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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 13

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida

     

    La zarabanda está, como de costumbre: alegre.

    Abundan los borrachines que no se sabe si bailan o solamente brincan.

    Al respecto, Juan Huista que, al igual que los demás espectadores, mirones, shutes o noveleros  que ríe a carcajadas, dice, señalando a los borrachos: “Parece un cucarachero cuando se le echa oko”.

    Y las carcajadas proliferan.

    Bajo  la lluvia de notas musicales bailan.

     

    Neco,  hijo de Zacarías,  vende chupetes, cuyos palitos lleva clavados en un rosado trozo de mata de guineo majunche.

    -“Cooompren chupeeeetes.  Cooompren chupeeeetes…”-, ofrece.

    Camina entre los  mirones llevando asida con las dos manos su mercancía, erguido el trozo de guineo con sus chupetes cubiertos con papel de china de llamativos colores.

     

    -Este cementerio tiene más de 400 años de existencia, en cuyo centro  erigieron los antiguos habitantes una cruz de las ánimas, la cual aún se puede observar-, afirma don Filomeno Hernández Domínguez.

     

    No se sabe cuándo se realizó el primer enterramiento. Las primeras sepulturas han desaparecido, debido a  que las personas fueron enterradas en tierra.

     

    -Mija, pasame más boquitas-, ordena don Juan José Lemus.

    Y doña Carmen responde:-Solo fiambre  hay.

    -Ah, por eso no te preocupés, que para nosotros, hasta el jocote verde sale calidá…

    Y ríen.

     

    -Tío Chema, ayer usted habló sobre la festividad de Todos Santos Cuchumatán. ¿Puede contarnos más al respecto?-, solicita John, que, a pesar de que ha consumido muchas copas de comiteco, se mantiene en pie.                                                                                                                                                        

    -Con gusto mi amigo. La Carrera de las Ánimas es una de las principales actividades ceremoniales mayas en Huehuetenango, que data de la época Prehispánica.

    Se ha mantenido vigente con el paso de los años y cada 1 de noviembre viste sus mejores galas para presentar, ante propios y extraños, un ritual lleno de valentía y coraje de los participantes de Todos Santos Cuchumatán, donde sobresale el colorido del traje de esa región.

    Esta actividad, también llamada Juego de Gallos, comenzó porque 13 jinetes iniciaban a caballo la travesía de Totonicapán, pues debían llegar a una casa de velación antes de la medianoche del 31 de octubre.

    Se hacía con 13 jinetes porque este número, según la creencia prehispánica, era sagrado para los mayas. De esa cuenta, sacrificaban 13 aves a sus ancestros, cuya sangre es ofrecida a la tierra.

    Durante las primeras horas del 1 de noviembre hacen oraciones y un velatorio por las ofrendas para sus antepasados.

    También solicitan permiso a la madre naturaleza para comenzar las anteriores actividades, cuyo propósito era pedir buenas cosechas, alimentos y tener prosperidad a lo largo del nuevo año.

    Los integrantes de la cofradía, dirigidos por un guía espiritual son los encargados de la organización del evento.

    Desde temprana hora los visitantes se dan cita en el lugar destinado para esta tradición, en el cual un gallo es colgado de las patas en un extremo de la pista para que los montadores le arranquen la cabeza y luego ofrezcan la sangre del animal a la madre tierra.

    Constituye una forma de demostrar valor y coraje. Cada jinete alquila su caballo. Aparte, desde el velatorio comienza el consumo de bebidas embriagantes. Muchos participan ebrios en la cabalgata, y si alguien pierde la vida es señal de que será un buen año.

    Esta carrera se efectúa de las 6 a las 12 horas. Hay un receso de dos horas y se reinicia a las 14 horas, para culminar a las 18 horas, período en el cual corren de un extremo a otro de la pista de tierra, que es circulada con parales de madera. Como pista se ocupa una de las calles principales del municipio. Los cofrades controlan quiénes salen o entran del área ceremonial.

    El ritual representa un orgullo para cualquier todosantero, porque es un sacrificio para los ancestros. El jinete que sacrifica su vida, su nombre forma parte de la historia de las tradiciones del pueblo. Esa acción deja claro de dónde venimos.

    Aquí en Santa Ana Huista empezaron esta tradición los primeros todosanteros que vinieron como arrendantes, pero no tardó mucho en desaparecer.  Era el campo de aviación, allá en Lop, donde se ponía alegre. Lastimosamente no tardó mucho, como ya lo dije amigos”.

     

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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 12

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida

     

    -Esa cruz que ven en medio del cementerio, es la llamada “Cruz Grande”. Miren, esa señora la adorna y se adorna en memoria de todos aquellos difuntos que están en otro camposanto  o por aquellos que no descansan en un cementerio, como mi compadre  que secuestraron y mataron y que jamás hallamos su cuerpo-, dice tío Chema.

    Ahora toma la palabra Juan de Dios:

    -Cuando yo era un ixtío, mi abuelo me contaba que aquí habían pasado cosas extrañas, como la historia de aquellos enamorados.

    -Imagino que te referís a aquellos patojos enamorados-, interrumpe tío Chema.

    -Esa historia es cashé, pero da miedo-, comenta Pedro Ixim.

    -Es tuanis. Cuéntela tío Chema-, solicita Juan Huista.

    -Aquí, como en otros cementerios, han pasado cosas raras-, revela tío Chema, mientras desnuda con la mirada, a dos hermosas señoritas que leen la lápida del poeta extranjero en su propio pueblo…

    Después de lograr su cometido…, de los labios del legendario santaneco, brota magistralmente la leyenda:

    -Bueno, resulta que unos  patojos que estaban bien colgados, decidieron casarse…

    Seis  días faltaban para la boda. Las invitaciones ya se habían hecho, y el sacerdote de Jacaltenango  ya estaba apalabrado y vendría a oficiar la ceremonia.

    El casamiento estaba en boca de todos. Hay casorio muchá, decían en todas partes. Y es que en estos pueblos, todo se sabe muy rápido. Y como en bodas, cumpleaños, posaditas y en cualquier chonguengue, todos se van de colada.  Qué tu invitación ni qué ocho cuartos.

    Esperaba la gente un fiestón pues, con tamales y cusha, y desde luego, música de marimba.

    Se comentaba que estaría la marimba de don Gumersindo Palacios Flores. Y otros tigüileros que vendría Chapinlandia.  Puras babosadas muchá, pues el tata del patojo apenas tenía pisto. Al final, iba a tocar  la marimba de don Goyo Vicente, buena marimba, eso sí.

    El vestido de novia se lo encargaron a una de las mejores costureras del pueblo, doña Lida.

    Tres días antes estaba terminado. La patoja  lo recibió recontenta, se lo probó y lo guardó en un cofre.

    Un día después de haber recibido el vestido, enfermó. Se puso remal la pobre güira. Como de costumbre, fueron a la farmacia “Mesofil”, propiedad de don Filomeno Hernández Domínguez, secretario municipal;  y a los curanderos.

    Las medicinas y las curas que le dieron no le sirvieron en nada. Nomás gastaron su pistío. Se puso peor. Y ni modo: la boda se suspendió, para más adelante, para cuando la patoja estuviera bien. Asegún ellos.

     

    Pasó el tiempo, y nada. La pobre estaba cada vez más jodida. Y el traido estaba muriendo de tristeza.  Pero a pesar de todo, seguían con la ilusión de casarse.

    -Te vas a poner bien-, le decía el pobre güiro.

    Y ella no dejaba de chillar.

    Por supuesto que los padres de la chamaca no  se quedaron con los brazos cruzados. Vendieron el terrenito, los dos coches, la cabra, el burro y todo lo que tenían, con tal de que se curara.  Hacían todo lo que les aconsejaban, con decirles que le dieron leche de burra, miados de angurria,  caldo de zope y la chilqueban,  pero nada. Mandaron a traer a un famoso curandero de Comalapa, y nada. Sepa tata Dios qué tenía la patoja.

    En el pueblo se chismoseaba de un trabajito o de brujería. De la venganza de una patoja despechada que quería al traido.

    El pobre novio no dormía por velar, no trabajaba, no comía, no  hacía nada más que estar con ella día y noche.

    —Buscate otra mujer-, decía ella.

    -Comé será vos, cómo vas a creer semejante cosa-, respondía él.

    Y  la muchachita no mejoraba, cada día estaba peor. Desmejorada, demacrada, sin fuerzas, que no se podía parar. De una vez la pobre.  Las canillas parecían chucules o chiriviscos. La verdad es que todos nos sentimos muy tristes porque los patojos se querían mucho y no era justo cómo la vida los trataba.

    Una noche, ella le dijo:

    —Quiero que me vistás con mi traje de novia. Hacete la volada, ahora que todavía estoy viva.

    —No hablés así, que se oye feo. Ya te vas a poner buena.

    —Por favor, hacelo, si es que me querés todavía.

    —Está bueno pué

    El joven sacó del cofre el traje blanco. Desvistió a la novia y el escuálido cuerpo lo aterró. Aquel cuerpo sensual, bello y chulo, había desaparecido.  Parecía momia la pobre. Sus chiches aguadas de una vez, como jícaras mulcatías. Parecía cuerpo de una viejita de  noventa años.

    La vistió.

    También pidió que la peinara, que le echara vaselina en el pelo; que le pintara los labios y los cachetes, y que le echara su loción de siete machos. Y el novio le cumplió su deseo.

    — ¿Cómo me veo? ¿Estoy bonita?—, preguntó.

    —Sí, estás rechula —mintió él.

    —Dame un beso —pidió ella.

    Después del beso, se acostó y él la tapó con un poncho de esos que vienen a vender desde Momostenango cuando es Cuarto Viernes  de Cuaresma.

    Ella cerró sus ojos, dos lágrimas se deslizaron por sus mejillas,  y en sus labios se dibujó una sonrisa. Y de pronto, la latidera de la chuchada asustó a todo el pueblo, y una mariposa negra se paró en la frente de la patoja.

    —Despertá—le ordenó él.

    Pero ella ya jamás despertó. Se murió la pobre patoja.

    Fue muy triste. Hubieran visto el gentío que llegó al velorio y al entierro.  Y es que para todo somos shutes, noveleros…

    -Con razón, el maldito búho estuvo cantando durante muchas noches-, dijo su madre.

    El tiempo pasó.

    Después de la muerte de la patoja, él se puso a chupar día y noche, como si el guaro se fuera a terminar, y se mantenía casi todo el tiempo en el cementerio, donde dormía.  Se volvió charamilero.

    Sí, así como lo oyen ustedes: por las noches se iba a dormir sobre la tumba de su traida.

    Los familiares del muchacho hicieron cuanto pudieron, pero de nada sirvió.

    Y cada día los chismes sobre el patojo. Decían las viejas argüenderas que por las noches la difunta salía de la tumba y que mantenía relaciones sexuales.

    -Yo los he visto desnudos sobre el panteón haciendo sus cochinadas- repetía una chismosa.

    Todos los días, anocheciendo, después de vagar por el pueblo, el pobre patojo se iba rumbo al cementerio.

    Pero un día, ya no apareció en el pueblo, y alarmados, lo fueron a buscar al camposanto. Tremendo susto se llevaron cuando encontraron dos esqueletos abrazados sobre el panteón de la muchacha.

    Un esqueleto estaba vestido con un traje de novia, y el otro, con la ropa sucia, vieja  y rota, como la que usan los charamileros…

     

    -Muy interesante-dice John, mientras anota en su libreta.

    -Púchicas, ya me dio miedo muchá-, confiesa Pedro Ixim.

    -Pitudo sos vos Pedro-, bromea tío Chema.

    -Cheque, diría yo-, se mofa John.

    Y Juan Huista propone: Mandemos a la chingada al miedo con otros tragos de comiteco.

    -Que role el comiteco pué-, insinúa Pedro Ixim.

    Y siguen consumiendo licor.

     

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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 11

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida

     

    El 2 de noviembre, continúa la fiesta, como ya se dijo.

    Años después, Juan de Dios escribió: “Los días uno y dos de noviembre, se celebra el día de los santos y de finados. Las mujeres  se dedican con anticipación a confeccionar flores, chalinas y coronas de diversos colores y formas para adornar  a sus muertos niños, el primer día y a los muertos grandes el segundo día”.

    El Día de Muertos es una celebración que honra a los ancestros durante el 2 de noviembre, coincidiendo con la celebración católica del Día de los Fieles Difuntos.

    Los orígenes de la celebración del Día de Muertos  pueden ser trazados hasta la época de los indígenas de Mesoamérica. En la época prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

    Cuando los invasores españoles llegaron a América en el siglo XV, ellos estuvieron aterrados por las prácticas paganas de los indígenas, y en un intento de convertir a los nativos americanos al catolicismo movieron el festival hacia fechas en el inicio de noviembre para que coincidiesen con las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas, según varias fuentes.

    Un grupo de indígenas, en compañía de una marimba de tecomates, tambor, pito y chirimía, llega. Frente a la cruz grande se arrodilla y reza. Los indígenas  ofrendan su música. El tambor, el pito, el tambor y la chirimía cantan de manera tal, que hasta las piedras se inquietan…Luego, depositan flores silvestres  y   encienden velas de diversos colores. Posteriormente van a seguir con el rito a una tumba de tierra y arena blanca que se yergue bajo la sombra del frondoso conacaste. Esparcen hojas de pino, queman pom e incienso. Beben guaro de olla y con la boca rocían todo el panteón.  Ofrecen una danza.  El pito, el tambor, la chirimía y la marimba de tecomates  derraman su música. Danzan, consumen licor, besan  la tumba y cantan en su idioma.  Cuatro ancianas permanecen de rodillas en cada esquina de la tumba vieja. Rezan. Cantan.  El musgo incrustado en el panteón  antiguo  narra historias.

    -Los tres ejecutantes de chirimías o “chirimiteros”  son Shushcatal o Jesús Catalino; Shushquej o Jesús Gaspar y Shushmac o Jesús Miguel- dice don Próspero Morales.

    Siguen observando, mientras mastican silencio.

    -Se dice-explica tío Chema-, que ahí está enterrado  un cacique indígena.

    -Mi nana me contó que ahí está enterrado el rey Huistok-, comenta Pedro Ixim.

    -Y Juan de Dios replica:-Pienso que al hablar del rey Huistok, lo hacemos a nivel hipotético.

    Guardan silencio y siguen observando a los indígenas.

    Lo cierto es que en esa tumba senil   descansan las cenizas de algún personaje muy importante.

     

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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 10

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida

     

    Los barriletes gigantes y sus principales características

    Mezcla de artesanía

    Son elaborados con delicadeza y dedicación, para lo cual conjuga una extensa mezcla de artesanía, colorido y tradición, costumbrismo y folklore, así como los diferentes problemas sociales que afectan a nuestra sociedad, que plasman los participantes, llevando un trabajo laborioso de varios meses, de paciencia e imaginación.

    Materiales

    El armazón o estructura se forma con caña de veral o de castilla, caña de bambú, que se utiliza dependiendo de las dimensiones de los barriletes.

    Esta estructura se forma la noche del treinta y uno de octubre. Dicha estructura es amarrada con cáñamos o lazos y alambre de amarre hasta adquirir la tradicional forma poligonal. A esta actividad se le denomina “Lunada del Barriletes”.

    Papel de china

    Se constituye en base fundamental para la elaboración de los barriletes por su gran variedad de colores y su transparencia, ya que esto contribuye grandemente a una magnífica y colorida apreciación con los rayos solares.

    La cola del barrilete

    También conocida como Patzunga, tiene como función darle balance al barrilete permitiendo que, al producirse su elevación, no tienda a irse de lado. Se elabora de retazos de tela que son sobrantes de los trabajos que realizan los maestros sastres de la localidad.

    La longitud de la cola o patzunga es acorde al tamaño del barrilete. En su elaboración se utiliza una pita trenzada gruesa que va en el centro, luego se colocan los retazos de tela, atravesando la pita trenzada.

    Sumbadora

    Es un retazo de papel de china pegado a una pita, colocada en la parte superior del barrilete, es sostenido por dos cañas que están unidas a la armazón del barrilete”.

     

    John, escribiría años después: “En la profundidad de un cielo azul, claro y lleno de sol, se mecían los barriletes de diferentes colores cuyos dueños procuraban “encumbrarlos”.

    Durante esta celebración, en el cementerio, unos se  dedican a los juegos de azar, otros se embriagan y otros bailan, en el salón que antaño fue una galera. Y como siempre: algunos comen y beben por los difuntos…

    Y algunos ancianos relatas anécdotas referentes a esta festividad.

    Durante la noche del día de los santos, sale un grupo de católicos, con matates y redes, a visitar la mayor parte de las casas de la población, con su letanía de: “Ángeles somos, del cielo venimos, ayote pedimos…” ellos piden comestibles, frutas, y todo cuanto sea posible de comer.

    Y ciertamente las gentes les dan elotes cocidos y crudos, yucas, güisquiles cocidos, camotes, ayotes en dulce, hasta comida o tamales.  Todo lo que recolectan amanece en el altar de la iglesia, tendido en cuyo montón figuran no solo las verduras cocidas mencionadas, sino también diversas clases de frutas como naranjas, limas, guineos y otras de la temporada.

     

    Es evidente pues que estas celebraciones han tenido variantes con el tiempo.

     

     

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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 9

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida

     

    El Huisteco, en su edición del día 1 de noviembre, página 11, publicó el siguiente reportaje:

    El Festival de Barriletes Gigantes de Sumpango inició en 1978, y se realiza desde entonces cada año el 1 de Noviembre, en la celebración del Día de los Muertos o de Todos los Santos. Esta tradición de  elevar al cielo cometas multicolores se remonta a tiempos ancestrales, pues, anualmente las familias del área recuerdan a los parientes fallecidos.

    De acuerdo con una leyenda popular del municipio, cada 1 de noviembre  los espíritus malignos invadían el cementerio para molestar a las ànimas buenas que descansaban en este recinto. Tal incomodidad causaba que las almas de los muertos vagaran inquietas por las calles y viviendas humildes de Sumpango.

    El relato histórico indica que como el problema persistía con cada advenimiento del “Día de los Difuntos”, los sumpagueros decidieron  consultar el fenómeno con los ancianos. La solución, recomendada por los guías de la comunidad, fue forzar la retirada  de los intrusos mediante inducir el choque de pedazos de papel contra el viento.

    En Guatemala los barriletes pequeños  son mencionados ya hacia principios del siglo XVII por el padre Tomás Gage, en su crónica intitulada “Viajes de Tomás Gage a la Nueva España y Guatemala entre 1625 y 1637”.

    Tomás Gage entre sus acuciosas observaciones señala que para aquellos años, en el valle de las vacas, Pinula, Mixco, valle del Rodeo, Amatitlán y Petapa, los niños y jóvenes volaban un tipo de cometa llamado “barrilete” para los días del uno y dos de noviembre, como expresión propiciatoria de conmemoración de los días de los Difuntos. El padre Fray Francisco Vásquez a mediados del siglo XVII, cronista de la orden Franciscana, refiere como una costumbre evangelizadora franciscana el vuelo de los pequeños   barriletes en los pueblos del altiplano occidental, aprovechando los vientos de octubre y noviembre,  relacionándola  también con el jubileo de los difuntos y los santos.

    Sin embargo, hasta el momento no se ha encontrado el hilo histórico preciso de los barriletes gigantes  de San Agustín  Sumpango y su pueblo vecino Santiago Sacatepéquez. Lo único que puede afirmar con certeza es el hecho que dicha región formó parte de una provincia franciscana.  Como hipótesis se puede inferir  que los barriletes pequeños, que se volaban desde los tiempos tempranos para el día de los muertos, fueron adquiriendo un nuevo significado y reelaborados por los habitantes Kaqchikeles  de Sacatepéquez, ya que, dentro de las cosmogonía prehispánica, también se celebra un espacio dedicado a los antepasados en una ceremonia especial denominada “Watzkib B’atz’”.

    Por otra parte, en el mundo prehispánico, las deidades de la muerte de “Xibalbá” vinculaban esencialmente con “Ah puch”, la cual moraba en el inframundo, necesitaba entrar en contacto y equilibrio con la deidad dual del supramundo representada por “Corazón del cielo”, “Corazón de la tierra” y por Ixmucané, la Gran Abuela Formadora. Los rituales de comunicación, lo constituían ceremonias con “pom” y humo sacro perfumado que junto a las oraciones, se elevaban al cielo y se perdían en el infinito.

    En particular esta ceremonia cultural era muy importante para la comunicación entre antepasados y vivos. Para los habitantes  de Sacatepéquez fue posible ligar entre los pequeños  barriletes que se elevaban al aire, elaborados por las familias patriarcales y aquel ancestral humo sacro. Es indudable que la mano santa de la evangelización está presente en todo momento en estos procesos  iniciales.

     

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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 8

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida.

     

    A mediados de octubre, cuando el viento es propicio, es habitual ver a los niños volando barriletes en algunas calles de este poblado huehueteco que queda a 100 kilómetros de la cabecera departamental y  a 355 kilómetros de la capital.

    Sin embargo, muchos ignoran su origen.

    “Se vuelan barriletes en el cementerio -afirma don Filomeno Hernández- , pues se cree que éste porta mensajes que llegan a los dioses, según la creencia de los indígenas, y los ladinos dicen que no a los dioses sino a Dios. Es importante señalar que los barriletes  son el medio en el cual las almas bajan a nuestro mundo.  Esto nos enseñaron nuestros tatas”.

    El exalcalde Austreberto González  Morales opina: “Los días 1 y 2 de noviembre cada familia trae al cementerio su propio barrilete y lo hace volar. Es muy alegre. Es esa la forma de llamar a los finaditos, quienes según el color   identifican a sus parientes y logran unirse a éstos gracias al hilo que sirve como conductor”.

    Y agrega el señor González: “Cuando el ritual termina, los barriletes son quemados para que los muertos regresen tranquilos a su morada. Esto de la quema se hace en donde está la cruz grande, en el mero centro del camposanto. Se cree que   si los barriletes no se queman, las almas ignoran que ha llegado la hora de partir, y se quedarán en la tierra fastidiando a todo mundo. No es cosa sencilla”.

    Eso es cierto muchá-interviene tío Chema, y agrega-: en varios puntos de Guatemala, la cosmovisión prehispánica y la religión católica se entrelazan, como se observa en Santiago y Sumpango Sacatepéquez, donde se efectúan los famosos festivales de barriletes gigantes, que consisten en la exhibición de estos y en hacerlos volar. Los barriletes que se utilizan en la categoría de exhibición deben ser de entre 10 y 22 metros de diámetro, y los de vuelo, de tres a ocho metros de diámetro.

    Según la tradición oral, los barriletes representan la unión del inframundo con el mundo de acuerdo con los criterios cosmogónicos  de los indígenas. Es la vía de enlace  entre los muertos (“los santos”) y los vivos.

    El 1 de noviembre, el Dios –Mundo libera a las almas de los antepasados del  inframundo y durante veinticuatro horas los espíritus tienen la libertad  de visitar los lugares en que vivieron y sobre todo, a sus descendientes. Los vivos, por su parte, tienen que estar preparados para recibir a sus espíritus, porque si estos no encuentran buena acogida dentro de su familia, son capaces de infligir daños a las cosechas, causar enfermedades y atentar contra la existencia de los vivos.

     

    El ritual para recibir a los muertos  es riguroso: la familia se levanta muy temprano, a la salida del sol  del 1 de noviembre, esparce flor de muerto en el umbral  de la puerta de su casa y cuelga ramo de las mismas flores  en los marcos de las ventanas y de cualquier abertura que tenga la vivienda. Todo esto sirve para guiar a los espíritus  e indicarles que no se les ha olvidado y que son bienvenidos en sus viejas moradas.

    El altar que se construye en la casa se adorna también con flores de muerto, además  de la ofrenda  a los antepasados  como licor, pan, agua, frutas, café, pozol, pixques, atol de elote y candelas. Después de preparar la casa y el altar, toda la familia  se dirige al cementerio  para “adornar” o “vestir” las tumbas, generalmente pequeños túmulos de tierra  calcinada por el sol. “Vestir” una tumba  consiste en esparcir  flor de muerto a todo lo ancho y largo, colocando coronas de ciprés en la cabecera”.

     

    -¿Y cuál será el chiste de los barriletes pues?-interrogó uno de los tantos ahijados de tío Chema que pasó a saludar.

    -Chiste no vos-respondió doña Elena, quien explicó: Existe una leyenda tradicional en donde se indica que hace muchos años en el camposanto de Sumpango, el día de los difuntos era invadido por espíritus malignos que llegaban a ocasionar molestias a las buenas viviendas de la población.

    Según la leyenda los moradores de la época, dada la situación que prevalecía todos los años, decidieron consultar el fenómeno. La respuesta fue que el único medio para forzar la retirada de los espíritus del mal consistía en provocar que el viento chocara con pedazos de papel, cuyo sonido resultante, los alejaría en forma inmediata a los malos espíritus.

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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 7

    PLATO_FIAMBRE

     

     

    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida.

     

    En cuanto al fiambre, pocas son las familias que tienen el privilegio de degustarlo.  Y la familia de don José María Lemus tiene muchos privilegios.

    -Rico, muy rico-, afirma el estadounidense.

    -Se llama fiambre, John-, aclara Juan de Dios.

    -Chema, contá algo sobre la historia del fiambre-, solicita doña Elena.

    John toma su libreta y se prepara para  plasmar los conocimientos de tío Chema.

    -“El fiambre es el invento guatemalteco más apetitoso, entrañable y singular de nuestro inventario culinario nacional, el cual se disfruta el 1 de noviembre. Algunos historiadores sitúan los orígenes del fiambre a finales del siglo XVI  y apuntan que la receta de este platillo ya aparece reseñada en recetarios conventuales del siglo XVII.

    Una referencia más  directa nos la brinda  el padre de la novela histórica, el ilustre don José Milla y Vidaurre,  en sus Cuadros de Costumbres, escritos de mediados del siglo XIX, que  he traído en mi morral”.

     

    Tío Chema extrae el libro de su morral,  hojea, y lee lo escrito por José Milla: “…cuando (la gente) se hubo cansado de recorrer el panteón en todas direcciones y la Luna comenzaba a derramar su pálida luz sobre los mármoles de los sepulcros, fue alejándose poco a poco en busca del fiambre y de los otros platos que la costumbre quiere engullan los vivos al regresar de la visita a los restos inanimados de los muertos. Fiambre, en buen castellano, es un adjetivo que significa el asado o cocido que se ha dejado enfriar para comerlo así. Entre nosotros es un sustantivo, que designa un plato eminentemente nacional, compuesto de muchas hierbas y muchas carnes, que se come frío también, de donde probablemente le viene el nombre. Creo que habrá muchos guatemaltecos que no hagan, en la víspera del Día de Difuntos, la visita al cementerio, pero dudo que haya uno solo, sea de la clase que fuere, que deje de comer el fiambre, que se hace únicamente ese día, aunque no habría inconveniente en cualquier otro del año. Se hace así porque así se ha hecho siempre, y se seguirá haciendo hasta la consumación de los siglos, mientras haya en esta tierra costumbrera, con qué condimentar un fiambre y quién se lo coma el Día de los Santos”.

    -Muy interesante-, expresa John.

    Y Juan de Dios añade: La receta del fiambre la trajo  al pueblo tío Chema cuando fue a vacacionar a Antigua Guatemala.

    -De eso, ya hace mucho-, reconoce tata Chema, como también le llaman muchos.

    -No hace mucho, para El Día de los Muertos, muchos santanecos pasaban una noche en el cementerio y dormían al lado de las tumbas de sus familiares y era algo normal, pero el sacerdote lo prohibió y ni modo, no nos quedó más que obedecer-, revela doña Elena.

    Don Filiberto Mendoza Lemus iba de un lado a otro cantando  con el acompañamiento de la marimba “Celajes de mi tierra”.

    -Es la voz gemela de Jorge Negrete-, dice Pedro Ixim.

    -No, nada qué ver vos. Don Beto es don Beto-, contradice  Juan Huista.

    -Tenés razón. Lo que pasa es que tiene calidá de vos. Ya parece cantante mexicano-, reconoce Pedro.

    -¿Y qué tiene México que  no tenga Guatemala?

    -Tenés razón: Como Guatemala, no hay cien.

    Y tío Chema, interviene: Ixtos, ya se les secó la boca. Mejor hay que mojarla…

    Y, en ese preciso momento en que don Filiberto canta “El Corrido de  Vidalito”, de su autoría, tío Chema, Pedro Ixim, Juan de Dios y John, piden otra tanda…Sí, otra tanda de comiteco.

    -No se ahueve doña Veria, que estamos con tío Chema. Así que: na nais de fiado hoy-, bromea Pedro Ixim.

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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 6

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida.

     

    La cantina de doña Veria no puede faltar.

    Y ahí está Guilo, con una cerveza en la mano. A cada poco jala sal de una “peilita” con la yema del dedo índice  a la lengua.

    Muchos beben.

    -Ese Guilo es mero dundo-, dice uno.

    -¿Por qué?-, pregunta su amigo.

    -Porque para la fiesta del San Juan, quebró una botella. Como se cortó un dedo cuando hizo el montón de chayes, se envolvió telaraña que sacó del piñuelar y ya no siguió sangrando. Es mero burro.

    En ese momento, entra Lolo.

    -Una cerveza Gallo y un vergocho-, ordena.

    -Ah, púchicas vos Lolo, ya meshastes  y con babosadas-, bromea Guilo.

    -Es que la Gallo es muy fuerte vos, y me baja, pero con jugo vergocho-, justifica Lolo.

    -Se dice V8 vos. Bueno, salú pué, y que  se  te haga sangre.

    -Gracias vos, igualmente.

    Guilo enciende un cigarrillo. Expele el humo haciendo volutas. Luego pasa la chenca para  que todos le den un chupete, como se dice en estos lares.

    -Es Rubios mano, no es cualquier cosa-, se ufana.

    Lolo bebe, cuando Macario, yerno de Zacarías, entra. Lo ve. Lo insulta. Se entabla una discusión acalorada. Todos se ponen de pie, nerviosos, expectantes. Lolo le lanza un puñetazo. Macario cae. El griterío es ensordecedor. Cuando comenzó la pelea, Macario era altivo, orgulloso. Ahora estaba caído, humillado, sin aliento ni siquiera para pararse.

    -A Lolo se lo va a llevar la chingada porque ese  Macario sabe hacer brujería-, dice doña Veria.

    -¿Cuál es tu pedo conmigo?-, pregunta.

    Y Macario, que aún yace en el suelo, responde: Vos le metiste mano a mi hermana y le tocaste su cosa.

    Luego, quiebra una botella e intenta pararse, pero lo vence un tecomate de agua en la cabeza, que alguien le hace estrellar.

    La gente comienza a desperdigarse haciendo cometarios.

    Al fin, Macario se levanta y se va. Va triste, cabizbajo, derrotado.

    -Le voy a podrir la mano, por tentona-,  refunfuña Macario.

    Y ocho días después, la noticia: Se le pudrió la mano derecha a Lolo

    -No hay que ser tentón ni shulunero-, aconseja doña Abstinencia Huitz.

    Pero, a pesar de todo…la fiesta no se interrumpe.

    -Guatemala es-, interviene Juan de Dios-, una potencia cultural.

    -Tenés razón mijo-, reconoce  tío Chema.

    Y comparte sus conocimientos, como es su buena costumbre:

    -“En Todos Santos Cuchumatán,  se oficia un ritual que se originó por el sincretismo producto de la invasión, al cual se le conoce como juego de gallos, Carrera de las Ánimas o simplemente competencia de caballos.

    No se trata de una competencia, sino de un ritual espiritual en honor de los difuntos, y quienes participan en él deben prepararse física y espiritualmente la noche del 31 de octubre, durante la cual, mediante una serie de ceremonias, se pide permiso a los antepasados y se ofrenda sangre de aves de corral. Al mismo tiempo, se bebe licor.

    La actividad empieza a las 6 horas del día siguiente, y en una calle del pueblo se improvisa la pista donde los jinetes cabalgan hasta las 12 horas. Para tener un receso, se reanuda a las 14, y concluye a las 18 horas.

    Cientos de turistas se dan cita en este municipio, situado en una cumbre de los Cuchumatanes, para presenciar el ritual”.

    Bebe unos tragos de comiteco y continúa:

    -“En San José, Petén, se mantiene una tradición que, según se cree, es de origen itzá, aunque también la practican feligreses católicos, quienes sacan en procesión una de las tres calaveras humanas que se guardan en la iglesia local. Se desconoce la razón de la costumbre, pero se dice que las calaveras son de tres sacerdotes que evangelizaron a la población itzá.

    En Salcajá, Quetzaltenango, familias católicas cortan ayotes y chilacayotes por la mitad, los vacían y, en las cáscaras, esculpen calaveras, dentro de las cuales colocan una vela. Al oscurecer se reúnen en el parque y encienden las velas dentro de las calabazas, y caminan en grupo hacia el cementerio, para colocarlas sobre las tumbas de sus difuntos.

    La tradición pudo haber sido traída por los invasores.  Hasta hace unos 200 años las velas se colocaban en la iglesia de San Luis, frente al cuadro del Santo Purgatorio, pero en algún momento los sacerdotes prohibieron la práctica y los feligreses las llevan ahora al camposanto. Es impresionante el espectáculo de la fila de calabazas iluminadas que se dispersan por el cementerio y que dura hasta más allá de la medianoche. Aquí en el pueblo, ya no se hace”.

     

    El cementerio es una paleta de colores. Algunos nichos exhiben adornos de papel, otros moñas de celoseda y otros más flores silvestres. Coronas  de pino, chalinas, etc.

    El cielo está limpio, sin una nube, y el sol calienta más de la cuenta.

    -Este calor solamente se apaga con cerveza-, justifica Juan Huista.

     

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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 5

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida

     

    Desde el mediodía empezaron las campanas de la parroquia a tocar lo que llaman dobles, en honor y recuerdo de todos los muertos.  La música negra, fúnebre, triste, retumba en los titánicos y verdes cerros donde crece el árbol de hormigo.   El tañer de campanas se prolonga hasta las doce del día siguiente, dos de noviembre.

     

    En Santa Ana Huista, municipio fundado durante la colonia,  se tiene la creencia de que las ánimas benditas salen del camposanto y aparecen en algunos lugares. Muchos dejan los altares caseros con un vaso de agua, una veladora y una fotografía del difunto.

    Doña Eluvia Lemus agrega: “El 1 y 2 de noviembre son dos días especiales para nosotros los católicos. El 1 es el día en que regresan las almas de los niños y el 2 las almas de los adultos.”

     

    Años después, Juan de Dios escribió en el famoso periódico estadounidense  The New York Times, lo siguiente: “Los santanecos creen fielmente que las almas de los muertos regresan para disfrutar de los altares que se preparan en las casas, con objetos que reflejan algún aspecto de la vida de la persona fallecida. En los altares dedicados al difunto se ubica su fotografía, velas y flores silvestres  que llevarán al cementerio al siguiente día. Las ofrendas para el fallecido incluyen comidas que el difunto disfrutaba cuando estaba con vida o alguna cosa con importancia para él.

    La costumbre es dejar las ofrendas durante toda la noche, para que el difunto pueda tener tiempo de disfrutarlas. Al siguiente día, se reza la comida o bebida que fue puesta para el muerto y una vez que la oración ha sido hecha todos pueden disfrutar del exquisito  almuerzo. El momento más emotivo se da en el cementerio, donde los allegados al difunto visitan su tumba y dejan flores en honor a su memoria”.

     

    Se cree que las almas de niños regresan el día primero de noviembre, y las almas de los adultos regresan en día 2 de noviembre.

    Uno de los símbolos comunes del día de muertos son las calacas; son cráneos que los celebrantes representan con máscaras. Las calaveras de dulce, tienen inscritos los nombres de los difuntos (o en algunos casos de personas vivas en forma de bromas) en la frente, son consumidas por parientes o amigos. Otros platillos especiales del Día de Muertos incluyen al Pan de Muertos, un panecillo dulce hecho a base de huevo que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas, cráneos y conejos.

    -Se tiene la creencia de que las ánimas benditas salen de los cementerios y aparecen en algunos lugares. Muchos dejan los altares caseros con un vaso de agua, una veladora y una fotografía del difunto. Por ello, desde días antes de la festividad, muchos decoran las tumbas o las limpian-, comenta doña Carmen Matamoros,  que degusta fiambre con sus hijas Rebeca, Ester y Eluvia.

    Don Juan José Lemus, su esposo, bebe comiteco con los señores Próspero Morales Velásquez, Salomón Salazar y Juan Bautista Escobedo Morales.

    John tiene en sus manos un ejemplar de El Huisteco, y lee en voz alta: “Durante el período del 1 al 2 de noviembre las familias normalmente limpian y decoran las tumbas con coloridas coronas de flores las cuales se cree atraen las almas de los muertos.

    En el caso de que no se pueda visitar la tumba, ya sea porque ya no existe la tumba del difunto, o porque la familia está muy lejos para ir a visitarla, también se construyen minuciosos altares en las casas, donde se ponen las ofrendas, que pueden ser platillos de comida, el pan de muertos, vasos de agua, licor,  atole, e incluso juguetes para las almas de los niños. Todo esto se coloca junto a retratos de los difuntos rodeados de veladoras.

    Muchas familias pasan todo el día comiendo y bebiendo en el cementerio. Por lo general, sobre los panteones.  Ofrecen comida y bebida a los difuntos, tal como tamales, güisquiles, yuca, camote, garbanzos en miel, calabaza en panela y, por supuesto, aguardiente, popularmente llamado cusha o guaro. Ellos están seguros de que los muertos participan en el festejo, el cual sigue hasta bien entrada la noche. Cada grupo de deudos se acerca a las tumbas de sus familiares y pagan a grupos marimbísticos o conjuntos norteños para interpretar aquellas canciones que fueron preferidas por el difunto”.

    Los niños lo observan  y escuchan y ríen de buena gana.

    -Gringo más guanaco-, dice uno, y las carcajadas florecen.

     

    Pero anteriormente, era diferente –continúa don Filomeno-, pues los indígenas traían ofrendas raras, pero debido a la guerra, esto desapareció. La marimba de los “Todosanteros” se mantenía echando punta todo el santo día del 31 de octubre y del 1 y del 2 de noviembre. Era alegre. Ahora algunos le llevan marimba a sus difuntos y otros grupos norteños. Piden las canciones que al finado o finada le gustaban en vida. Pero como muchos se están volviendo evangélicos, la tradición ha caído un poco”

     

    En esos días, casi todo el pueblo se congrega en el camposanto, por lo que aquello de que el pueblo se queda en silencio, es acertado. Los niños juegan tenta, trompo, canicas, tiro al bote, campanita de oro, tejo,  escondite, entre muchos otros. Y algunos mayores  de edad se emborrachan y casi siempre arman riñas.

    Leticio es famoso porque se emborracha con nance curtido. De manera que se le ve de un lado a otro con su enorme tecomate aromático…

     

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  • Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 4

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    Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida

     

    Años después, Juan de Dios escribió: “El día primero de noviembre: fue el principio de la celebración que comenzó por la tradicional visita familiar al cementerio, con el fin de colocar adornos sobre las tumbas de los deudos fallecidos. Era de ver la diversidad de colores de adornos de papel de china entre los que de verdad prevalecían los colores blanco, celeste, morado y negro. Panteones y tumbas a ras del suelo desbordantes de hojas de pino y flores  silvestres.                                              Yo cubrí con sendos manojos de flores los panteones de mis seres queridos y, según la tradición, bebí cusha, y derramé en los panteones de aquellos que me precedieron y gustaban del licor. No miento, una melancolía aterradora se apoderó de mí”. “Cada 1 y 2 de noviembre muy de mañana,  cuando los primeros rayos de luz se asoman, las familias desfilan hacia el cementerio para colocar ofrendas multicolores en los panteones remozados o en los volcanes de tierra alrededor de una cruz que señala el sitio donde descansan los restos de parientes y amigos.  Se despliegan las flores naturales más coloridas, guirnaldas de pino y ciprés esparciendo su característico aroma o aquellas hechas de flores de papel enceradas que hábiles artesanas han elaborado desde meses atrás…”, escribió  años después Juan de Dios en The  New York Times.   La mayoría de las personas lleva flores, coronas, candelas, veladoras, incienso y pom a todos sus difuntos. El día 1 es una fecha muy importante para las personas, ya que ellos esperan ansiosos la llegada o visita de los difuntos en sus casas, y las familias preparan diferentes clases de comidas como el recado, el pepián, el fiambre, el caldo de gallina, el caldo de res, tamales, también preparan elotes cocidos, ayotes,  güicoyes y bebidas como el  café, el atol de masa, chicha,  y otros. Todos estos alimentos son dejados en la cabecera del panteón para que sus difuntos puedan comerlos en la noche del 1 de noviembre. “Antes- comenta don Filomeno Hernández-, los que tenían pisto, les ponían comiteco. Pero claro, solo a los que en vida les gustaba guaro. Pero como ahora, siempre hay listos: unos se comen la comida que le ponen a los muertos y otros se toman la cusha. Y entonces la gente dice: Vino el finadito a comer y a beber. Pero así es feliz la paisanada. Y cada uno tiene su forma de ser feliz.”. John escribió después: “Era increíble ver  los panteones llenos de comidas y bebidas”.   -Babosadas, eso de poner yuca, camote, frijoles, tamales, chicharrones, güisquiles, tortillas y guaro en las tumbas-, protesta don Próspero Morales Velásquez. -¿Cómo así vos Posh?-, cuestiona su esposa Abigail Hidalgo  Lemus. Y el interrogado responde: “Porque  los ixtos y los bolos se lo comen todo. Mirá a aquellos bolos, felices con tanta boquita de grolis…” Y, efectivamente, siete borrachos consuetudinarios degustaban de comidas y bebidas, sin pagar un solo centavo. Lo mismo hacen otros traviesos. Y, al rato, o al día siguiente que llegaban los familiares del difunto, decían asombrados y satisfechos: ¡Miren, se comió todo lo que le trajimos! “Yo recuerdo que cuando   era güiro mi mamá nos traía a realizar el rito anual, que consistía en colocar las guirnaldas en los sitios especiales, encender una vela y sentarnos a platicar en los bordes de los panteones evocando a los  parientes que durmieron hace mucho tiempo…”, dice Juan de Dios, con cierta nostalgia, mientras bebe comiteco, con avidez…   Como siempre, los niños se suben a la loma  para hacer despegar los barriletes o cometas en su vuelo hacia el cielo. Les  dan bastante hilo para que alcancen el horizonte… – Si se escapan los barriletes, nadie se  entristece porque llevarán el mensaje a “ellos”, los que se fueron hacia la eternidad-, dice tío Chema.

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