasa, por qué dejaste el comal”. No sabía cómo reaccionar porque no imaginé encontrarme con una situación así, le dije que me diera permiso, ella casi me levantaba la mano para pegarme. La gente en el bus sólo murmuraba, no hubo nadie que le dijera algo a la señora que me agredía, sentí que las miradas de los otros legitimaban las palabras de ella, me sentí extraña, violentada de manera colectiva. Mi día se vio afectado y no tenía ganas de seguir, quería llorar, sentía impotencia, fue algo que no olvidé por muchos años.

    Sacaba fuerzas y seguía mi camino en la universidad porque pensaba que al graduarme la situación podría cambiar —reconozco que exageré al pensar que estas experiencias de violencia terminaban si me graduaba en la Universidad —. Me gusta leer, empecé a generar análisis del racismo a partir de los aportes de Marta Casaus. Entender que sus manifestaciones son muchas, complejas, y empecé a profundizar más, esto me llevó a comprender que son otras formas de violencia las que dañan nuestra dignidad. El sistema lo ha normalizado y por eso la indiferencia es evidente cuando se reproducen y no hay indignación, incluso algunas personas dicen que nunca se dieron cuenta que se dio tal acción. Observé y experimenté que hacia las mujeres la situación era peor, se duplicaba y que las presiones eran muy grandes.

    Además de racismo, también somos víctimas del acoso sexual. Pasé más de una vez esta situación, y al negarme acceder a la presión de hombres, (compañeros de trabajo, y jefes, entre otros) recurrían al desprestigio, al maltrato. Me han señalado de chismosa, abusiva y violenta.  Esto también ocurrió cuando ya alcancé a ser profesional, mi imaginación de que todo iba a ser distinto quedó atrás cuando comprendí que el racismo es complejo, su dinámica de violencia se relaciona con el poder y los privilegios. Hay personas que pueden haber analizado el tema del racismo y del patriarcado, pero no quieren perder sus privilegios de poder. De allí el análisis del ladino/a solidaria que es más fácil decir que ya toleran al indígena, que le hablan y saludan, pero de allí a cambiar las grandes desigualdades hay un gran trecho.

    Para una plaza de trabajo se ponen más requisitos para un indígena que para otros, sin tomar en cuenta que hay pocas mujeres que acceden y logran terminar sus estudios universitarios. De esa forma, los espacios para ejercer docencia son cerrados, casi no hay, hasta ahora no hay una rectora o decana indígena en ninguna de las universidades. No es porque no haya capacidad, responde a los espacios cerrados.

    Como socióloga con una maestría tuve la oportunidad de trabajar en una universidad privada, con el entusiasmo de aportar, demostrar que los y las mayas tenemos capacidades y que era posible desarrollarme profesionalmente. Debo decir que aprendí mucho, conocí personas nobles que realmente tienen imaginarios sociales de humanidad, de respeto y justicia, pero también me encontré con personas que nos ven con gran desprecio y odio. Pude ver con constancia de sentirse indignados por el hecho de verme en un espacio de trabajo que según ellos, con mi presencia se denigra el suyo.

     

    [ ]

    Con personas con alto nivel de racismo, machismo y misoginia, fue imposible continuar. Particularmente una persona se encargó de desacreditarme con todas las autoridades, me acosó y denigró cuestionando mi preparación y capacidad profesional, situación que nunca hizo con otros profesionales mujeres y hombres; es de reconocer que estas personas tienen mucha capacidad para manejar la violencia psicológica y que hasta cierto punto disfrutan hacerlo. Uso todos los medios que tenía como hombre ladino, y el poder que la institución le ha concedido para violentarme. Fue duro, porque fue evidente el racismo y cómo el sistema patriarcal funciona para legitimar las injusticias. Manejar esta situación no fue nada fácil para mí, porque me di cuenta que todo respondía simple y sencillamente será que yo era maya, mujer y defendía mis derechos.

    Me llevó tiempo comprender y darme cuenta de que el racismo tiene muchas dimensiones, muchas connotaciones, siempre aparece. No es por falta de estudio, el uso de la vestimenta, el idioma, la cosmovisión, las formas de entender el mundo y otras particularidades; es por una relación de poder, de un sistema creado para normalizar y legitimar injusticias a partir de una historia y una estructura económica.

    Pero, me he fortalecido, he aprendido bastante. No quiero decir que los y las mayas debemos aguantar todos los caprichos de racistas y machistas. Pero no todas logramos reivindicarnos, no todas percibimos la realidad de la misma forma. Esto debe acabar, debe haber una sanción moral, legal, social y humanística. El racismo ha generado suicidios, tiene un costo alto en la niñez, en la juventud, en mujeres y todas las personas que luchan reivindicar su identidad a partir de reconocer su historia y sus orígenes.

    ¿Cómo me veo?

    Con lo que he vivido y las experiencias duras que he experimentado; me considero una persona positiva, con deseos de seguir soñando y que todas las personas merecemos vivir en un mundo sano, de respeto a la dignidad, igualdad, justicia social, con memoria histórica, donde a nadie se le puede permitir violentar los derechos de otros. Me he reivindicado a través de apoyar a otras mujeres que viven violencia en diferentes contextos, la vida me ha dado la oportunidad de hacer investigaciones sobre violencia hacia mujeres mayas,  en diplomados sobre la historia y la estructura colonial,  de conocer otras mujeres maravillosas que han mostrado su resistencia y la continuidad de la lucha para un mundo mejor para las nuevas generaciones, no seguir naturalizando la violencia racial y patriarcal.

    Inculco a mis hijos e hija el respeto que deben tener al todo, no sólo a las personas, sino a la naturaleza, al Universo, como me enseñaron mis abuelas y abuelos; el derecho que tienen a vivir con dignidad, a un mundo mejor sin violencia. Les profundizo las manifestaciones del racismo, machismo a partir de su propia experiencia porque ellos y ella no se han escapado de experiencias que igual les han afectado.

    Me ha motivado investigar, profundizar mi historia como mujer maya, cuestionar quiénes fueron mis o nuestras ancestras, porque la historia nos niega a reconocer y a conocer quiénes fueron ellas y ellos, nos anulan esa historia sobre nuestro origen, entre ellas Saq Q’uq’ la madre de Pakal II, quien supo cómo gobernar y acompañar a su hijo en una sociedad que ahora poco conocemos, pero que hay mucha ciencia en su aporte a la comprensión de los Calendarios Mayas; la abuela Kalomte K’ab’el, una mujer que participó en la estrategia política en su ciudad Petén, recientemente fue encontrada su osamenta. En las abuelas Francisca Xcapta y Felipa Soc, quienes desafiaron el poder español en el siglo XIX, fueron asesinadas, pero quedó su historia de ser cuestionadoras del sistema. Las mujeres mayas ancestras muchas en el anonimato, sobresalieron en la pintura, epigrafía, política, artesanías, fueron estrategas y etnomédicas. Motiva a seguir luchando para que este mundo cambie, que se dignifique a las personas cuando están vivas y no cuando ya están muertas. La lógica histórica es que se glorifica a la “gran civilización maya” del pasado, pero a los actuales se les violenta sus derechos elementales, su ciudadanía y su dignidad.

     

     

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  • POHXUHEW

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida

     

    Amaneció. El sol alumbraba sutilmente.

    Es 14 de septiembre, un día especial, muy especial.

     

    -Bienvenidos, que bueno que madrugaron-, dijo don Santiago Huitz-taj.

    -Gracias-, respondieron tío Chema, Juan de Dios, John, Juan Huista y Pedro Ixim.

     

    Don Santiago Huitz-taj, anciano de 115 años de edad, continuó saludando a todos los presentes.

     

    -Un día como hoy, nació en Quetzaltenango don Jacobo Árbenz Guzmán-, recordó tío Chema.

    Y agregó: El soldado del pueblo fue electo presidente de la república, para el período 1951-1957, en noviembre de 1950, obteniendo el 68.64% del total de los votos emitidos. Quiso construir una mejor Guatemala, pero los judas, los vendepatrias no lo permitieron, y hasta lo humillaron y echaron del país. Y en nuestro pueblo también vemos a tantos judas, a tantos parásitos…

     

    Shushcatal,  Shushquej y Shushmac que ahora ejecutan ocarinas recién hechas, ofrecen una música alegre. De la garganta de cada ocarina brotan gorjeos, trinos, canturreos, murmullos y retazos de júbilo indescriptible.

     

    Shushquej o Jesús Gaspar recién ha cumplido 99 años de edad, y comenzó a ejecutar chirimía, ocarina, marimba de tecomates, tun, tzicolaj, tzu y guitarra a los  8 años.

     

    El rancho donde se celebra la Pohxuhew o fiesta de agradecimiento por los primeros cultivos está engalanado con hojas de pacaya y pino.

     

    En medio del rancho, una olla grande que contiene tamalitos de frijol.

    He ahí pues Shushcatal,  Shushquej y Shushmac  tocando la ocarina mientras esperan que los tamalitos de frijol entero se cuezan.

     

    Don Santiago Huitz-taj ha regresado a conversar con sus invitados especiales: Tío Chema, Juan Huista, Pedro Ixim, Juan de Dios y John.

    -De una a cinco de la mañana estuvo tocando la marimba de sones de don Francisco Méndez-, dice don Santiago.

    -Muy buena marimba-, reconoce tío Chema.

     

    Los demás rezan:

     

    Gracias Madre Tierra

    por darnos tu amor,

    gracias por los frutos

    que nos dan vida.

    Gracias al Creador.

     

    Gracias por la Madre Maíz,

    por el teosinte sagrado;

    por el sustancioso frijol

    y por todos aquellos frutos

    con que nos alimentas,

    Madre Tierra.

     

    Gracias, porque en tus surcos

    recogemos muy agradecidos

    el sagrado alimento

    para que nuestra raza

    se multiplique y eternice.

     

     

    De la garganta de cada ocarina seguían germinando  cantares, gorjeos, canturreos, susurros y cosmos de gozo inefable.

     

    “Ni Antonio Vivaldi pudo describir a través de su música la belleza de la primavera”, escribió  años después Juan de Dios en The  New York Times.

     

    -Ya están hirviendo-, dijo la más anciana de las mujeres.

     

    Y al unísono se escuchó la siguiente plegaria:

    Te damos gracias Creador

    y te rogamos humildemente

    que nunca nos desampares

    y que la Madre Tierra

    siempre nos prodigue

    el sagrado sustento.

     

     

    Al cocerse los tamalitos de frijol entero, Shushquej o Jesús Gaspar hizo estrellar su ocarina fresca contra la olla, y las ancianas comenzaron a sacar los tamalitos, llamados también como “tamalitos del ocho”. Repartieron los exquisitos tamalitos y los hombres más viejos se encargaron de distribuir pozol endulzado con panela en sendas jícaras.

     

    Don Santiago Huitz-taj fue a colocar con gran respeto el primer tamalito a un altar, juntamente con una jícara de pozol.

    Shushquej y Shushmac  también depositaron sus ocarinas en el altar oloroso a pom, a incienso, a ocote y a candela.

     

     

    Shushquej recogió su ocarina deshecha. La envolvió en doblador  y con respeto fue a  enterrarla al pie de un árbol de hormigo o palo de marimba, el cual, al instante, se llenó de pájaros que, con sus múltiples gorjeos, también celebraron con los habitantes del lugar.

     

    -Es impresionante-, manifestó John, el estadounidense que, años después, escribiría sobre todo lo que aconteció durante su estancia en Santa Ana Huista.

     

    Un anciano llamado Domitilo ofreció aguardiente.

    Y muchos bebieron.

    -Rica la cusha-, reconoció John.

     

    Y una anciana, en poptí, se refirió a él:

    “Qué bueno que el gringo conozca nuestras tradiciones y costumbres. Y que las respete, por supuesto”.

     

    Cuando las ocarinas dejaron de prodigar su música placentera, comenzó de nuevo a derramar sus sones la marimba  fundada y dirigida por  don  Francisco (Chico)  Méndez,  e  integrada por don Emeterio Crisanto  Méndez, Nazario Recinos, Gaspar Recinos, Gaspar Méndez, Guadalupe Pérez, Juan Pedro Pérez, Martín Julián Pérez y  Juan Castillo.                             Algunos  le llamaban  “La Marimba  de  los Gaspares”,  otros, “Marimba  de  los  Cashpares”.

     

    -Don Santiago Huitz-taj, ¿puede usted explicarnos todo lo referente a esta celebración?-, solicitó John.

     

    -Claro que sí, amigo, con mucho gusto. Pohxuhew: es la fiesta de agradecimiento por los primeros cultivos. En el Calendario Maya Jakalteko se celebra el día Oxlanheb´ Tox, en uno de los días del mes de agosto o primera quincena de septiembre generalmente, como lo estamos haciendo hoy 14, del mes patrio.

     

    Años después,  Juan de Dios, en una de sus columnas en The  New York Times, escribió al respecto: “Pohxuhew: es la fiesta de agradecimiento por los primeros cultivos. En el Calendario Maya Jakalteko se celebra el día Oxlanheb´ Tox, en uno de los días del mes de agosto o primera quincena de septiembre generalmente. Es una fiesta hogareña que consiste en cocer tamalitos de frijol entero, las personas rodeadas alrededor del fuego tocan la ocarina mientras esperan que se cuezan; al cocerse, hacen estrellar una ocarina fresca contra la olla y comienzan a sacar los tamalitos; a estos tamalitos les llaman “tamalitos del ocho”).

    Fiesta de agradecimiento por los primeros productos de los cultivos. En el calendario maya Jakalteko se celebra el día Oxlanheb´ Tox (13 Tox), en uno de los días del mes de agosto o primera quincena de septiembre, generalmente”.

     

    Tío Chema, Juan de Dios, John, Juan Huista y Pedro Ixim regresaron muy alegres cuando la noche comenzaba a caer, ese 14 de septiembre inolvidable, sobre todo, para John, el gringo amigo, como decía la gente de Huista…

     

    *Agradecimiento especial a don Pascual Mendoza por narrar parte de esta festividad.

                                                                                   

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  • Dinámicas “perturbadoras” expresan el racismo.

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    Autor invitado: Guillermina Herrera Peña

     

    El racismo se expresa en dinámicas perturbadoras de la interacción entre los seres humanos. Generalmente se manifiesta por medio de prejuicios, estereotipos y discriminación. El prejuicio y la discriminación son conceptos similares, pero no son lo mismo, por lo que no debemos confundirlos. En Guatemala, la discriminación es penada por la ley, mientras el prejuicio no lo es, aunque como veremos adelante es sumamente dañino y alimenta la discriminación. Por prejuicio se entiende la actitud negativa dirigida a miembros de un grupo social que se aplica de manera generalizada. Es decir, los prejuicios se dirigen a cualquier miembro del grupo social que los sufre sin importar quién sea. Cualquier miembro de ese grupo puede ser sujeto del prejuicio que se ha asignado al grupo. Los dos componentes fundamentales en la definición de prejuicio son “actitud” y “categoría entera”; esto es, el prejuicio es una actitud y no una acción, y el prejuicio se aplica de manera generalizada a quienes pertenecen al grupo prejuiciado. Por ejemplo, el prejuicioso puede tener la creencia de que los miembros de un determinado grupo social o cultural solo pueden llevar a cabo trabajos manuales porque no tienen capacidad para aprender tareas más complejas. Esta creencia le hará calificar categóricamente al grupo en materia laboral, encasillándolo en el estrecho marco de su creencia, y en una situación determinada expresará su opinión sobre una persona que tal vez ni ha tratado ni conoce, descalificándola para un determinado trabajo. Ni siquiera se detendrá a considerar la posibilidad de que aquella persona pueda estar capacitada para llevarlo a cabo. Su opinión simplemente se basará en el hecho de que aquella persona pertenece al grupo que prejuzga. Así, el prejuicio puede acabar colocando en una posición de inferioridad a cualquier miembro del grupo que lo sufre. Ya ha corrido mucho la historia de la joven antropóloga maya kaqchikel que estaba esperando un autobús en una zona residencial de la capital de Guatemala cuando fue abordada por una señora mayor no indígena. —Mijita –le dijo– ¿No querés venir a trabajar a mi casa? Te veo limpita y seria, y yo necesito quien me ayude con la limpieza. Para sorpresa de la señora, la profesional le contestó ofendida: —Si me paga más de lo que gano como antropóloga… Esta anécdota muestra claramente un prejuicio dirigido a las indígenas, por cierto bastante frecuente en Guatemala: la señora mayor y no indígena tenía la creencia de que los trabajos domésticos eran el destino normal de las jóvenes indígenas. No podía imaginar que había indígenas profesionales, menos aún –tal vez– antropólogas. Para ella, cualquier joven indígena era candidata a ser empleada doméstica. El lugar en el que abordó a la joven abonó a la confusión: una zona residencial y la parada de un autobús. La antropóloga vestía su traje local y su presentación seguía las normas de su cultura: no iba maquillada y lucía su pelo largo a la usanza de las mujeres de su pueblo. Definitivamente, la señora contó con los ingredientes que necesitaba su creencia prejuiciosa. Debemos aclarar que no es prejuicio rechazar a una persona porque su conducta es objetable. Es prejuicio el desagrado o la desaprobación generalizados a los miembros de un grupo sin base o conocimiento. Un ejemplo, también citado más de una vez, es el siguiente: en un internado, si una estudiante pide que la cambien de habitación después de varios días de convivencia con su compañera, porque durante ese tiempo esta se ha mostrado desconsiderada con ella, es desordenada, sucia, oye todo el tiempo música a volúmenes altos y hasta muy tarde en la noche, la solicitud de cambio de habitación está bien justificada y el desagrado que siente la estudiante por su compañera no puede calificarse de prejuicio. En este caso, la estudiante no pide cambio de habitación por prejuicio a su compañera, sino porque esta ha sido desconsiderada con ella. Pero si la estudiante pide que la cambien de la habitación asignada al llegar al internado, porque ve en las valijas de su compañera etiquetas que indican que es extranjera o que proviene de un determinado pueblo o lugar, entonces sí está siendo prejuiciosa con su compañera. La solicitud de cambio de habitación no puede justificarse porque no ha tratado a la otra estudiante, ni siquiera ha intentado darle la oportunidad de interactuar con ella y de conocerla. Tiene prejuicios contra las extranjeras o las jóvenes que provienen de tal o cual pueblo o lugar, y por este juicio “previo” –o prejuicio–, por esta creencia infundada, se torna prejuiciosa: sin conocer a la joven, le aplica los rasgos negativos que atribuye a “las extranjeras” o a las provenientes de determinado pueblo o lugar y no quiere convivir con ella en la misma habitación. El prejuicio es muy dañino. Se aprende desde temprana edad. El hogar, la escuela, los medios de comunicación influyen de manera determinante en los prejuicios que va adquiriendo el niño. Sabemos que todo niño se hace pronto consciente de las diferencias, y aprende en el ambiente que lo rodea a considerarlas en forma positiva o en forma negativa. Hace algún tiempo un estudio sobre los libros de texto usados en las escuelas guatemaltecas sacó a la luz la manera prejuiciosa en la que se presentaba a los indígenas tanto en los textos escritos como en las ilustraciones. Por ejemplo, las familias indígenas siempre aparecían como campesinas, realizando trabajos manuales, viviendo en ranchos, lavando la ropa en los ríos, etcétera. No aparecían en ninguna parte, por ejemplo, profesionales indígenas dirigiendo empresas o dictando cátedra en universidades. No debe entenderse que se menosprecian aquí las actividades de la vida campesina, porque todas ellas constituyen trabajos dignos, merecedores de respeto. Lo que quiere decirse es que no todos los indígenas son campesinos y que presentarlos así mueve a prejuicios a los niños que estudian con estos textos escolares. Seguramente arribarán a la conclusión de “indígena igual a campesino” o lo que es peor “un indígena nunca desempeña otro trabajo que no sea de campo”. Los prejuicios se expresan muchas veces por medio de palabras hirientes, burlas, sobrenombres, chistes. No son inofensivos, al contrario, pueden llegar a herir gravemente a las personas y a los grupos, en detrimento de su autoestima. Los prejuicios se manifiestan muchas veces en términos “descalificadores”, pero también de manera “condescendiente”. Por ejemplo, una expresión como “A pesar de ser de tal pueblo, Juan ha sacado buenas notas en la escuela”, o referirse “condescendientemente” a mujeres alabando exageradamente su trabajo en la oficina o en la empresa, como si se tratara de algo extraordinario cuando no es así en realidad porque las tareas que realizan son las mismas que llevan a cabo compañeros hombres, a quienes nunca se alabará por ellas. En la anécdota de la señora mayor no indígena que ofreció trabajo como empleada doméstica a la antropóloga maya kaqchikel, podemos encontrar tratamiento condescendiente en la forma que usó para hablarle: “Mijita”, “te veo limpita y seria”, etcétera. Resulta importante tomar en cuenta que si bien los prejuicios no derivan en acciones consideradas legalmente punibles, inclinan decisiones importantes que pueden afectar todas las dimensiones de la vida social, aun la de la impartición de la justicia, y esto ocurre porque las decisiones se basan por lo general en lo que la gente cree. Para comprender mejor los alcances del prejuicio resulta insuficiente enfocarse solo en la hostilidad que se manifiesta hacia un grupo y sus miembros. Los contenidos de los prejuicios se encuentran en cómo ven los prejuiciosos a sus víctimas, y en cómo construyen en sus mentes generalizaciones basadas en supuestos, porque a partir de estas crean estereotipos negativos. ESTEREOTIPOS NEGATIVOS: OTRO INGREDIENTE DEL RACISMO Los estereotipos pueden definirse como las imágenes que se construyen de un determinado grupo, y que consisten en un conjunto de rasgos exagerados y sin base real, que se aplican indistintamente a cualquier miembro del grupo en cuestión. La palabra estereotipo la acuñó el periodista estadounidense Walter Lippman, definiéndola como “pinturas en nuestras cabezas”. Son, en efecto, las pinturas –más bien “caricaturas”, por lo deformadas– que nos hacemos sobre los miembros de determinado grupo, fruto de criterios generalizados y fundamentados en ideas absolutas y preconcebidas. De ahí, calificaciones como que los miembros de tal o cual grupo “son tercos”, “son ricos”, “son ignorantes”, “son ladrones”. No solamente los grupos dominantes tienen prejuicios y construyen estereotipos negativos en relación con los grupos dominados, pero el peso de sus prejuicios y estereotipos negativos es muy grande y hasta puede impedir que “mentalmente” un miembro del grupo dominado rompa las barreras que se crean para “aprisionarlo” en una determinada caracterización, y actúe contrario al estereotipo. Algunos psicólogos afirman que un individuo con capacidad normal para escuchar, generalmente no escucha más del 30% de lo que dice la persona con quien conversa. El 70% lo supone. Cuanto más se cree conocer al otro, mayor seguridad se tiene en las propias expectativas en cuanto a lo que quiere decir, menos se escucha lo que dice y más productos subjetivos resultan de las propias expectativas y son incorporados en la interpretación. Los prejuicios y los estereotipos negativos son telón de fondo para la imposibilidad de ver y escuchar realmente al que pertenece a un grupo social o cultural que es su víctima. DEL PREJUICIO A LA DISCRIMINACIÓN A diferencia del prejuicio o los estereotipos negativos, la discriminación supone una acción. Es un comportamiento que distingue, excluye, restringe y da o quita preferencia a los miembros de un determinado grupo. La discriminación priva a los miembros del grupo que la sufre, de ciertos derechos, libertades fundamentales y oportunidades. Está íntimamente relacionada con el prejuicio y los estereotipos negativos, de los cuales se nutre. Por ejemplo, si se le niega a una secretaria maya k’iche’ trabajo en una empresa porque viste su traje regional aunque esté capacitada para desempeñarlo, se le está discriminando. La discriminación como fenómeno negativo y generalizado es una manifestación concreta del “racismo”. Es su vertiente activa, que puede ocurrir de manera solapada o abierta. Impone a un grupo social o pueblo –la víctima– un trato diferenciado en diversos aspectos de la vida en sociedad, y actúa como herramienta que lo inferioriza. Actúa como agente destinado a justificar un sistema de desigualdades (étnicas, de género, entre otras), de explotación y de dominación, recreando aquellas diferencias reales o imaginarias en las que se basa un sistema de exclusión. Un caso también bastante conocido porque tuvo presencia en los medios de comunicación es el de la doctora maya k´iche´ a quien no permitieron ingresar a un establecimiento de alimentos porque vestía su traje regional, acerca del cual la seguridad del establecimiento se expresó con desprecio: “No puede ingresar –escuchó atónita la profesional– porque no está vestida apropiadamente”. Cuando ocurre a lo largo de un periodo de tiempo, la discriminación se convierte en “institucionalizada”, como el caso del pago menor a las mujeres por el mismo trabajo hecho por hombres, que ocurre en tantas ocasiones, o el rechazo a puestos de trabajo por razones de la etnia a la que pertenecen personas calificadas y preparadas para desempeñarlos apropiadamente. O el impedimento al acceso a establecimientos públicos, escuelas o universidades a candidatos pertenecientes a tal o cual grupo social que llenan los requisitos académicos para ser admitidos. El caso de un estudiante universitario indígena que fue agredido física y psicológicamente por la seguridad de la institución educativa a la que iba a inscribirse porque les pareció “ajeno al medio” por sus rasgos físicos y vestimenta y lo confundieron con un intruso probable malhechor, ilustra los alcances de las visiones racistas y la discriminación institucionalizada que enturbia densamente el ambiente social. La discriminación es, pues, manifestación de exclusión e inequidad. Cuando las razones de la discriminación se basan en el racismo, como en los ejemplos presentados arriba, se define como la exclusión o preferencia basada en color, linaje, etnia o cultura que tiene como objetivo y/o resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos y de las libertades fundamentales de la persona en cualquier esfera o ámbito de la vida pública. La discriminación opera en dos lógicas: la de la desigualdad y la de la diferencia, las cuales se complementan. Mantiene a grupos y sus integrantes abajo en la estructura laboral, por ejemplo. O permite que los discriminados suban de estatus, pero con menos ganancias por su trabajo. Puede significar segregación pero también interrelación cercana de víctima y victimario, con roles claramente establecidos. Cuando en la Corte de Constitucionalidad miembros de un partido político agredieron a la Doctora Rigoberta Menchú gritándole “Regresá a vender tomates a la Terminal”, para que abandonara el lugar, que es un espacio público que cualquier ciudadano guatemalteco tiene derecho a visitar, los agresores le mandaron que regresara al rol que le tienen asignado a los indígenas: “vendedor de frutas u hortalizas en un mercado público (la Terminal)”, “ciudadano de segunda clase o tal vez persona carente de ciudadanía y por tanto sin derecho a estar en la Corte de Constitucionalidad”. No les importó que la Doctora Menchú fuera Premio Nobel de la Paz, ni Doctora Honoris Causa por varias universidades, ni que sea un personaje reconocido internacionalmente, ni siquiera que fuera ciudadana guatemalteca. Para ellos era una indígena fuera del lugar que según sus creencias debía ocupar. Por supuesto, esta agresión discriminatoria a la Doctora Menchú llegó a los tribunales de justicia y consiguió un veredicto favorable que sentó precedentes para los juicios por discriminación. Penosamente, entre los agresores se encontraban estudiantes universitarios y hasta una ex diputada al Parlamento Centroamericano. Para combatir la discriminación no basta con esfuerzos aislados, porque se trata de un fenómeno muy complejo. Han sido de mucha ayuda juicios como el mencionado de la Doctora Menchú. Asimismo, acciones llevadas a cabo por asociaciones voluntarias organizadas a propósito y, fundamentalmente, las medidas estatales, jurídicas entre otras, que se han establecido para combatirla. Muchas de estas medidas han resultado de presiones sociales. En Estados Unidos, el esfuerzo legislativo más importante fue The Civil Rights Act, promulgada en 1964 (contra discriminación por color y rasgos físicos asociados, credo, origen nacional y sexo). También en Estados Unidos, la política pública de “acción afirmativa” que por décadas ha fijado cuotas de participación de miembros de los grupos “inferiorizados” (o “minorizados”, pues no son inferiores ni menores) ha resultado un ejemplo claro de combate a la discriminación negativa e institucionalizada. En síntesis, el “racismo” es una pérdida de las posibilidades de interacción positiva y constructiva entre grupos humanos. Es una perversión de las relaciones sociales, una forma degradada y degradante de relacionarse, interactuar y comunicarse. Para combatirlo, hay que luchar contra sus manifestaciones: prejuicios y estereotipos negativos y discriminación.

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  • Regocijo.

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    Fotografìa: Abulino Osorio

     

    Vientos frios nacarados, envuelven el cuerpo sublime de la felicidad.

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  • Felicidad

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    Rumores  lejanos, risas furtivas, mundo plagado de alegrìa.

    Melodìa dulce que nace de la mano del dìa, del hoy y del presente.

    Llora! con desahogo, pero rìe sin disimulo,

    fuerte!!…para que te escuchen los amantes de la paz

    y de los que esperan las migajas hay que darles todo.

    Porque del todo nace la sonrisa, la algarabìa,

    y juntos danzan la alegrìa de la vida,

    sumergidos viviendo, sintiendo y amando.

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  • LA SEÑORA DE NEBAJ

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    Autor invitado: Revista Perro Bravo, Julio R.

     

    UN ACERCAMIENTO A ANA LAINÉZ, ALCALDESA INDÍGENA DE NEBAJ

     

    La autoridad en un territorio herido

    Nebaj está enclavado en el Triángulo Ixil, en Quiché, una de las áreas que más sufrieron los estragos de la Guerra Interna. Entre 1979 y 1991 sufrieron 49 masacres pero el rastro del dolor no terminó allí. Sus pobladores siguen siendo víctimas de hostigamientos. Ejemplo de ello es que en 2002 se quemó una casa parroquial y se empezaron a dar amenazas contra los antropólogos que realizaban exhumaciones en la zona. Esas exhumaciones años después serían claves en el proceso por genocidio contra el ex presidente de facto, Efraín Ríos Montt.

    Ahora las tensiones en la zona no son producto de los polos Ejército-Guerrilla sino del avance de obras de impacto ambiental. Como ha ocurrido en otros territorios del país, el Ministerio de Energía y Minas ha hecho caso omiso de las consultas populares y ha dado avance a proyectos mineros. En la zona del Triángulo Ixil avanzan los proyectos hidroeléctricos La Vega I y La Vega II.

    Desde el poder político en la Ciudad de Guatemala muchos se preguntaban ¿quién es la autoridad en Nebaj? y es que por mucho tiempo el municipio no tuvo alcalde. Un error en la papeleta de las elecciones de 2011 obligó a repetir el proceso que finalmente ratificó en la alcaldía a Pedro Cobo, quién primero compitió con la UNE pero que en la segunda elección lo hizo con el partido TODOS.

    Pese a ello, a los conflictos entre candidatos que también generaron escenarios de violencia, la alcaldía tiene poca representatividad. Muestra de ello es que el abstencionismo entre una y otra elección pasó del 19% al 29%.

    ¿Quién es la autoridad entonces? La población local da la misma respuesta que uno encuentra en Totonicapán o Sololá: la autoridad es la alcaldía indígena que en el caso de Nebaj está presidida por la señora Ana Lainéz. Viajamos a Quiché para conocerla.

     

     Arribo al lugar del que nace el agua

    La carretera Quiché 6 nos lleva a Nebaj luego de pasar montañas y bordear abismos. Allí está el municipio cuyo nombre proviene del Ixil NAAB´A´, “lugar del que nace el agua”. Esa distancia de 91 kilómetros entre el municipio y la capital parece ser la misma que hay entre nuestro sistema político y el suyo. Las alcaldías indígenas han generado debate, algunos las acusan de generar división mientras otros resaltan su eficacia. Lo cierto es que es un sistema al que poco estamos acostumbrados.

    Contactamos a Ana Lainéz pero a diferencia de lo que cualquier político hubiera hecho, se negó a acaparar toda la atención. Habló con nosotros al lado de Diego Ceto y Miguel Ceto, alcaldes comunitarios con los que comparte la representación. Así, en un cuarto sin lujos de 5 por 2 metros, dentro de la municipalidad, empezó esta entrevista.

    ¿Qué es una alcaldía indígena y cómo se organiza?

    Diego Ceto (DC): Es el término que utilizamos para que el Estado reconozca nuestra organización. En Ixil le llamamos B´oq´al Q´esal Tenam que, en una traducción lo más fiel posible, significa “Los abuelos y abuelas cabeza del pueblo”. Desde 2008 Chajul, Cotzal y Nebaj cuentan con una. No es una estructura nueva sino una estructura histórica basada en nuestra cosmovisión. No hay solamente un alcalde sino un total de 51, organizados en grupos de 4 como los cuatro cargadores del calendario maya. Año con año se les elige para que nos representen ante la ley. No nos gusta el término “alcaldía indígena” porque procede la época de explotación colonial pero entendemos que es el nombre legal que le han dado.

    Somos los representantes del pueblo, fuimos escogidos por el pueblo y prestamos el servicio sin cobrar ningún sueldo. No somos funcionarios sólo pobladores elegidos para mantener la armonía. Estamos para resolver conflictos y no precisamente conflictos de gallinas. No tomamos decisiones arbitrarias porque no somos la máxima autoridad, por encima de nosotros están los abuelos y las abuelas, nuestros jueces que equivalen a la Corte de Constitucionalidad y la Corte Suprema de Justicia, ellos son el B´oq´al  B´oq´al  Q´esal Tenam.

    ¿Cuántas personas forman y cómo eligen su estructura de autoridad?

    Miguel Ceto (MC): A los abuelos B´oq´al  B´oq´al  Q´esal Tenam nadie los elige. Ellos están allí por su experiencia y sabiduría. Son aproximadamente 5 mil que hacen las funciones de jueces. Ahora la alcaldía está formada por 51 alcaldes. Todos somos iguales, nadie tiene más potestad o poder que otro. Lo que sí tenemos es distintas funciones dentro de la organización. Nos eligen las comunidades en un proceso similar a las elecciones pero de forma más personal. Ser 51 alcaldes descentraliza el poder y evita que se abuse de este como sucede en la alcaldía municipal.

     ¿Cuáles son las funciones específicas de la Alcaldía Indígena dentro de este sistema de organización?

    Ana Lainéz (AL): Nuestras funciones son claras pues debemos velar porque se haga justicia en las comunidades. Somos representantes para resolver conflictos comunitarios y para defender nuestro territorio. Todo esto en armonía, respetando las diferencias pero aplicando la ley de manera igual. Actuamos en el marco de la ley y de los convenios internacionales, no nos estamos inventando nada.

    ¿Anteriormente mencionaban que no resuelven “conflictos de gallinas”, qué tipos de conflictos resuelven y cuál es su mecanismo?

    AL: Los días lunes y viernes tenemos abierta la alcaldía para consultas públicas. Acá recibimos cualquier problema y lo más irónico es que nunca hemos resuelto problemas de gallinas como la gente piensa. Son temas serios como extorsiones, asesinatos o violencia intrafamiliar. También nos buscan para casamientos y presentaciones de niños a la madre tierra, una ceremonia similar a un bautizo.

    MC: El proceso es sencillo. Se presenta la denuncia, se hacen las escuchas y se hace la investigación. Lo primero es logar que el culpable acepte su culpa y luego se le aplica una pena. Por ejemplo, en caso de robo una última instancia de castigo es físico. En casos de alto riesgo remitimos nuestros saberes al Ministerio Público. Si los casos no son de nuestra comunidad lo remitimos a los alcaldes que compete,  ahora si estos no lo resuelven intervenimos nosotros. No tenemos un método específico ya que no se puede aplicar una misma fórmula para problemas diferentes.

    ¿Cómo es la situación actual en cuanto a la defensa del territorio? ¿Cuál es la razón para oponerse a los modelos de desarrollo que ofrecen las mineras e hidroeléctricas?

    DC: Hay que aclarar que nosotros como pueblo Ixil no tenemos una consulta de buena fe aún. Lo que tenemos es una consulta permanente comunitaria gracias a que siempre estamos en diálogo con la población. Actualmente, según la información que obtuvimos del Ministerio de Energía y Minas, han otorgado licencias para 16 hidroeléctricas. Actualmente funcionan dos, la de Hidro Xocibal y la de Enél pero de ninguna percibimos beneficios. Basta con decirle que 60 comunidades aledañas no tienen luz. Ahora están en trámites para los proyectos hidroeléctricos Vega 1 y Vega 2 ante los cuales desde hace dos años interpusimos amparos pero no han resuelto nada.

    AL: No se trata de oponerse al desarrollo sino al saqueo de nuestros recursos naturales. Queremos desarrollo en las comunidades pero no violentando nuestra propiedad. En el caso de Nebaj, el título de propiedad dice que las tierras pertenecen a los vecinos y a la municipalidad. Es decir, los vecinos también tienen derecho a voto sobre sus tierras. Esto también es propiedad privada, hay que respetarla y la vamos a defender.

    Estamos abiertos al diálogo pero no a la imposición de un modelo de desarrollo. En los años 80 el Ejército impuso uno que dejó 200 mil muertos. No queremos eso, queremos un desarrollo desde la comunidad. Claro que queremos luz, carreteras y educación, pero no queremos  que se repita el mismo modelo que ahora implica el daño ambiental.

    Ya la Coordinadora de Cooperativas y ONG’s de Guatemala ha propuesto la creación de un modelo de minería de forma cooperativa. ¿Cuál es la propuesta de ustedes?

    AL: Hemos asistido a las mesas de diálogo pero nuestro modelo no les gusta. Primero porque no queremos tomar las decisiones de manera apresurada y a puerta cerrada. Proponemos que a toda la comunidad se le consulte cada acción a tomar.  En cambio los mineros quieren mantener este secreto porque es más fácil comprar a cinco líderes que a una comunidad entera. Estamos formulando un plan de desarrollo comunitario en que sea la comunidad la que administre los recursos que ya le pertenecen. En una mesa de diálogo pedimos el 20% de las ganancias para la comunidad pero no les gustó.

    MC: Respetamos la postura de CONGCOOP, pero ellos no tienen en cuenta que nuestra visión no es empresarial, nosotros buscamos la mejora de nuestras condiciones de vida. Es fácil que acepte alguien cuya familia tiene ingresos de Q30.00 diarios y le ofrecen Q200.00. Es fácil ceder ante las necesidades inmediatas, pero nosotros no podemos decir que eso es desarrollo porque 200 empleos no cubren las necesidades de la comunidad.

     ¿Cuáles son sus acciones de resistencia a los proyectos?

    AL: Ante cualquier situación lo primordial es la resistencia pacífica. Aunque nos inciten como en el caso de Cotzál donde alrededor de 800 policías y soldados se hicieron presentes, no vamos a responder de manera violenta. Se nos tilda de terroristas, guerrilleros y comunistas pero sólo estamos defendiendo la propiedad privada, la propiedad del pueblo. Sólo esperamos que nunca llegue el momento en que todos los recursos se agotan y la única opción que queda es tomar medidas de hecho.

    Hora del retorno

    La entrevista termina, los alcaldes tienen que organizar el Día de la Dignidad Ixil y una consulta comunitaria para definir acciones contra las hidroeléctricas. Nebaj, se hará escuchar

     

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  • Los Pasos de la Mujer Maya K´iche´

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    Autor invitado: Sandra Sebastian.

     

    “… nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos…”, escribió Virginia Woolf, en 1929, en “Una habitación propia”, el ensayo en el que plantea la necesidad de que las mujeres tengan un espacio propio para crear, para hacer que se escuche su voz. En esta serie, Plaza Pública reanuda la pregunta: ¿Cómo construyen su habitación propia las mujeres guatemaltecas? Aquí responde la maestra, exdiputada, excomisionada de la Comisión de Esclarecimiento Histórico y política, Otilia Lux de Cotí.

    Otilia Lux de Cotí

    Ensayo

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    Doy gracias a la vida, al Cielo y a la Tierra, y a mi familia por escribir este ensayo, por alzar mi voz a través de estas letras y ojalá logre permear y trascender a otras vidas. Santa Cruz del Quiché, se llama mi pueblo natal, esa tierra que me vio nacer y me bendijo como hija de la madre Tierra y con mi respectivo nawal que trazaría la ruta de mi vida, dicho por Victoria Esperanza García y Pedro Lux, mi madre y padre respectivamente.

    K´iche´ milenario e indomable, la cuna del Popol Wuj, libro sagrado, donde se narra la historia del origen del pueblo maya K´iche´, su idioma es el mayoritario entre los idiomas nacionales y entendible en otros idiomas mayas. Es un pueblo invencible, luchador, trabajador y apegado a su historia, a su autonomía y a su cultura. Sus mujeres y sus hombres han sabido liderar los senderos de la vida con mucha sabiduría. Un pueblo que sufrió las peores atrocidades, brutalidades y masacres durante el conflicto armado interno. Pero ha renacido de las cenizas y está en vías de la autodeterminación. Cuando escribo acerca de esto se me conmueve el alma, y los ojos de mi espíritu se llenan de lágrimas, pero también me lleno de esperanza y regocijo.

    Familia, infancia y adolescencia

    Dos sucesos influyeron grandemente en mi vida: El primero tiene que ver con mi madre y mi padre. Ellos vienen de familias numerosas. Mi madre, únicamente tuvo hermanos, fue la única mujer, y por el hecho de ser mujer se le negó el acceso a la educación. Ella vivió sumergida en la ignorancia de saberes de otras culturas, por la falta de educación escolarizada, pero yo observé cómo sacó adelante a toda la familia, a mis hermanas y hermanos. También observé, con admiración, cómo ellos le dieron un gran significado a la posesión de la tierra, como fundamento de la riqueza y el patrimonio familiar.

    Naturalmente mis padres vieron con agrado que sus hijas e hijos fueran a la escuela, y que dominaran el español, sin olvidar la lengua materna: el k’iche’, pues era la única manera de sobrevivir en aquellas condiciones adversas de marginación, racismo y oprobio.

    Fui una niña descalza y soñadora. Tenía cinco años, cuando mi madre me dijo: “¡Llegó el momento de ir a la escuela¡” Sentí la alegría más grande de mi pequeña vida. Sentí que era el regalo más grande que me daban mis padres.

    En mi barrio Sur de Santa Cruz del Quiche, jugué siempre con mis vecinos, ladinos e indígenas, entre ellos: Los Medrano, los Recinos, los Girón, los Natareno, los López y los Rivera. Las relaciones siempre fueron excelentes, el respeto fue uno de los valores cultivados, jamás observé algún gesto de discriminación ni de racismo. Los juegos de barrio y de cada época del año eran nuestro principal objetivo, entre ellos, recuerdo muy bien arranca-cebollas, ollitas de miel, ladrones y policías, la cuerda, tipachas, disconecta, barriletes, matracas y los yax. Nuestra meta era divertirnos con reglas claras. Tuve una niñez muy sana y llena de alegría.

    La siguiente etapa, fue la de estudiante en el nivel primario, fue otra de las mejores épocas de mi vida. Durante los seis años de primaria tuve dos grandes maestras que supieron ver mis sueños, mi dedicación, mi inteligencia y mi responsabilidad. Mis cursos preferidos fueron siempre las matemáticas y los estudios sociales. Sobresalí en el basket ball y en volley ball. El traje maya que siempre utilicé, mis pies descalzos y el idioma k´iche´ jamás fueron un obstáculo para mí, tampoco fue un valladar para mis maestras y la escuela, ni mucho menos para mis compañeras de aula.

    Los valores aprendidos en familia fueron el cimiento de mi carácter, de mi personalidad, la firmeza y la fuerza con que principié la vida, sin recursos, pero, con agallas para salir avante en cualquiera de las facetas de la construcción de una vida digna. Fuimos resolviendo en conjunto la pobreza que nos agobió por largos años. Teníamos una meta definida. Y lo logramos con éxito. La clave fue mi madre con su espíritu emprendedor y su formación de mujer autodidacta.

    El primer choque cultural llegó en la secundaria. Las experiencias allí fueron muy distintas. Debíamos acudir uniformadas y no se me permitió ingresar con mi traje habitual. Un reto enorme para mí: la transformación cultural. Pero lo enfrenté por el gusto de estudiar, aunque lo consideré injusto, inapropiado e irrespetuoso. Sentí que aquellas reglas eran una aberración.

    En la secundaria todo era distinto, era mixto, el pensum, los horarios, los catedráticos, la disciplina y las forma de actuar de los mismos estudiantes me causaba preocupación. Allí empiezo a vivir la discriminación, el machismo y el racismo, especialmente de mis compañeros varones. Éramos dos mujeres mayas, pero mi colega se retiró del establecimiento, no soportó la presión, los desprecios y los insultos.

    “India fuera del Ministerio, incapaz”, esto apareció rotulado en la sede del Ministerio de Cultura en el 2000 cuando iniciaba yo el compromiso público de servir a Guatemala.

    En ese entonces, carecíamos de políticas y programas de inclusión, no había herramientas para combatir la discriminación, el racismo, el patriarcado. Recibíamos una educación demasiado teórica, enajenada y ninguna educación juiciosa y crítica. Con un desconocimiento total de las realidades locales y nacionales. Había un total desconocimiento de herramientas para enfrentar situaciones como la discriminación y el racismo, para poder resolverlas..

    Me hice maestra para hacerme creadora

    Soñé ser ingeniera civil, pero las circunstancias no me permitieron salir de mi lugar de origen. No tuve el dinero para poder mantenerme y emprender esa carrera. Parecía que era un poco temprano, si a duras penas estaba obteniendo el tercer grado básico. Entonces puse los pies sobre la tierra y me propuse una carrera que la visualicé de mucha proyección social y de amor a la humanidad, sabía que me brindaría las herramientas para poder entender las realidades, especialmente la de mi pueblo, y la de Guatemala entera.

    Estudié magisterio. Me hice maestra para hacerme creadora, como bien dijo José Martí. Me encantó el magisterio, trabajé como maestra 21 años en Quiché, en la normal de Occidente de Santa Lucía Utatlán y en la colonia Carolingia en la Ciudad de Guatemala. Disfruté con los niños, con la juventud y con los estudiantes que iban a ser maestros y maestras como yo lo era. Vivíamos la época de la guerra fría y la guerra interna de Guatemala. Me encantó formar liderazgos, hacer prácticas equitativas de participación entre las juventudes. Hacer análisis de realidades, conversar de la historia del país desde lo dicho en el Popol Wuj sobre el origen del Pueblo maya k´iche´, su historia, su civilización, sus hazañas, sus glorias y nuestras formas de vida; el colonialismo y sus consecuencias; desde el inicio de la República, hasta nuestros tiempos.

    El despertar de mi conciencia y el inicio de mi lucha

    Después de los duros momentos en el nivel medio, de los desprecios y los insultos, sólo me quedaba una alternativa: o seguía estudiando o seguía estudiando. Me posicioné en ese plan y me enfrenté al mal trato que se nos daba a los indígenas. Me ayudó mi carácter y firmeza, y me propuse vencer la lacerante práctica del racismo y de la discriminación contra las mujeres mayas y contra mi pueblo. Tuve la oportunidad de trabajar en la capital y logré estudiar en la Universidad de San Carlos y en la Universidad Rafael Landívar, hasta obtener el grado de licenciada en Administración Educativa.

    Esto fue entre 1978 y 1983, la época más álgida de la guerra en Guatemala. Participé en muchísimos análisis de coyuntura, en reflexiones, buscábamos la praxis y los compromisos para cambiar Guatemala. Fueron muchos los esfuerzos desde distintos puntos de Guatemala, sembrando la semilla del despertar de nuestras conciencias. Siendo estudiante universitaria, nos reuníamos fuera de la universidad, hombres y mujeres mayas para iniciar procesos de reflexión y acción, sobre nuestra situación como pueblo maya. Nuestras primeras reflexiones se basaron en las preguntas clásicas: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde vamos? Y, ¿cómo vemos la situación de Guatemala?, y ¿cuáles son nuestros compromisos?

    Las conclusiones eran dramáticas y retadoras. Continuamos los procesos en vías de una organización firme y autosostenible, para plantear soluciones; nos proponíamos asumir responsabilidades frente a grandes desafíos, entre éstos: la tenencia de la tierra, el trato a los indígenas, el acceso a la educación y a la salud, la economía, el agua potable, la participación política y la defensa de nuestra cultura milenaria. Estos eran los temas de mayor relevancia en nuestras discusiones. Afortunadamente íbamos logrando mayor conciencia y sumando más personas comprometidas, la causa fue permeando en los jóvenes y lo sigue haciendo hasta la fecha.

     

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    Hubo hombres y mujeres que nos antecedieron, dejaron enseñanzas y lecciones profundas, especialmente en Quetzaltenango, Chimaltenango, Quiché, Totonicapán y Alta Verapaz. Me refiero a la participación efectiva en el ámbito político, que para nosotros era un referente importante. Para las mujeres fue un gran desafío participar en estos ámbitos de participación y decisión. Espacios que han sido sólo para hombres, sin embargo, las mujeres mayas luchamos por esos espacios. Era difícil, pero no imposible.

    La vida espiritual la aprendimos en privado, en familia, no era pública, como suele ser ahora. En familia aprendimos grandes valores y principios sobre la visión de la vida y del mundo. El punto de partida para la vida plena, respetuosa y digna.

    Durante la década de los 70, iniciamos el movimiento maya, con un liderazgo profundo, no contaminado con la onegización. Éramos realmente un movimiento, íbamos de norte a sur, de occidente a oriente. Una experiencia exitosa, los avances se veían con las expresiones de las jóvenes mujeres y de los hombres, en lo rural y en lo urbano. Acentuamos la identidad y la lucha por la autodeterminación, con el planteamiento de nuestros derechos individuales y colectivos como sujetos y sujetas de derecho.

    El activismo indígena tuvo un enorme impacto en los lugares donde se desarrollaba, ya que, en el fondo, cuestionaba ciertos aspectos de las relaciones de poder local profundamente arraigados en los municipios del Altiplano. A la par de los movimientos culturales, surgieron también iniciativas políticas con vistas a las elecciones municipales. La elección de alcaldes mayas se perfiló desde principios de los años 70 como una opción para promover el cambio. Lo importante era participar para tener aprendizajes e incidencia. con formas de vida de los mayas. Fue muy difícil, frente a un sistema político y económico con estructuras excluyentes y racistas. El reto era inevitable y es ahora irreversible.

    La parálisis del movimiento maya se dio en los años más efervescentes de la guerra en Guatemala (1980-1984). Muchos de los líderes comunitarios, líderes del movimiento maya, campesinos, promotores sociales, estudiantes, profesionales, catequistas, mujeres, hombres, niños, ancianos y comunidades completas fueron desaparecidos y asesinados por el Estado-Ejército. Sin embargo, las mujeres continuamos con uno de los temas: “Las mujeres y el desarrollo”, era darle seguimiento a una parte de la agenda que ya se había diseñado en forma conjunta con los hombres. A partir del 85 volvimos como movimiento maya a redefinir y fortalecer nuestra agenda sobre los derechos de los Pueblos Indígenas.

    Con alma y corazón, con responsabilidad, compromiso y conciencia

    La dignificación del trabajo se nos enseñó desde pequeñas a través de mis padres, nos enseñaron a ser responsables y transparentes. Los múltiples trabajos ejercidos durante toda una vida han sido para mí una serie de experiencias exitosas y trascendentales, con visión de conjunto y de proyección hacia el futuro.

    En los distintos contextos de mis trabajos, hice propuestas basadas en los principios de la equidad, de la paridad con enfoques y procesos participativos. El principio universal de la diversidad fue otro de los retos que puse en práctica, a fin de sentirnos todos y todas incluidas.

    Entre 1991 y 1996, trabajé en la educación de las niñas indígenas rurales, fue una excelente iniciativa, logrando posicionar la política dentro del Ministerio de Educación y de promover la educación de las niñas que jamás habían tenido esa oportunidad. La experiencia fue muy exitosa, afortunadamente fue muy bien recibida por parte del Ministerio.

    Fui una de los tres comisionados de la Comisión del Esclarecimiento Histórico y Hechos de Violencia en Guatemala (CEH). La propuesta provino de la Secretaria de la Paz en su primer período, en 1996, y en consulta con las organizaciones de víctimas; el visto bueno lo dio el Comisionado nominado por las Naciones Unidas, el profesor Christian Tomuschat, y el tercer comisionado fue el licenciado Alfredo Balsells Tojo (QPD). Nuestro mandato fue esclarecer, con imparcialidad y objetividad, lo ocurrido en Guatemala durante los 36 años de guerra. Su objetivo fue contribuir a fomentar una cultura de respeto mutuo y observancia de los Derechos Humanos en la sociedad guatemalteca. Las investigaciones se realizaron a nivel nacional, pero no fue suficiente el tiempo. Sin embargo, los resultados revelaron la tragedia nacional, los actos ilegales, crueles e inhumanos, revelamos que lo sucedido en Guatemala fue una tragedia incomparable con lo sucedido en otros países como El Salvador, Argentina, Chile y Sudáfrica, por ejemplo. Logramos dimensionar lo que aquí había sucedido.

    Ante tantas atrocidades , me siguen surgiendo las preguntas y sigo manteniendo las mismas preocupaciones: ¿Cómo el Estado guatemalteco fue capaz de cometer tan brutales asesinatos de de mujeres y hombres, de niñas y niños, de ancianos, de jóvenes mayas y ladinos? Eliminaron liderazgos, y personas comprometidas con los cambios del país. ¿Cómo fue posible cometer esa barbarie ultrajante contra guatemaltecas y guatemaltecos?, y ¿cómo fue posible cometer genocidio contra el pueblo maya? ¿Hasta qué punto se invirtió en armamentos de guerra, en vez de invertir en lo social, especialmente en educación, salud y producción? Con base a este análisis, aún me pregunto: ¿Es posible lograr una paz verdadera, si no hay justicia ni castigo a crímenes de guerra y de lesa humanidad? Por otra parte, se sigue reproduciendo la pobreza, la discriminación y la violencia. Se sigue viviendo y observando las nuevas formas de colonialismo, de esclavitud y despojo de tierras ancestrales.

    El genocidio se demostró con las masacres cometidas en nuestros territorios, los cementerios clandestinos hablan por sí solos. Las lesiones violaciones a las mujeres mayas. La agresión física y mental cometida contra mujeres y hombres, jóvenes y niños. El sometimiento brutal cometido contra k’iche´s, q´anjobales, ixiles y achíes. El asesinato de mujeres embarazadas y el asesinato de niños y niñas.  Por otra parte, el traslado de niños a lugares de los que no eran originarios e incluso dados en adopción. El desplazamiento forzoso y el traslado a “aldeas modelo”.  Otro de los patrones comunes fue la tierra arrasada. Todo esto demuestra los actos criminales y el racismo como la expresión máxima del Ejército guatemalteco cometido contra el pueblo maya que lo visualizó como el enemigo a vencer.

    Continúa la ingobernabilidad y se mantiene la conflictividad en nuestras tierras y territorios; y el rompimiento del tejido social. A esto le sumamos las secuelas de la guerra, la desnutrición, el hambre, el analfabetismo, la situación de la salud especialmente en los hospitales públicos. Ahora con la influencia del Ejército en las escuelas públicas, hablando de valores: ¿De qué tipo valores habla esa institución, cuando tiene una deuda histórica con el Pueblo Maya, el haber cometido genocidio como la máxima expresión del racismo durante la guerra?

    Ante la situación de los Pueblos Indígenas de Guatemala se deja ver la indiferencia, el racismo, la negación del Estado guatemalteco para avanzar hacia una vida digna llena de respeto, prueba de esto son las consecuencias del “desarrollo”. ¿Cuál es el tipo de desarrollo planteado por el Estado? Cuando se despoja la tierra a los Pueblos Indígenas a nombre del desarrollo desde la visión capitalista. Cuando se violan los derechos de las mujeres y de los Pueblos Indígenas, se persigue a los líderes, se les sentencia judicialmente, se instauran estados de sitio, se masacra. Este es el “desarrollo” planteado e implementado por el Estado guatemalteco.

    Para nuestros pueblos, la justicia no existe, los procesos legales están siempre manipulados, permanece la represión militar y policíaca en contra de quienes alzan la voz, de quienes defienden derechos individuales y colectivos. El Estado justifica las acciones ilegítimas bajo la fachada del Estado de Derecho. ¿Cómo es posible que solamente haya Estado de Derecho y para unos sí y para otros no? Así no podemos seguir la ruta de una verdadera paz, de la construcción de una Nación, ni mucho menos lograr la democracia participativa.

    La tarea es de todos. Debemos repensar las estrategias para la construcción de nuevos procesos civilizatorios de armonía, paz y justicia, respetando los Derechos Humanos, los derechos de las mujeres y los derechos de los Pueblos Indígenas. El desafío profundo radica en la reconstrucción del Estado y en establecer un nuevo orden, a esto hay que agregar un nuevo modelo económico basado en la solidaridad, la confianza y la gobernabilidad para todo el país, para todos y todas.

    El haber sido Ministra de Cultura y Deportes durante los cuatro años de gobierno del presidente Alfonso Portillo, fue una oportunidad para la reestructuración y recomposición de ese Ministerio, una oportunidad para una mujer maya y una oportunidad para Guatemala. Convoqué al sector cultura a un Congreso Nacional para diseñar y elaborar las Políticas Culturales Nacionales y Deportivas. Así mismo, lideré el diseño del Plan Estratégico de cara al desarrollo de la cultura guatemalteca con sus distintas expresiones culturales.

    ¿Cómo el Estado guatemalteco fue capaz de cometer tan brutales asesinatos de mujeres y hombres, de niñas y niños, de ancianos, de jóvenes mayas y ladinos?

    Fue una excelente experiencia el haber dirigido esta cartera, con un presupuesto ejecutado a la luz de la transparencia como el eje central. El trabajo lo realicé con equipos muy cualificados, conformado siempre por mujeres y hombres, multidisciplinario y multicultural, tomé decisiones colegiadas y no arbitrarias, siempre en consulta con la ley y bajo el principio de los impactos políticos, económicos y jurídicos.

    El Ministerio fue para mí una gran escuela en el ámbito público administrativo-financiero, corregí irregularidades muy acostumbradas en el aparato estatal. Me encantó conocer los programas y proyectos, para estar cerca de las personas, conocer el terreno, la dinámica, la metodología, los enfoques, el gasto, la inversión, el manejo de los recursos, los compromisos de los trabajadores, el trato entre ellos y ellas.

    Semanalmente me reunía con los viceministros para revisar las tareas de la semana, revisar las pendientes, tomar decisiones y acciones, y llegar a acuerdos. Me encantó darle seguimiento a mis recomendaciones para observar el cumplimiento y la implementación de lo acordado, los resultados siempre estuvieron a la vista. Fue un éxito total, sembré semillas de respeto, de armonía, de solidaridad, de transparencia, de relaciones interculturales, amor al trabajo y el amor a una Guatemala bajo el principio de la diversidad.

     

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    A pesar de las muchas satisfacciones, tampoco voy a negar las expresiones colonialistas, patriarcales y racistas contra mi persona, mientras fui Ministra de Estado. Algunos columnistas de los diarios escritos con sus prejuicios, estereotipos y desprecios hacia nosotras las mujeres mayas y nuestros pueblos, escribieron textos como éstos: “Cómo una india está al frente del Ministerio de Cultura, si estas son incapaces, solamente pueden hacer tortillas y cargar canastos y tinajas…”, “Desde ahora ya no escucharemos a Bethoven sino, solamente sones”. En otra columna decía que mi nombramiento era “una vergüenza nacional”.

    “India fuera del Ministerio, incapaz”, esto apareció rotulado en la sede del Ministerio de Cultura en 2000 cuando iniciaba yo el compromiso público de servir a Guatemala.

    El trabajo realizado en el Congreso de la República (2008-2012) como diputada de Winaq, fue una gran experiencia para el ejercicio político. Yo representaba una voz de mujer maya y hacia propuestas para la promoción de los derechos de las mujeres y de los Pueblos Indígenas. Allí estuve cerca del verdadero poder, donde persisten los intereses particulares más que los de carácter social, pude observar a expertos en cabildeo moverse por iniciativas de ley de interés corporativo y esforzarse por obstaculizar procesos de avances a iniciativas de ley de carácter social. Aquello era un gran desafío, el reto de participar políticamente y romper esos esquemas que anulan el desarrollo de Guatemala.

    El mapa de poder en el Congreso se basa en las alianzas políticas y en redes de interés, es un reflejo del poder en el país. Prueba de esto es la aprobación de leyes de intereses económicos para mantener el status quo de las corporaciones. La agenda legislativa de las mujeres en la sexta legislatura en la cual participé, tuvo a bien promover la aprobación de leyes a favor de la promoción de los derechos de las mujeres: Participación plena y efectiva en la toma de decisiones, la salud sexual y reproductiva y derechos reproductivos, maternidad saludable, erradicación de todas las formas de la violencia contra las mujeres. Ahora bien, en relación a la agenda legislativa de los Pueblos Indígenas no fue nada próspera, por intereses particulares, y por el racismo, no se logró el apoyo por parte de los diputados. Cuando llegué al Congreso tuve la expectativa de un alto organismo de poder que funcionaría como un foro de debate político y no de negocios particulares, pero, fue todo lo contrario, es notorio el conservadurismo y la inconsistencia o ausencia ideológica en los representantes.

    Además se evidenciaba el comportamiento patriarcal y racista de varios representantes en el Congreso de la Republica, esto se manifestaba en los momentos en que proponíamos iniciativas de ley pro derechos de los Pueblos Indígenas y de mujeres. Las ignoraban.

    * * *

    Ahora, mi compromiso trasciende a nivel internacional como representante de Guatemala ante el Consejo Ejecutivo de la UNESCO, y como experta de Pueblos Indígenas en las Naciones Unidas. Las propuestas, los análisis, los debates y las negociaciones fueron los elementos claves de los procesos en los cuales intervine como mujer maya guatemalteca ante los Estados Miembros de las Naciones Unidas. Afortunadamente, las propuestas y el trabajo en equipo se han traducido en resoluciones para Pueblos Indígenas y especialmente para mujeres indígenas. Me tocó colocar sal y pimienta a los distintos trabajos realizados. Me siento complacida y he cumplido con mis compromisos como guatemalteca, como mujer maya, como parte de los Pueblos Indígenas que luchamos por la Tierra, el Territorio, los Recursos Naturales, el consentimiento libre previo e informado, por la libre determinación y por una vida digna, éste es el espíritu de la vida de nuestros pueblos y es nuestra razón de lucha por el respeto a nuestros derechos individuales y colectivos como pueblos porque son Derechos Humanos.

    Como parte de las lecciones aprendidas a lo largo de mi vida desde que empecé como una niña descalza que fue venciendo dificultades y opresiones. Como mujer maya me impuse estos retos, rompí esquemas patriarcales, racistas y colonialistas que oprimen, subordinan, silencian e imponen obediencia y sumisión. Todo esto gracias a las oportunidades que me brindó la vida, las relaciones con mis vecinos, con mis maestros y la excelente educación que recibí de mi madre, mi padre y mis abuelos.

    Los valores y principios que cimentó mi familia, mi pueblo y mis maestras y maestros fueron los pilares que sustentaron el recorrido de una vida digna, llena de satisfacciones y de servicio a Guatemala. Estuviese por donde estuviese, mi inteligencia y mis sentimientos los he puesto en los análisis, debates, propuestas y trabajo, por Quiché y por este país, denominado por los originarios Quauhtlemallan, tierra de árboles, hoy Guatemala.

    Mi trabajo continuará, mi lucha seguirá siendo por la dignidad de vernos como seres humanos, de sentirnos como hermanos y hermanas que son parte de una país donde el Estado de Derecho es de y para todos y todas, por el respeto por la diversidad lingüística, cultural, de género, religiosa. Sigo poniendo la energía por la justicia y por una verdadera paz.

    Finalizo expresando mi agradecimiento a la vida, al Cielo y a la Tierra por ser una mujer de temple y que no tengo miedos de ninguna clase. He logrado metas consistentes como el ser feliz con mis hijas Nicté y Jazmín, mi hijo Rolando y mi esposo Jaime. Lo más importante es fomentar y tener una familia integra, cuyo indicador demuestra confianza, respeto, consistencia, comprensión y cooperación. Esto me ha permitido hacer trabajos fuertes, combinando la vida familiar y política, (eso sí: consagre los fines de semana para dedicarme a mi familia).

    Muchas gracias.

     

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