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  • Retornar a la Patria

    Volver… buscando la patria, buscando la tierra que nos viò nacer;

    buscando el universo que puso la semilla de vida, que nos rodeò al venir.

    Son nuestros padres, nuestros abuelos, nuestro hogar,

    el calor del fuego, en donde nuestra madre preparaba con sus manos nuestro sustento.

    Cuando vamos en busca de ella…sentimos primero un vacìo, soledad

    pero su calor es inmortal…

    Si, su fuego se alimenta con la semilla que nuestros padres

    plantaron en el fondo de nuestros sentidos, como un idioma, como un oceano,

    retoñan sus tiernos cohoyos, la tierra se vuelve blanda y buena para el cultivo.

    Mi madre decìa en su palabra que los hijos son como los dedos de una mano, como un puño.

    Recordemos; reconociendo nuestro origen, nuestro color, nuestro cariño, nuestra senda, nuestro camino.

    No congelemos nuestro corazòn con nuestras pruebas y nuestro aprendizaje, con nuestras enfermedades fìsicas o espirituales, no nos separemos, porque somos ramas de un mismo àrbol,

    con amor brota, lo bueno crece; transformandose en fuerza, en energìa creadora.

    Por eso cuando volvemos …volvemos con un corazòn ansioso,

    a buscar el tronco de nuestra ceiba

    a buscar el tronco frondoso de nuestro hogar

    el corazon de nuestra madre!!! que se quedò entero y completo

    en nuestro espìritu viajero.

    Està en nuestros actos, en la actitud, en la sonrisa y en el consuelo,

    para mì ella es la patria…mi madre, el hilo de vida, el principio y el fin.

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  • Dije lo que he Vivido

     

    Autor invitado: Luis Cardoza y Aragon

     

    No amamos nuestra tierra por grande y poderosa, por débil y pequeña, por sus nieves y noches blancas o su diluvio solar. La amamos, simplemente, porque es la nuestra.

     En su territorio hay una región que es la región de nuestra infancia. Y en tal región, una ciudad o un pueblecillo. En el pueblecillo, una casa. En la casa, cuatro paredes viejas y manchadas, con muebles rústicos hechos por el carpintero de la familia, con árboles que nos dolió verlos abatir. En medio de la casa, una fuente de la cual nunca dejaremos de escuchar el canto.

    Todo se va replegando hasta llegar de la caja más grande a la más pequeña, del mundo a las cuatro paredes de la infancia, hasta la cuna y el ataúd. La tierra que caerá sobre esas cuatro tablas, cuando estemos de vuelta a geranios y quiebracejetes(1)  y nos empinemos en los árboles, es la tierra más dulce que existe. La niñez va corriendo como un arroyo que canta. Remontamos la corriente hasta el manantial. Hasta el amor de nuestros padres. No amamos nuestra tierra por hermosa, por alegre o triste. Por su leyenda o su primitiva felicidad sin historia. La amamos porque es la nuestra. Quiero, quisiera que vieras con ojos de mi niñez, con ojos de tu niñez. Con ojos de la niñez del mundo. Nuestro amor es bello sólo tal otro amor gemelo.

     Anima la quietud de estas páginas, fuego oscuro amasado en el hondón de las entrañas. Huracán sopla para siempre mi brasa y su tibieza de rescoldo se perpetúa. El corazón de lava aún caliente sonríe su noche elemental, donde todavía sueña Kukulkán, desde el ídolo primigenio hasta las muñequitas multicolores de Mixco y las tinajas de Chinautla. Estamos en Guatemala, verde colibrí reluciente. La caja grande y dentro una más pequeña y otra. Otra y otra, hasta llegar a mi pueblo, Antigua Guatemala. Y otra más pequeña, y otra y otra, hasta la casa y mi cuarto de niño. Pongo a mi tierra sobre mis rodillas, en la palma de mi mano. Desde muy alto los ojos podrían abarcar sus límites, contemplarla, como esos pisapapeles de cristal que tienen en el centro un ramo de florecillas dormidas. No es el caso de contemplar lo que no existe. Ni de sólo admirar lo que está allí. Soy vidente, ahora pisamos tierra firme y amo la realidad.

     Los arqueólogos se sumergen en la prehistoria o en la historia, exploran las entrañas de la tierra para encontrar una vasija, un hueso, un vestigio milenario, y no ven nada del mundo de los mercados, de los pueblos, de los sufrimientos que padecen los indios vivos. No sólo los arqueólogos, también los poetas, pintores, músicos, novelistas, se encandilan con el «exotismo» de donde han nacido y se ciegan para toda apreciación objetiva. Hay guatemaltecos que nos ven como los extranjeros y crean una exportable imagen colorida, igual a una vitrina de indios, tan pintoresca que casi justifica las intervenciones. Muchos de ellos ni siquiera adoptan una actitud como la del padre Las Casas, hace 400 años: se han evadido, desertado o detenido en deformaciones sentimentales, artísticas, de los indios remotos, a veces humanitarias, es cierto, pero sin conciencia sociopolítica. Casi sin excepciones, entre los arqueólogos, escritores, investigadores históricos, artistas, traductores de los libros aborígenes, no hay en Guatemala sino dos o tres que a tal vocación hayan unido, en los últimos cien años, consecuente conducta política.

     Hace tiempo, mucho tiempo, había deseado escribir estas páginas. De golpe, se me vinieron mil cosas encima: mi recuerdo tartamudeó en alud amoroso. No me proponía cumplir una misión o pagar una deuda. Todo es más humilde en el fondo, vital e inevitable. Lo de misión o deuda sería pura pedantería. Deseé dar una sensación de Guatemala, de mi Guatemala. Deseé mostrar algo de su vida interior, inocente y sombría. Deseé que luzca, como todos los días, rebozo de colores y trenzas con tocoyales, dibujándola sin que ella lo advierta. Un retrato, con sus grandes aristas solamente. Abocetada con libertad, aprehendida en tres o cuatro rasgos privativos y recónditos, en los cuales está como la siento en mí, silvestre, augusta y enmarañada. Su fervor recogido en estrofas de su crecimiento: monólogos de humo y pirámides de sueño y canto.

     La veo mestiza en su pensar, con barro antiguo del Popol Vuh y musgos de Landívar en un mismo pulso urgente. Indígena en la entraña, donde el corazón resuena entre mantos azules, igual al tun en los pueblecillos cuando celebran la fiesta. Sencilla y segura, camina ataviada como pájaro o reina en la miseria, un niño a la espalda, en harapos sus ropas aborígenes y fatigada la greda categórica del rostro bajo el peso que carga sobre la frente, corona rural de frutos y de flores. Va descalza, rompiéndose los pies por los caminos, la tinaja sobre el hombro, igual a la dulce Ixquic.

     La belleza del cuerpo radica en lo más profundo de la materia: en la conformación y armonía del esqueleto, imagen de la muerte. Sus rasgos resurgen para mí de la viva y mineral estructura escondida, remontando hasta la piel de obsidiana al sol.

     He deseado ofrecerle un testimonio de poesía: exacto de verdad práctica. Un libro de síntesis, de visión general, veloz e inesperado. Placa radiográfica y fotografía aérea al mismo tiempo. Hago una incursión en el ayer, vivo en mi recuerdo, hasta convertirlo en creación, sin celo alguno de desdoro o no sentido encumbramiento. Recojo y subrayo lo que juzgo capital para descubrir y fortalecer la filigrana del origen de nuestro sentimiento de nacionalidad. Amor de la realidad: he pesado a Guatemala sobre las alas de las mariposas, auxiliado siempre por experiencia, cifras y emoción.

     Sin embargo, me siento ante ella como un árbol podado soñando con las flores de sus ramas. Desterrado en mi patria, sin salir de ella, libérrimo, feliz y amante, reencontrada en la realidad y en mis sueños, me tiendo bocarriba, más allá de mi muerte y de la muerte, sumergido en su sentimiento y en su pensamiento. Y desde el Popol Vuh tomo las ruedas dentadas que crearon la noria de la sangre. En su impulso nutren su ímpetu, a veces aun por inercia, muchas otras ruedecillas que de alguna suerte nos sirven asimismo para marcar la hora, para saber quiénes somos y saber adónde vamos. Y me atropello de nostalgia y descubro el cielo de todos los hombres, libre aquí en mi cárcel sin techo, y cuento y reconozco las estrellas, las palpo húmedas sobre mi rostro, descarnado ya, camino del cuarzo, entre la hierba y la tierra, que cegaron mis ojos de color y me llenaron la boca de polen y canciones.

     Ahora recuerdo el origen de estas páginas que son sollozo, alarido y canto. No sólo hay que vivir lo que se escribe sino hay que sufrirlo. Necesidad absoluta de una patria, de mi tierra mía y su imprescindibilidad de función ecuménica. Ansia de clarificación, de forma, para que nuestro metal dé su sonido: estaba yo sentado en lo más alto del Castillo de Chichén Itzá la tarde que llegué por vez primera. Entonces, hace muchos años, sentí, como grano de mostaza, algo de lo que he escrito. Empezaba a germinar en mí. Era yo mismo la semilla. Una semillita sola, pero ya pude palpar raíces milenarias. Sobre las ruinas, el crepúsculo del trópico untaba lumbre atormentada y musgos de oro. El chaparral, asaeteado por faisanes y venados, perdíase en el horizonte hasta el mar.

     

     

     

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  • Historia del Poeta

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    El poeta se quedò ciego

    en silencio, vaciò sus versos transformados

    en llovisna de estrellas, con chispas de esperanza,

    fuego, encerrado en un corazòn triste y desangrado.

    Vaciò sueños, llenando de energìa,

    manantiales cristalinos de la historia del  antaño

    despertando vida, despertando la palabra

    y….callaron los bosques

    y temblò la madre tierra.

     

     

     

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  • Tu Madrugada, Patria

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    Autor invitado: Otto Renè Castillo

     

    Así concibo yo a mi patria,                            

    que otros la conciban como quieran

     

    Anduve viajando

    muchos años

    por el mundo,

    con el lucero

    de tu nombre

    en los ojos.

    Y no hubo

    una sola mañana,

    que se fuera

    sin algo de lo tuyo.

    Cuando el alba

    llegaba, ya estabas

    repartiendo tus gestos,

    extraños y lejanos,

    desde la oscura colina

    de mi rostro.

    «¿Por qué la quieres

    tanto, me decían,

    si es amarga y cruel

    como el alma de un basta?

    ¿Por qué, si es tan chiquita

    y tan hambrienta, que en ella

    a uno sólo le queda por delante

    la ardua tarea de morirse?

    Pero yo siempre respondía,

    que te quiero tanto,

    porque aún sumido en la tiniebla

    oyendo el largo llanto

    de tus hijos,

    no puedo ignorar

    que detrás de mí

    comienza, en verdad,

    tu madrugada.

    Luego te alegrabas

    en el fondo de mis ojos,

    y volvías tu rostro

    con ternura,

    tal vez en busca ya

    de los hijos

    que están todavía

    por venir.

    Extraído de «Poesía» Casa de las Américas, 1989

     

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  • Cuando Los Seres Amados Se Van

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    Cuando los cambios no encajan, con las necesidades humanas, espirituales, causan dolor. Buscar, compensar necesita paciencia y tiempo.

    Sustituir es de paso dificil, porque en el estuche de nuestro corazòn, estàn los nombres, la forma de ser de los seres ausentes que amamos.

    En el momento de la pèrdida volamos a un espacio de la nada, suspendidos en el vacìo…….sin movimiento.

    No hay fè, esperanza, solo nuestra tierra vacìa. Al rato nos visita la reflexiòn, como una preparaciòn para recibir nuevas semillas, que creceràn en otra forma, en otro tiempo, deparando alegrìas. Sin olvidar, con el sigilo de la precauciòn.

    Caminando, buscando el sol, la luz, su calor, la justicia. «Detras de las montañas de la patria»

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  • TIERRA MISTERIOSA

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    Autor: Elder Exvedi Morales Mérida

     

    Tierra misteriosa de volcanes,

    de canoras serranías titanes,

    de númenes en flor,

    Guatemala, dulce patria, mi amor.

     

    Tierra de ríos misteriosos,

    de lagos y árboles frondosos;

    de poéticos paisajes

    y de musicales boscajes.

     

    Guatemala: fiesta de pájaros en primavera,

    mi alma, amorosa quisiera,

    ver siempre sonrisa en tus labios;

    y en cenizas, convertirse tus resabios.

     

    Y es que anhelo profundamente

    que la libertad ¡libertad refulgente!

    resucite en tu corazón

    cual el más sagrado pendón.

     

    Y mi anhelo llega  a mis raíces

    y siento que  los horizontes grises

    se desvanecen, mueren, se desmoronan,

    y entonces, cantos alegres a la patria coronan.

     

    Patria mía, abismalmente te amo,

    por eso, paz para ti clamo,

    y siento en el vértice de mi ser

    un puñado de versos renacer.

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  • MI PATRIA ES

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    Autor: Elder Exvedi Morales Mérida

     

    Mi patria es

    un reguero de nostalgia

    en mi geografía

    ahora que estoy lejos,

    muy lejos de ella.

     

    Mi patria es

    en la cumbre de mi alma

    trino de calandrias

    y marimba nostálgica.

     

    Mi patria es

    canción de rocíos

    y mi hogar.

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  • OLÉS PATRIA MIA…(Décima)

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    Autor: Elder Exvedi Morales Mérida

     

    Vos, a milpa milenaria,

    olés, dulce Patria mía;

    a canto de chirimía,

    poesía incendiaria.

    En esta vida sumaria,

    que apenas he vivido,

    te amo y te he querido,

    porque soy tu tun eternal,

    Guatemala primaveral,

    numen bello y florido.

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  • PATRIA, BÁJATE DE ESA CRUZ

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    Autor: Elder Exvedi Morales Mérida

     

    Tus pies desnudos ¡Oh patria mía!

    sacuden mi alma, profundamente.

    Dolor terrible, mi alma siente,

    al ver ausente, tu alegría.

     

    Tú lames el yugo del opresor,

    quien ya secuestró nuestra libertad.

    Pobre, de rodillas ante el dolor,

    pides clemencia a la adversidad.

     

    ¡Ay, Guatemala, me mortifican

    tantos dolores desgarradores!

    Y esos viles te crucifican,

    día a día. ¡Pobres traidores!

     

    ¡Ay, Guatemala, patria querida!

    bájate de esa cruz, madre mía.

    ¡Ay, patria, en el dolor sumida!

    tu libertad, mi alma ansía.

     

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  • GLORIA A GUATEMALA

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    Autor: Elder Exvedi Morales Mérida. 

     

    PREAMBULO

     

    Con tu lenguaje de caricias, patria mía,

    te veo caminar por el diáfano sendero,

    y por eso te exalto con mi numen sincero,

    Guatemala, mi dulce y eterna alegría.

     

    I

    Mi Patria es un güipil de mil colores,

    es un poema tejido con hilos de primavera,

    es una marimba poseída de amores

    y una chirimía de sonora y celestial madera.

     

    II

    Mi Guatemala es una canción preñada

    de esperanzas bondadosas,

    es un tzicolaj de garganta sagrada

    y un manantial de músicas jubilosas.

     

    III

    Mi Guatemala es un tun enamorado

    de la vida, del mañana y de Dios,

    es un país por el Creador amado,

    por eso no dejo de levantar mi voz.

     

    IV

    Que canten las marimbas y los tzicolajes,

    los tunes y las chirimías,

    que dancen los gloriosos celajes

    y que florezcan las alegrías.

     

    V

    Gloria a mi Guatemala celestial,

    cuna de los Mayas inmortales,

    oasis de la música de cristal,

    nido de los místicos quetzales

     

     

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