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abril 2014

  • Utz k’aslemalil Bienestar

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    Autor invitado:

    Ajq’ij Apab’yan Tew

     

    Bienestar y plenitud de vida. No, no es un anuncio sobre alguna pastilla mágicamente química para salir de la tristeza, y no, no es una frase fácil para venderle a otra persona algo que no necesita con un dinero que ni tiene y ya debe.

     

    Acá es territorio Maya.

    Utz k’aslemalil entra en significado desde antes de definirle lingüísticamente. Se le vive a través de dos principios básicos. Uno, no tomés del mundo más de lo que necesitás y, si necesitás tomar algo, entonces procurá devolver al menos tres veces lo que has tomado.

     

    Esto es balance y compensación, principio básico de la visión Maya del mundo para entender al individuo en relación con su entorno y en los límites de su capacidad de percepción y desarrollo. ¿Porqué entonces es tan importante empezar con esto? ¿Habrá algo más importante para empezar?

     

    Respirar. Aquello que nos da la vida, de entrada literalmente, no es nuestro. Entra y se transforma, nos da vida y nosotros, al exhalar, damos vida a algo más. Y así, uno entre muchos ciclos continuos de interrelación y simbiosis entre seres vivos, entre ser humano y madre Tierra, entre madre Tierra y padre Cielo y entre padre Cielo y todos, absolutamente todos.

     

    Entonces, ¿aquello que es mi vida es también vida de todo lo que me rodea?

    Sí, y es Palabra de los ancestros Maya que uno ha de entenderse en balance y resarcimiento, agradecimiento continuo ante el hecho mismo de estar vivo. Utz es ‘bien, bueno, positivo, real verdadero’. K’aslemalil es ‘vida, vivir, existencia’. Fin de la lingüística, se entiende fácil.

     

    Hay algo que si no se ha entendido: el continuo avance de esas formas de pensar que no se entienden en armonía con su entorno, está inundando, cada vez más, y para el caso casi irremediablemente, de egoísmo e individualismo a la niñez Maya. Los niños ya no escuchan al Viento, no sienten al Sol sobre sí, ya sólo quieren prender la televisión o la computadora, ya no juegan en el monte, ya no andan descalzos -lo asumen como pobreza-, ya no quieren hablar su idioma -lo asumen también como pobreza, retraso-, ya no quieren escuchar a sus abuelas, a sus abuelos. Quieren sólo un premio, un juguete que no les importa más que para tirarlo o romperlo, presumirlo. Quieren un dios que no contemplan. Ya no sé qué tanto quieren, sólo quieren ser distintos a sus padres y no tienen muchas opciones, el mundo occidental gusta de uniformar y hacer que la gente sea homogénea en todos los sentidos.

     

    En esa otra forma de pensar el bienestar, el individuo es sólo una pieza en la maquinaria de un sistema que se engrana a través de la deuda y la enajenación, la desinformación, el control sin arbitrio, sin disculpa. Si el individuo falla, simplemente es remplazado por otro. Nunca falta un buen remplazo, todos han sido ‘educados’ para buscar, necesitar, consumir y sentirse complacidos por lo mismo. Hasta las fantasías son las mismas.

     

     

    Mi vida es también vida de todo lo que me rodea.

    Sin asumir esta responsabilidad no hay verdadero sentido de bienestar personal, de plenitud, de integración ante lo que si se contempla, el Sol y las aves del cielo, la Tierra y los árboles, los ríos, lo azul, lo verde, cada gota de rocío que inunda el campo. Todo, incluso lo que no tiene color, incluso el Viento que nos da la vida y no es nuestro.

     

    Mi vida es la vida de todo lo que me rodea.

    Quien hace daño a sí mismo hace daño a la naturaleza, nuestro cuerpo es un préstamo y la plenitud es entenderlo a cabalidad. Extender lo que lo hace posible. Reír, jugar, trabajar, sudar, sentir, sufrir, todo es posible y todo hemos de hacer, pero cuidar al cuerpo es esencial.

     

    Mi vida es la vida de todo lo que me rodea.

    Tomo pero devuelvo, permito y ayudo que vuelva a crecer, no arranco de raíz. Nutro, planto algo más y comparto. Comparto y agradezco. Sí, así es la amistad y así también lo debe ser nuestra relación con todo aquello en el Cielo y todo aquello en la Tierra.

     

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  • Soy Ajq’ij y hablo con el Fuego a diario

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    Autor invitado:

    Ajq’ij Apab’yan Tew

     

     

    Una vez un abuelito Ajq’ij de Totonicapán, Guatemala, me fue a buscar al lugar donde yo vivía en esos tiempos. Caminando a sus 94 años cruzó la montaña hasta llegar a Nawalja’ -población colindante pero ‘separada’ por bosques y una cordillera alta-. Sobra decir que, el trayecto, es difícil aún para alguien joven. Yo me extrañé de su visita y me sentí muy bien pero con dudas: ¿Cómo, quién le había hablado de mi? No me dijo nada, ya que yo no le pregunte nada al respecto. Cuando estuvimos a solas me pidió un favor. Me dijo: lal, jun nutuxal, – ‘usted mi retoño’-, utz kinta’ jun tokob’ mayij, – ‘quiero pedirle un favor grande -‘:

    ¿Podría usted conseguirme una biblia en idioma (maya) K’iche’?

     

    Yo le dije que podía y lo haría pero creo que no pude ocultar que me desagradó la idea -y no por el gran abuelito sino porque me había pedido la biblia-. Diligente, como suelo ser, fuí a Xela a la primera oportunidad y compré la dichosa biblia en K’iche’.

     

    Cuando yo le pregunté, en aquella ocasión, a dónde debía de llevarle la biblia, el gran Ajq’ij me contestó que no me preocupara, que por el acto mismo del favor, el vendría de vuelta a recoger el pedido. Yo me sentí acongojado; tonto e infeliz, como solía ser en aquellos años, pensé que no debía de comprometer la salud del abuelito por esa razón y que yo, joven, quizá irradiante de vitalidad, bien podría cumplir dobles, triples favores. Tonto, infeliz y en desagrado asentí y me comprometí…

     

    Pasaron varios meses y yo con la biblia quemándome los muebles y la mirada cada vez que la veía…

     

    Entonces un día el gran Ajq’ij tocó la puerta. Venía con el Patan cargando un bulto. Había traído comida desde su aldea y era alimento especial ya que él había llegado a charlar todo el día: tocó la puerta a las 06:00 am. ¿A qué hora salió de Toto? Cuando estábamos conversando me pidió otro favor: ¿podría usted, mi retoño, buscar y leerme – en Kíche’-, dónde es que el Moisés ese habla con la mata de yerba que arde y no se consume?Acá adelanto una disculpa si no me expreso bien, quizá falten signos o una ortografía correcta o, lo que podría ser peor, una mejor o más extendida explicación. Sachaj alaq’ numak.

     

    Yo conocía la biblia pero no tanto en realidad. A mí se me había obligado a leerla; yo fui, como muchos de nosotros, encadenado a tener miedo, a sufrir por no cumplir, yo también le tuve temor al castigo. Así que cuando el gran Ajq’ij me pidió ese favor lo hice con mucha tristeza ya que no podía siquiera comprender cómo, después de tantos años, se me pedía esa tarea. Pero lo hice ya que nosotros Mayaib’ Winaq, crecemos con ese gran consejo de atender con respeto a las abuelitas y abuelitos.

    Encontré la cita, la leí y la repetí varias veces. Y entonces el abuelito, el gran Ajq’ij, tomó la biblia un momento y al dármela de vuelta me dijo: -yo no sé leer, no necesito el libro este, quédeselo usted por favor.

     

    Y añadió: -ya kinnatab’a, ‘ya memoricé/sentí -‘.

     

    -¡Ya tengo con qué responder! El moisés ese habló con dios hace miles de años y lo hizo una sola vez, pero yo, ahora, sabré decir algo más importante a quien me ataque: ¡yo sigo haciéndolo aún, soy Ajq’ij y hablo con el Fuego a diario!

     

     

     

    ©Ajq’ij Apab’yan Tew

     

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  • Qachak Qapatan Ri qab’antajik Ajq’ijab’

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    Autor invitado:

    Ajq’ij Apab’yan Tew

     

     

    Nab’e

    Hace varios años, cuando aún solía atender invitaciones de parte de grupos dedicados a la ‘espiritualidad’ -grupos en realidad urbanos y conformados por personas de distintas ‘tradiciones’ y corrientes, profesiones y edades-, recibí una carta muy amable donde se me hacía partícipe de un evento extraordinario.

     

    Papel fino, impecable impresión. Decía allí que ‘Jefes y Autoridades de distintas naciones indígenas’, se reunirían en cierto lugar ‘energético’ para hablar de  cosmovisiones nativas y ‘unificar’ entre todos, un criterio de acción para desarrollar estrategias de lucha que, como hermanos e hijos del Sol, se debían emprender ya, en contra del embate nocivo de las sociedades industrializadas. Sí, he de decir que me extrañó un poco la afirmación de ‘hijos del Sol’ y también, otro tanto, me extrañó la lectura de que ‘Jefes y Autoridades’, cuya identidad no aparecía en ningún lado, iban, esta vez sí, a hablar a nombre de su pueblo.

     

    “Los fondos recaudados serán donados a pueblos indígenas”.

     

    Cosmovisión. Dondequiera se escucha ahora, cosmovisión. Está en todas partes cuando se habla de los Maya. Cuando se habla de las naciones originarias. Cuando se habla de profetas y jefes ancianos, líderes, actores activos o pasivos a los que no se les ha dado la oportunidad de hablar cabalmente. Cosmovisión suena grave. Latente. Es una palabra que parece venir acompañada de historias de fundación y sonajas y tambores y piras ceremoniales con espíritus rondando y hablando sólo a los elegidos para transmitir un mensaje trascendental. ‘Cosmovisión indígena’, ahora, llena foros enteros.

     

    Inmediatamente decliné, rechacé la invitación telefónicamente. Recibí otra carta por mensajería privada, sólo unas horas después. “Necesitamos la voz de los Mayas”, insistía. En fin, me la creí. Aún ahora, tiempo después, no tengo nada en contra de nadie y cada acto posible, en la interacción humana, podría ser un nodo nuevo de entendimiento global y un nodo nuevo encaminado a distintos propósitos, sean estos personales o, lo mejor, interpersonales. Cándido, neutro, asistí.

     

    No diré dónde ni con quienes estuve.

     

    El amanecer fue espectacular como lo son todos y ya, antes de la salida del Sol, cantaban y hablaban y murmuraban los hermanitos, muchos ellos, en las ramas de un árbol pequeño que estaba localizado exactamente atrás de donde se me había hospedado. A mí me tocó estar en el ala sur de una construcción. Un ala que pertenecía a una inmensa construcción hecha en el medio del desierto. Hacía frío allí pero ni a mí ni a los pajaritos del árbol, ni a los cocineros ni ayudantes, nos había importado lo mínimo. Algo sí me extraño, ¿dónde habían hospedado a los ‘Jefes y Autoridades’? Evidentemente, tenía ganas de dialogar ampliamente con ellos.

     

    Debo aclarar acá que, cuando llegamos todos, horas atrás, nadie pudo ver gran cosa y realmente nadie pudo verse del todo. La llegada de la noche nos había impedido hacer salutación alguna. Una tercera carta, entregada al momento, nos indicaba dónde debíamos pernoctar. Seguí las instrucciones que se asignaron y, por educación, no hice ya nada más. En mi habitación, limpia, sencilla, abrí mi maleta y agradecí por mi camino y buen arribo antes de dormir.

     

    Eso sí, con muy poca luz, cuando llegué, calculé la dimensión de las distintas áreas. Había una como casa central, una como cabaña, una como construcción de madera muy bien hecha ella y muy como en el centro. Desde allí y sirviendo como eje central, había un ala norte, un ala sur y se notaba un espacio extra, muy, muy hacia atrás, que parecía servir de bodega.

     

    Salió el Sol. Gran Padre. En medio de un desierto, comenzaba a ser difícil pensar que nos cobijaba, de cierto, nos abrasaba. Cada uno de sus bigotes nos tocaba muy fuerte y miré que a todos, menos a mí, les incomodaba. Había, en la gran explanada de la construcción del medio del desierto, pocos árboles donde mantenerse en sombra. Allí quizá, podría encontrar a los posibles jefes y autoridades pero había que respetar una agenda y un plan y un programa a seguir. Así que no pregunté nada.

     

    Llegó la hora. Salió la mayoría de la gente de su refugio y, para gusto de la presentación, grandes nubes comenzaron a arremolinarse encima de nosotros. Eran nubes enormes pero algo dispersas que, con un poco de Viento alto, comenzaron a juntarse. Como que platicaban entre sí y se unían, cada vez más, para escucharse mejor. Horas después del discurso de bienvenida, las nubes ya estaban bien juntitas, ya eran una sola masa uniforme que comenzaba a oscurecerse como si su plática, en sí, fuese un gran secreto.

     

    Finalmente presentaron a los jefes y autoridades -a la fecha, no sé de donde llegaron. Native indians, se recalcó. Uno a uno, menos el Maya en medio de la multitud, hablaron de su causa, de sus cosas. Citaron saber a quién, a saber quiénes y a saber a cuántos pero, arriba, en las nubes, ya se había gestado una tormenta.

     

    Va a llover, sentí. Va a llover bien fuerte.

     

    Siguieron los discursos. Comenzó a hablar el Cielo pero nadie le prestaba atención. Palabras de amor y virtud, eran más fáciles de entender y desatender allá, en el podio. En el Cielo, serpientes estelares iban y venían del sur y hacia el norte pero sólo se veía su luz, no había nada más. Estaba todo en silencio.

     

    Tocó finalmente, mi turno. Ya los jefes y autoridades estaban cansados, ya todos con hambre. Ya todos en desolación e insolación después de escuchar duro y dale que sí, que sí, que hay que luchar, que sí, que sí, que hay que unirse, que sí, que sí, que hay que pensar que todos somos hermanos, que sí, que sí, que se debe construir un mundo mejor.

     

    Habló el Cielo antes que yo y antes de que me dieran un micrófono. En el medio del chaparral desértico, una voz fuerte, grave y metálica que hizo vibrar la Tierra, cayó cerca de nosotros, atrás de nosotros todos. Desde allí mismo, un Viento suave comenzó a surcar entre los matorrales cercanos. Repentinamente la luz del día no era la misma. La Tierra no era la misma. Los hermanitos, presentes desde el amanecer, ya no cantaban, ni hablaban ni murmuraban, ni siquiera habían volado cerca desde horas atrás.

     

    Y entonces, la presentadora del programa dijo apresuradamente a los jefes y autoridades, emplumados y barbudos, kaxlan y ladinos en sí: -ha llegado hasta nosotros, por primera vez, la Palabra de un gran jefe Maya. Ha llegado hasta nosotros, la Palabra de un representante de una gran nación que nos ha dado las más claras profecías. ¡Uff!, -hasta ahora lo decís, pensé y me recriminé. Ella hablaba con ganas de acabar pronto ya que la lluvia comenzaba a caer con gotas cada vez más grandes. -Ha llegado para hablarnos, ¡un gran indigente Maya!, gritó con euforia.

     

    ¡Un gran indigente Maya!, repitió, como esperando aplausos.

     

    Una persona del staff, sorprendida, le corrigió soplándole en la oreja: -no se dice indigente, se dice indígena. Y, para sorpresa de algunos, iniciadas e iniciados y seres de luz, chamanes y sanadoras, la presentadora respondió muy enojada por haber sido corregida: -y qué, ¿no es lo mismo?

     

     

    La lluvia antes tímida, ahora llegó acompañada de fuertes ráfagas de Viento y polvo y luz en violencia. Comenzaron a inundar todo posible espacio, quisieron y se dieron la gana de colar en toda ropa ceremonial, en toda pluma, en todo exótico tocado. Volaron y trastocaron todo cuanto pudieron y empujaron, a jefes y autoridades kaxlanes y ladinos maquillados de indios, hacia muchos refugios. Eso sí, ellos, por indicación de una carta especial reservada a los ‘principales’, no osaron irse hacia la cabaña central, no al epicentro del centro, centro. No al núcleo. Allí se estaba contando la plata.

     

    El indigente e indígena Maya -que para ellos vino siendo lo mismo-, dejó el micrófono de lado. No tenía caso. No había con quién hablar, ya se habían ido todos. De viva voz y desde mi cosmovisión, me tocó agradecer el momento, la Luz y la Oscuridad intermitentes. El Viento y la Tormenta. El Viento y el Frío, la Nube y la Neblina que nos hacen siempre posibles.

     

    -Maltiöx b’a la KajUlew, ‘gracias a usted CieloTierra’, dije en voz alta. Y esa fue toda mi participación. A la mañana siguiente, partí por mi propia cuenta.

     

     

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  • Su’t de Nawalja‘ (Tzute de Nahualà)

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    Autor invitado:

    Ajq’ij Apab’yan Tew

    Nahualà Quichè

     

    «…la primera pieza textil es un Sutab’al Su’t, ‘pañuelo ceremonial de mando’, Está hecho de dos lienzos grandes unidos por el medio con una randa muy elaborada que termina por formar un cuadro. Su dimensión aproximada es de 170cm x 170cm. (Hay ejemplares más grandes). Se usa en la cabeza siendo partido por la mitad y en entrecruzado. En el centro de cada lienzo y hacia un costado, se hace un brocado espectacular llamado Pop, ‘petate’. Dibujo/diseño Maya antiguo y contemporáneo del arte del gobierno y el mando circunscrito al diálogo con el Universo. Analizando la forma y la sintaxis de la escritura de este brocado, se halla un elemento muy importante: ri Q’ij, ‘el Sol’. A través de una matemática muy precisa en el conteo de hilos, la Palabra del Sol expresa tanto su salida y levantamiento, ‘chi releb’al ri Q’ij’, tanto como su caída y ocultamiento, ‘chi ukajib’al ri Q’ij’. El día y la noche. Después, a la izquierda y a la derecha en el mismo conteo, se distinguen dos esquinas más, que hacen un rombo en equilibrio con una elección precisa de colores. Enmarcando la Palabra del Sol se hallan cuatro ‘barras’ que cierran el conjunto. Dos ‘barras’ expresaran lo celeste y dos ‘barras’ expresaran lo terrestre. En las ‘barras’ celestes se escribe la Palabra de la Luna y las Estrellas, en las ‘barras’ terrestres se escribe la Palabra Kumatz, ‘Serpiente’. Esta Palabra tiene múltiples variantes, pueden ser la montañas ondulantes, el espíritu del Agua también en ondulación o podría ser el espíritu del Relámpago que une al padre Cielo y la madre Tierra. La cosmovisión Maya haciéndose ducto en el dictado del hilo.

    Después de un campo vacío de escritura, a los costados, en las cuatro esquinas del Su’t, se brocan cuatro Chajinelab’, ‘guardianes’. Es distinto el espíritu que habla en ellos. Pueden ser hermanos quetzales, aves, frecuentemente venados, luciérnagas y también águilas.

    Los grandes pañuelos tienen cierta dificultad técnica a la hora del tejido. Son caros, muy apreciados, insisto, aquellos que usan las autoridades son enormes y claro, para el caso del tejido en Nawalja’, cierto desteñido en el brocado es muy importante. Se dice, es su Uxlab’, su hálito, su irradiación, tienen un alma.»

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  • El Sombrero

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    El sombrero es una prenda aportada por los españoles que se ha modificado para la clase pudiente y generalizado entre los labradores y artesanos. Atravès de las dècadas fuè cambiando tanto el sombrero de fieltro de ala ancha utilizado en el invierno europeo; hasta el sombrero de palma, utilizado en el verano en Europa.

    Estuvieron de moda en el siglo XIX y principios del siglo XX, recibiendo el nombre de panderete.

    El sombrero  fuè adoptado por los Mayas guatemaltecos, especialmente el de copa alta y ala corta pintados de negro, los cuales son utilizados  por los cofrades.

    Algunos sombreros  se decoran con listones, algunos bordados con flores. Se usan diariamente, de forma ceremonial y  para festejos especiales.

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  • El Tzute

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    El tzute es un pañuelo, paño o mantilla, elaborado generalmente en telar de cintura.

    Se utiliza amarrado en la cabeza, bajo el sombrero en las festividades religiosas o civiles, especialmente por los miembros de las cofradìas de las diferentes comunidades.

    Las mujeres cofrades lo llevan doblado en el hombro encima del velo tocado.

    Tambièn tiene otras utilidades dentro de las ceremonias:

    Se utilizan sobre los muebles y estan bordados en ambos lados; como paños de ofrenda, de hombros y andas durante las procesiones.

    El tzute tambien es utilizado como servilleta de cofradìa; como ofrenda o para cubrir ofrendas y generalmente es donada por la alcaldesa o por el cofrade. Otros usos  son para hacer un anudado que recibe el nombre de tanate o bulto el cual tiene como finalidad envolver compras e incluso llevar cargado a un niño.

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  • El Tocado

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    El pelo representa belleza, el tocado realza esa belleza.

    El tocado le da al personaje status, jeràrquico, social y religioso.

    Desde la època prehispànica, se observan personas tanto femeninas como masculinas  en murales, estelas, vasijas y còdices con sus tocados; que dan a conocer su rango dentro de la sociedad.

    Los tocados se llaman tocas, cofias o albanegas, bonetes, rollos y sombreros; estos ùltimos traidos a la usansa europea del siglo XV.

    En Guatemala los tocados pueden ser llevados con el pelo suelto, recogido, trenzado, con canelones o enrollado. Se complementan con cintas, listones, cordones de lana, tecoyales de tapicerìa y tzutes que se llevan amarrados alrededor de la cabeza de los hombres y en las mujeres se dobla y coloca encima de la cabeza.

    Los güipiles se colocan igual que los velos, quedan colgando sobre la espalda siendo el màs reciente el sombrero. Las cintas o tecoyales terminan en pompones o borlas, acordonadas, trenzadas o enlazadas en cadenas.

     

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  • Iq’

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    En la espiral de tu nombre

    me lleno de vida,  fragancia y flor

    es tu perfume, esencia, aroma del padre sol

    son las violetas con sus siluetas

    madre, chirimìa y tun

     

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  • Libertad

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    Encanto; àbreme la puerta a la eternidad

    quiero volver a volar

    abriendo mis ojos, mi mente,

    aspirando profundo el aroma de patria,

    el murmullo de hojas y cantos,

    y luego rendirme a tus pies.

    Oh! bellos volcanes,

    Oh! nahuales, espìritus  puros

    del viento y del mar.

    Inspiro en mi pecho  las càlidas lunas, paraje de lluvia

    paisajes de sol.

    Y sobre la alfomfra de musgo y en un vendaval,

    regreso de lleno abrazarte, para dormir en tu aurora

    retozando en el patio que un dìa dejè,

    Oh! pristina brisa de mi paìs.

    Inunda!  mi alma de bello Color

    para tejerte un manto lila de canto y de flor.

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