El Universo Maya
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Los indígenas No morimos, Nos Reincorporamos A La Madre Tierra
Autor invitado: Ollantay Itzamná
Los dos primeros días del mes de noviembre, desde México, pasando por Guatemala, hasta Perú y Bolivia, las casas, calles y campos santos (cementerios) se revisten de flores multicolores, de dulces aromas, de abundante comida y bebida, y de música en vivo. Los cristianos denominan a esta fiesta como el Día de los Muertos. Para nosotros/as es la fiesta ritual de la vida y de la convivencia.
Para nosotros no existe la separación excluyente y dualista entre la vida y lo que llaman muerte. Quienes fallecen no desaparecen, se reincorporan al vientre de la Madre Tierra para seguir conviviendo en la comunidad cósmica. Conviven con nosotros, nos acompañan y nos protegen. Hablamos, celebramos, soñamos, reímos y lloramos con ellos y ellas.
Por eso, en Los Andes, aún existen en los cerros chullpares o pukaras, (recintos cilíndricos construidos de piedras) en los que se guardaban embalsamados a nuestros fallecidos por un período de tres años (tiempo para la biodegradación del cuerpo). Luego, los cuerpos eran trasladados a las casas respectivas para convivir permanentemente con la familia y en la comunidad.
Mientras los cuerpos embalsamados se encontraban en los chullpares, comunidades enteras se trasladaban, casi a finales del mes de octubre (inicio de la nueva siembra, según calendario agrícola), en fiesta, con abundante comida, bebida, flores, tambores y quenas, hacia los cerros en los que se encontraban estos recintos para celebrar la vida y la convivencia con los ajayus (espíritus) de los fallecidos. Luego que los restos óseos eran reincorporados a las familias, en sus respectivas comunidades, continuaban las celebraciones en el mes de octubre, con mucha comida, bebida y música, y se los sacaba a pasear por los caminos. Incluso en este tiempo, en las alturas del Departamento del Cusco-Perú, todavía llevamos a las iglesias los huesos de nuestros fallecidos, envueltos en mantas, a escuchar misa.
Con la colonización cristiana, nos destruyeron también nuestros chullpares, y nos obligaron a llevar a nuestros familiares “difuntos” a los campos santos. Dice la doctrina cristiana que todo bautizado es santo, por tanto, el lugar donde se los debe entierra es en el Campo Santo.
Pero, igual, en las comunidades y ciudades (como La Paz, Cusco, Cochabamba, Ayacucho, etc.) seguimos festejando la vida y la convivencia con los nuestros los dos primeros días de noviembre. Hacemos comida, bebida, cortamos flores, y con eso y mucho más organizamos mesas de ofrendas para celebrar con los ajayus de los nuestros.
Dependiendo de si el alma es nuevo (hasta tres años de fallecido) o antiguo, armamos la fiesta sea en la casa o en el campo santo. Porque, según nuestra espiritualidad y filosofía, nadie perece (muere), sino que se reincorpora a la Madre Tierra para seguir subsistiendo y tejiendo la vida en la comunidad. Quizás por ello no tememos a eso que llaman muerte.
Todos venimos de la Madre Tierra (estamos hechos de los mismos elementos químicos de los que Ella está hecha), y la reincorporación a su vientre húmedo y fresco, es la compañera con la que nacimos. Lo importante es que esta reincorporación ocurra cuando hayamos cumplido nuestra misión sobre la piel de la Pachamama.
Inicialmente, según la historia de la doctrina cristiana, la muerte no era lúgubre para el cristianismo. Recuérdese que las primeras comunidades cristianas conmemoraban y celebraban las fechas de fallecimientos de sus santos. Por eso, en el siglo IX, el Papa Gregorio IV, estableció el primero de noviembre como el día de Todos los Santos, porque muchos santos no tenían fiesta establecida en el calendario gregoriano. Gregorio lo puso en esa fecha porque en Europa, sobre todo en el norte, entre los celtas, en esas fechas se hacía la fiesta (“pagana”) del paso de la vida a la muerte. El origen de la fiesta de Halloween.
En teología católica a esta estrategia “evangelizadora” denominan inculturación (introducir la doctrina cristiana en el corazón de las fiestas “paganas” para convertir dichas culturas en cristianas) Producto de esa estrategia evangelizadora nosotros también celebramos el día de nuestros ajayus los primeros días de noviembre. Pero, ya no con chicha (bebida fermentada de cereales) o con apthapis (comidas comunales), ni en los chullpares, sino en los cementerios, con misas, cervezas y consumismo frenético.
El cristianismo, como toda religión monoteísta, configuró la psicología individual y colectiva de las personas en base al sentimiento de culpa y de pecado. Del miedo al infierno y al fracaso existencial nace el miedo y el rechazo a la “muerte”. La modernidad afianzó a los sujetos en este principio. Por eso, en el mundo occidental los vivos lloran por los “muertos” y se deshacen de ellos.
Pero, ni tan siquiera con la truculenta colonización de más de 5 siglos, han logrado aniquilar nuestras espiritualidades de la vida. Todo Santos no es el recuerdo de los muertos, sino una fiesta ritual en la que celebramos en plenitud nuestro convivio con las y los que se nos adelantaron en su reincorporación a la Madre Tierra para seguir caminando, conviviendo, conversando, llorando, soñando con nuestros/as protectores/as. Así, nuestro caminar hacia el añorado vientre fecundo y fresco de la Pachamama se hace ligero, festivo y sin miedos.
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El Chocolate
Autor invitado: Sonia Iglesias y Cabrera
Esa deliciosa bebida que llamamos chocolate, propia de emperadores y dioses, se elabora con las semillas del cacao, planta perteneciente a la familia de las Esterculiáceas, del género Theobroma, cuyas especies principales son el T. Cacao, el T. Angustifolium y el T. Bicolor H. y S. Al árbol del cacao los antiguos mexicanos lo llamaban cacao-cuauhuitl, del cual diferenciaban cinco especies: cuauhcacáhuatl, mecacáhuatl, xochicacáhuatl, cuauhpatláchtli y tlacacáhuatl. De estas especies la que se empleaba más frecuentemente para hacer el chocolate era la tlalacacáhuatl, cuyo nombre significa “cacao de tierra”, las restantes servían como moneda de cambio.
En referencia a la etimología de la palabra “cacao”, la Enciclopedia de México nos informa que se trata de una voz maya, cacau, que al ser empleada por los mexicas se adoptó a la fonética del náhuatl y se convirtió en cacáhuatl. … ( Tal vez por conducto del zoque cacahua) y a la mayoría de las lenguas europeas casi sin alteración. Parece que la radical cau, que se encuentra igualmente en las formas caoc, chauc y chac y que significa “rayo”, se emparenta con muchas palabras mayas relacionadas con el fuego, la fuerza, el color rojo y el calor. En cacau convergen los conceptos de fuerte, por su singular propiedad energética, bien conocida por los mayas y otro atributo que se expresa en la radical cac: el color rojo de su cáscara. Las siguientes lenguas mesoamericanas emplean formas afines a caco. Chol: cucuo;chorti: cacao; have: cacau; kekchí: cacao; lacandón: chau; kakchiquel: cacou; maya del Chilam Balam de Chumayel, del Códice Pérez y moderno de Yucatán: cacau; mopán: cucuh; pocomchí: quicou; popoluca de Sayula: cágua; quiché del Popol Vuh; caco o cacu; tzeltal: cacab, en el siglo pasado y actualmente (en Bachajón): cacau; tarasco: cahecua.
En cuanto a la palabra xocólatl, Sebastián Verti opina que era el nombre que los indios daban al cacao y que proviene de – atl, agua, y de xoco, onomatopeya del ruido producido por el agua en donde se hierve al cacao.
Por su parte, Ramón Cruces Carvajal opina que xocólatl proviene del náhuatl xócoc, agrio, y atl, agua; lo que significaría “agua agria”, etimología que se sustenta en el hecho de que el cacao sin endulzar tiende a ser agrio.
Don Artemio del Valle-Arizpe cita a Eufemio Mendoza quien afirma que el vocablo chocólatl, significa “agua que gime”, por el ruido que se produce al ser batido. De tal manera que la palabra vendría de choca, llorar y atl, agua; o bien de choca, llorar, de coloa, rodear o dar vueltas y de atl, agua; lo que significaría “agua que gime al dar vueltas el molinillo”. El historiador menciona también que don Jesús Sánchez deriva la palabra de pozólatl, bebida de maíz cocido acompañado de varios ingredientes, término que los españoles descompusieron en pozolate y luego chocolate.
Sea cual fuere la etimología de la palabra, lo cierto es que los mexicas tenían en alta estima a esta deliciosa bebida cuyo fruto simboliza al corazón humano y cuya preparación representaba la sangre. Al corazón correspondían la vitalidad, el conocimiento, la afección, la memoria, el hábito, la voluntad, la acción, y la emoción. Así como la sangre tenía la importante función de fortalecer, dar vida y posibilidad de crecimiento.
La tradición oral de los mexicas nos cuenta en una leyenda que Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, dio a los toltecas el maravillo cacao, junto con algunas otras plantas y raíces comestibles, como el maíz, el frijol, y la yuca. El propósito del dios consistía en tener a los hombres bien alimentados para que pudiesen dedicarse con tranquilidad a estudiar, convertirse en hombres sabios, en magníficos arquitectos, y en delicados artistas y artesanos. Quetzalcóatl se robó el árbol del cacao del paraíso donde vivían los dioses y plantó un pequeño arbusto de hojas rojizas en las tierras de Tula. Ya que hubo plantado el arbusto, se dirigió a ver al dios del agua Tláloc y le pidió que enviara lluvia para que la planta se alimentara y creciese bella y abundante. Poco después, se dirigió a la morada de Xochiquetzal, Flor de Plumaje Precioso, diosa de la belleza y del amor, y le pidió que diese a su árbol flores maravillosas. Con el tiempo, la planta dio frutos de cacao. Entonces, Quetzalcóatl les enseñó a los toltecas a tostar los granos que crecían dentro de una vaina, a molerlos, y a batirlos con agua para obtener la estupenda bebida que conocemos con el nombre de chocolate. Los toltecas, bien alimentados con la sabrosa y energética bebida, acrecentaron sus poderes y se convirtieron en hombres fuera de serie.
Cuando llegó a conocimiento de los dioses lo maravillosos que eran los toltecas gracias al chocolate que Quetzalcóatl había tenido la desfachatez de robarles, montaron en cólera y la envidia los embargo sin piedad. Opinaban que la tal bebida sólo había sido destinada a los dioses, que nadie más podía gozar de su sabrosura y de sus cualidades. Así pues, rojos de ira, juraron vengarse de Quetzalcóatl y de los toltecas.
Un mal día, uno de los dioses, Tezcatlipoca, el eterno enemigo de Quetzalcóatl, se transformó en mercader de pulque, se acercó a la Serpiente Emplumada y le ofreció una jícara con tlachihuitli, pulque, para que lo bebiera, asegurándole que esa bebida tenía el poder de quitar las penas y cualquier incómodo malestar. Quetzalcóatl tomó el brebaje y, como era de esperarse, se emborrachó. Al otro día, el dios despertó, y al darse cuenta de lo acontecido, se sintió avergonzado y humillado por la borrachera que se había puesto y por la venganza y la envidia de los dioses. Maltrecho y deshonrado, decidió irse para siempre. Antes de partir vio que todos los árboles de cacao que con tanto cariño habían cuidados los toltecas, estaban secos y convertidos en huisaches. Sin embargo se percató que en el suelo habían quedado algunas semillas intactas. Quetzalcóatl las recogió y se las guardó en su morral. Al llegar a Tabasco, las arrojó en tierra fértil, donde se reprodujeron generosamente, como podemos ver hasta estos días.
Gracias a tal acción de la Serpiente Emplumada podemos disfrutar de la exquisita bebida que en todas partes se conoce como chocolate, y es un aporte de México a la coquinería de todo el mundo.
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Abya Yala: ¿Por qué nos inculcaron el miedo a la muerte?
Autor invitado: Ollantay Itzamná
El mes de noviembre nos muestra destellos sobre la concepción precristiana de los pueblos y civilizaciones aborígenes de Abya Yala sobre la “muerte”.
Desde los pueblos indígenas de México, pasando por los de Centroamérica, hasta los pueblos indomestizos de Suramérica, celebran con algarabía y derroche de colores la fiesta de los difuntos. En algunos pueblos de Mesoamérica, desde finales de octubre las familias visitan con bandas de música a los panteones o cementerios para anunciar y convocar a los difuntos “que la fiesta está ya por llegar”. Los maya chortís de Honduras, hasta finales de noviembre aún continúan celebrando el siquín (altar y comida comunitaria): “Aunque ellos (los difuntos) siempre están con nosotros, todo noviembre especialmente ellos están en la comunidad”, indica Don Timoteo López.
Zapotecos (México), aymaras y quechuas (Bolivia y Perú) celebran la fiesta de difuntos entre calaveras y las cruces, pero con jolgorio, no acongojados. Entre finales de octubre y primeros días de noviembre, Oaxaca completa se inunda de calaveras, flores, chocolate, panes, tamales, música, comparsas en las calles. Allí no hay lugar para pensar la muerte como una pérdida o un final, sino como una fiesta que abre a la vida en un nuevo ciclo. En la Abya Yala profunda, la fiesta de los difuntos es uno de los actos de resistencia sociopolítica más asombrosa que aún persiste contra la dominación cristiana-occidental.
Las crónicas de la Colonia indican que en la fiesta de difuntos las familias andinas subían a los chullpares o pukaras (lugares sagrados precristianos) para reencontrarse, celebrar, comer y beber chicha con sus seres queridos. Difuntos con más de tres años de antigüedad eran bajados a las casas, y en la fiesta de difuntos los sacaban en andas para hacerlos pasear por las calles y caminos de las comunidades. Siempre con abundante comida, bebida, música y baile. Hasta ahora, en la zona andina, se sigue sacando los cráneos (ñatitas) de los seres queridos para que escuchen la misa en las iglesias.
Pueblos como nahuas o zapotecos, en la fiesta de los difuntos, no sólo preparan altares nutridos de comida, bebida, candelas, etc., sino que también en los altares ofrecen regalos de ropa y alhajas para sus seres queridos. “Le compro, por ejemplo, la blusa que le gustaba a mi mamá, luego de la fiesta me la pongo yo”, indica Cleotilde Hernández, indígena nahua.
Las familias zapotecas, no sólo llevan comida y bebida al panteón para dejar a sus difuntos, sino que comen y beben con ellos alrededor de los nichos. La noche del 31 de octubre, y los días siguientes, ciudades, pueblos y familias se trasladan casi por completo a los cementerios, no para llorar, sino para comer, beber, bailar y reír entre “vivos” y con los “difuntos”. Allí, la línea (concepción) divisoria excluyente entre la “vida y la muerte” se anula casi por completo, dando lugar a la comunidad cósmica.
Es más, vi en algunos pueblos zapotecos (como Capulalpam) que la fiesta de difuntos se convierte en un carnaval lúdico que transgrede lo establecido. Organizan comparsas no sólo para burlase de la muerte y de los políticos corruptos, sino también rompen piñatas en los panteones, estimulan la erótica, la sensualidad y la fertilidad. Así, es casi difícil concebir la muerte como un castigo o como un fracaso.
¿De dónde proviene el miedo a la muerte?
Nuestros abuelos nunca nos hablaron del wañuypacha (muerte como estado). Nos inculcaron el wiñaypacha (vida permanente). Por eso nos enseñaron que nosotros “somos como una semilla”. Que en un determinado momento, cuando cumplimos nuestro ciclo “sobre” la Pachamama nos reincorporamos al vientre o corazón fresco y fecundo de Ella para seguir subsistiendo en interrelación en todo y con todos. No existe la muerte como castigo o fracaso, sino como un “retorno” al útero materno para emprender otro ciclo de vida, y posibilitar así otras formas de vida. Por eso celebramos ese paso del cierre del ciclo de la vida “sobre” la tierra para reincorporarnos al vientre materno, sin separarnos de la comunidad humana-cósmica.
Pero, el cristianismo nos inculcó que la muerte es consecuencia del pecado. Que el pecado se castiga con el infierno. Por tanto, muerte e infierno son casi la misma tribulación. Para el cristianismo la muerte es un fracaso. Un final. Una anulación de la vida. La muerte es malo y la vida es bueno. Ambas, excluyentes entre sí.
Este maniqueísmo dualista, de origen platónico, fue trasplantado por San Agustín, en los primeros siglos, nada menos que en el corazón de la doctrina cristiana. Este maniqueísmo platónico les quita la paz interna a occidentales cristianos o no cristianos. Por más que hablen de la vida eterna (reservado sólo para santos-perfectos), los cristianos, asumen la muerte como el acabose, fracaso, tribulación. Un castigo, del cual intenta apartarse a toda costa.
De esta manera, la zozobra les habita porque intentan divorciarse o esconderse de la compañera más fiel y permanente de la vida, que es ese cierre de ciclo para retornar al vientre materno que llamamos muerte.
Lo más triste es que ese miedo a la muerte, implantado en la estructura psicológica individual y colectiva de las personas, es hábilmente utilizado por los administradores del miedo. Desde entonces, tienen casi de rodillas a pueblos enteros habitados por el miedo a la muerte, impotentes. Esperando sólo la milagrosa mano de Dios. Mientras tanto los doctrineros del miedo y de la muerte disfrutan la dolce vita, mientras sus fieles padecen en el laberinto del miedo. Honduras es un caso y consecuencia patética de este maniqueísmo cristiano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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JUWINÄQ NA’OJ – 20 CONSEJOS INDÍGENAS
Conocimiento recopilado por: KAJKAN FELIPE MEJÍA.
1. Levántate con el sol para orar. Ora sola(o). Ora frecuentemente. El Gran Espíritu oirá, ciertamente, si le hablas.
2. Sé tolerante con aquellos que han perdido el camino. La ignorancia, la presunción, la ira, los celos y la avaricia (codicia), provienen de un alma perdida. Ora para que ellos encuentren guía.
3. Búscate a ti mismo, por tus propios medios. No permitas que otros hagan tu camino por ti. Es tu senda, y sólo tuya. Otros pueden caminar contigo, pero nadie puede hacer tu camino (o caminar tu senda) por ti.
4. Trata a los huéspedes en tu casa con mucha consideración. Sírveles la mejor comida, dales la mejor cama y trátalos con respeto y honor.
5. No tomes lo que no es tuyo, sea de una persona, una comunidad, de la selva o de una cultura. No fue dado ni ganado. No es tuyo.
6. Respeta todas las cosas que están sobre esta tierra, sean personas o plantas.
7. Honra los pensamientos, deseos y palabras de todas las personas. Nunca los invadas, ni te burles de ellos, ni los imites de manera grosera. Permite a cada persona el derecho a su expresión personal.
8. Nunca hables de los demás de mala manera. La energía negativa que pones en el universo se multiplicará cuando retorne a ti.
9. Todas las personas comenten errores. Y todos los errores pueden ser perdonados.
10. Malos pensamientos causan enfermedad a la mente, al cuerpo y al espíritu. Practica el optimismo.
11. La naturaleza no es PARA nosotros. Es PARTE de nosotros. Ella es parte de tu familia del mundo.
12. Los niños son las semillas de nuestro futuro. Siembra amor en sus corazones y riégalos con sabiduría y lecciones de vida. Cuando crezcan, dales espacio para crecer.
13. Evita herir los corazones de los demás. El veneno de tu sufrimiento retornará a ti.
14. Sé verdadero (veraz) todo el tiempo. La honestidad es la prueba de la voluntad de uno en este universo.
15. Consérvate balanceado. Tu persona Mental, tu persona Espiritual, tu persona Emocional, y tu persona Física: todas tienen la necesidad de ser fuertes, puras y saludables. Ejercita al cuerpo para fortalecer la mente. Crece mucho espiritualmente para curar enfermedades emocionales.
16. Haz decisiones conscientes acerca de quién serás y acerca de cómo reaccionarás. Sé responsable por tus propios actos.
17. Respeta la privacidad y el espacio personal de los demás. No toques la propiedad personal de los demás, especialmente los objetos sagrados y los objetos religiosos. Esto está prohibido.
18. Sé verdadero ante ti mismo primero que todo. No puedes nutrir y ayudar a otros si no puedes nutrirte y ayudarte a ti mismo primero.
19. Respeta las creencias religiosas de los demás. No impongas en los demás tus propias creencias.
20. Comparte tu buena fortuna con los demás. Participa en la caridad.
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Picante placer
Autor invitado: Viviana Ruiz,
El accidente que originó que Cristóbal Colón descubriera América no fue el único afortunado error que el admirante cometió, pues, según se cuenta, cuando regresó al Viejo Continente con la noticia de un nuevo mundo, también llevó consigo un condimento que creyó que era pimienta negra, pero en realidad se trataba de ají (picante o chile). Se considera que el origen de las especies americanas son, principalmente, Brasil y Paraguay. En Guatemala, los primeros indicios que se tienen de este vegetal se encuentran escritos en el Memorial de Sololá (Anales de los Kaqchikeles), en donde se menciona de forma breve su uso como regalo para los señores (caciques) y para eventos u ocasiones especiales, como las bodas. En América del Sur, en cambio, cerámicas y textiles prehispánicos encontrados en Perú y Bolivia muchas veces lo retratan como una planta de gran importancia, no solo como alimento, sino en contextos mágicos y religiosos. Se le debe a los aztecas que en Mesoamérica se le conozca como chile —del náhualt chilli—. En la actualidad, además de ser uno de los condimentos más generalizados del mundo, es utilizado en la medicina popular, por sus propiedades curativas. Los curanderos y naturistas lo emplean para aliviar varios males: calmar dolores reumáticos y musculares, así como de oído, de muelas y/o de cabeza.
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Mineral Preciado Por Los Mayas
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Volviendo.
Llega revoloteando la luz del nuevo verano;
te veo contemplàndolo,
iluminàndolo con tu presencia
al lado de las dalias…….. volando las gaviotas.
Descubriendo lo que quedò; olvidando que te ausentaste.
Volviste como las mariposas y con tu màgico vuelo te alejas de aquì
se llena el vacìo, viene la tormenta, estallando en soledad.
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I’x
Fuerza, luz, suave consuelo
presencia de vuelo de ave
regocijo, cultura de k’atun y b’aqtun
la màs hermosa entre las Diosas.
Energìa con mirada de estrella
cabello peinado en dos trenzas,
alrededor de tu divinidad de ceiba.
Eres hermana gemela de la luna, envuelta en rumoroso oleaje de mar y espuma.
Beso tu rostro, tu mano envolviendome en lo nuestro;
identidad, raìz, fruto y aurora.
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Mi Madre
Suavidad de nube, luz de luna
claridad de aurora, luminosidad de la tarde.
Chispa de alegrìa
regocijo….. escondiendo mi tristeza.
Anteponiendo su abrigo, calor de sol y sombra.
Es usted; delicadeza, cuidado, cariño,
asì son sus pringuitas de Amor………
Es la belleza del rocîo,
que convierte mis momentos en eternos.
Adorada madre:
Su presencia es fuerza natural
pura y verdadera.
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Utz k’aslemalil Bienestar
Autor invitado:
Ajq’ij Apab’yan Tew
Bienestar y plenitud de vida. No, no es un anuncio sobre alguna pastilla mágicamente química para salir de la tristeza, y no, no es una frase fácil para venderle a otra persona algo que no necesita con un dinero que ni tiene y ya debe.
Acá es territorio Maya.
Utz k’aslemalil entra en significado desde antes de definirle lingüísticamente. Se le vive a través de dos principios básicos. Uno, no tomés del mundo más de lo que necesitás y, si necesitás tomar algo, entonces procurá devolver al menos tres veces lo que has tomado.
Esto es balance y compensación, principio básico de la visión Maya del mundo para entender al individuo en relación con su entorno y en los límites de su capacidad de percepción y desarrollo. ¿Porqué entonces es tan importante empezar con esto? ¿Habrá algo más importante para empezar?
Respirar. Aquello que nos da la vida, de entrada literalmente, no es nuestro. Entra y se transforma, nos da vida y nosotros, al exhalar, damos vida a algo más. Y así, uno entre muchos ciclos continuos de interrelación y simbiosis entre seres vivos, entre ser humano y madre Tierra, entre madre Tierra y padre Cielo y entre padre Cielo y todos, absolutamente todos.
Entonces, ¿aquello que es mi vida es también vida de todo lo que me rodea?
Sí, y es Palabra de los ancestros Maya que uno ha de entenderse en balance y resarcimiento, agradecimiento continuo ante el hecho mismo de estar vivo. Utz es ‘bien, bueno, positivo, real verdadero’. K’aslemalil es ‘vida, vivir, existencia’. Fin de la lingüística, se entiende fácil.
Hay algo que si no se ha entendido: el continuo avance de esas formas de pensar que no se entienden en armonía con su entorno, está inundando, cada vez más, y para el caso casi irremediablemente, de egoísmo e individualismo a la niñez Maya. Los niños ya no escuchan al Viento, no sienten al Sol sobre sí, ya sólo quieren prender la televisión o la computadora, ya no juegan en el monte, ya no andan descalzos -lo asumen como pobreza-, ya no quieren hablar su idioma -lo asumen también como pobreza, retraso-, ya no quieren escuchar a sus abuelas, a sus abuelos. Quieren sólo un premio, un juguete que no les importa más que para tirarlo o romperlo, presumirlo. Quieren un dios que no contemplan. Ya no sé qué tanto quieren, sólo quieren ser distintos a sus padres y no tienen muchas opciones, el mundo occidental gusta de uniformar y hacer que la gente sea homogénea en todos los sentidos.
En esa otra forma de pensar el bienestar, el individuo es sólo una pieza en la maquinaria de un sistema que se engrana a través de la deuda y la enajenación, la desinformación, el control sin arbitrio, sin disculpa. Si el individuo falla, simplemente es remplazado por otro. Nunca falta un buen remplazo, todos han sido ‘educados’ para buscar, necesitar, consumir y sentirse complacidos por lo mismo. Hasta las fantasías son las mismas.
Mi vida es también vida de todo lo que me rodea.
Sin asumir esta responsabilidad no hay verdadero sentido de bienestar personal, de plenitud, de integración ante lo que si se contempla, el Sol y las aves del cielo, la Tierra y los árboles, los ríos, lo azul, lo verde, cada gota de rocío que inunda el campo. Todo, incluso lo que no tiene color, incluso el Viento que nos da la vida y no es nuestro.
Mi vida es la vida de todo lo que me rodea.
Quien hace daño a sí mismo hace daño a la naturaleza, nuestro cuerpo es un préstamo y la plenitud es entenderlo a cabalidad. Extender lo que lo hace posible. Reír, jugar, trabajar, sudar, sentir, sufrir, todo es posible y todo hemos de hacer, pero cuidar al cuerpo es esencial.
Mi vida es la vida de todo lo que me rodea.
Tomo pero devuelvo, permito y ayudo que vuelva a crecer, no arranco de raíz. Nutro, planto algo más y comparto. Comparto y agradezco. Sí, así es la amistad y así también lo debe ser nuestra relación con todo aquello en el Cielo y todo aquello en la Tierra.
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