estela68
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¿EXTRANJERO YO?
Autor invitado: Aj Xol Ch’ok
Q’eqchi’ Maya’
Nos hicieron creer que nuestra sangre viene de Israel,
Que somos descendientes de una fulana llamada Eva,
De un tal por cual llamado Adán,
De un fulano llamado Abraham.
Nos asustan con el infierno,
Nos ofrecen el cielo.
Nos enseñan a despreciar a un tal diablo
Y nos imponen amar y obedecer a un tal Jesús,
Y también a ser esclavos de un dios blanco.
Nos enseñan a cargar una cruz que representa muerte,
Castigo,
Humillación,
Sadismo,
Masoquismo
Y cobardía.
No quiero el cielo,
Es demasiado grande para mí.
No quiero el infierno
Es para pecadores.
Yo no soy pecador,
No lo soy
Y no quiero ser cristiano,
Quiero ser libre,
Seguiré siendo Q’eqchi’.
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Ratz’umil Ch’oolej «Florecer de Nuestra Energía/Espíritu/Corazón»
Autor invitado: Aj xol Ch’ok
Q’eqchi’ Maya’
Nací en el día indicado,
Pues no puedo decir que no estaba preparado.
No necesité tener el suelo arado,
Pues con el paso del tiempo sagrado,
Siento que algún vacío he llenado.
Mis raíces, las abuelas y abuelos
Mi tronco, mis madres y padres,
Mis ramas, mis hijas e hijos
Mis flores, mis nietas y nietos.
Nacer para el maya’, es florecer,
Morir, es volver a nacer.
Somos las flores del ayer,
Mi descendencia serán las flores del futuro.
Nuestros ancestros, regaron el campo de flores
Nuestras madres y padres las resembraron,
Nosotros limpiaremos los campos y
Perfumaremos la faz de la tierra con nuestra futura generación…
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Ixchel
Eres luz de arcoiris
madeja de luna,
hilo de tinta,
ternura, conocimiento
creatividad, dulzura
tus manos tejen mantos
ideas…….naturaleza pura.
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Ak’ab’al
Cantan los lirios en la montaña
esperando con ansia el amanecer
suspiran las estrellas con su canto
vistiendo de gala al astro sol.
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Cambio
En el rescoldo del fuego, nace la ternura
agazapada en un amanecer supremo
de nardos de sol y espuma de mar.
Sediento de hoja traviesa
en un otoño que muere, para volver a nacer.
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Admirando La Vida
Penetra la luz en la ventana Maya,
su linaje abre los brazos
extendidos hacia el cielo,
inundando la aurora de dìa………
salpicada de flores y un refajo
dispuesto a la vida………
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Perpleja
Sin comprender el silencio de tu boca
ni el murmullo roto de mis labios
sueño el momento de que emerjan
los sonidos en palabras,
como trinos musicales de la aurora.
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EL SANADOR
FUENTE: Leyendas de Santa Ana Huista, Huehuetenango, Guatemala. Elder Exvedi Morales Mérida.
El templo oloroso a corozo e incienso estaba esa Semana Santa de 1911. Las campanas con su añejo tañer pregonaban el júbilo colectivo.
En el antiguo pueblo había alegría, aunque en el vecino país de México había surgido la Revolución, y según los rumores, podría afectar a Santa Ana Huista.
Jesús Nazareno lucía una nueva túnica, que según decían, era un presente de Pancho Villa. En el retablo del altar mayor afinaban los últimos detalles. Las campanas continuaban llamando a los feligreses, y su voz se derretía en las montañas que avasallan al pueblo encantador.
Los milagros de Jesús eran muchos, y por eso llegaban a adorarle de diferentes lugares, especialmente de México. Ese día, la gente parecía mar en el mar: A las nueve de la mañana, llevada en hombros por los humildes devotos, salió de la parroquia Jesús Nazareno.
La mirada del dulce hijo de Dios hacía que en las almas brotaran jardines pletóricos de cantos divinos. La gente se arrodillaba a su paso y derramaba sus lágrimas. Un inválido que pintaba canas ya, rogó con todo su corazón al sanador volviera a caminar y dejar para siempre sus incómodas muletas.
Cuando la procesión iba por la esquina de la Ronda, donde el inválido se hallaba en oración profunda, Jesús Nazareno lo vio fijamente. Le sonrió y le dijo: “Arroja tus muletas y camina”.
El inválido obedeció y radiante la gente lo vio caminar a la par de la imagen. De boca en boca se divulgó ese suceso.
Esto sucedió en el pueblo religioso y místico de Santa Ana Huista.
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LA SIGUANABA
FUENTE: Leyendas de Santa Ana Huista, Huehuetenango, Guatemala. Elder Exvedi Morales Mérida.
El viento cabalgaba libre entre las copas de los árboles. Los ocotes en los jacales vomitaban sus llamas que danzaban al compás de la música de una marimba cuache. La noche de puntillas y descalza caminaba por las calles, como si fuera una ishtía malcriada.
-Sólo la cusha me anima-, se oyó una voz desde adentro de la cantinucha “El Jocosh Amigo”, donde llegaban más moscas que clientes.
-Dejate de babosadas, vos Juan Huista-, se escuchó, seguido de una sonora carcajada.
El reloj del tiempo anunció las ocho.
-Qué vas a saber vos de esas cosas.
-Tenés razón vos Juan Huista. Sólo sé de machete, azadón, mecapal, lazo y de guaro.
Los recuerdos eran un reguero de tizones de roble. Hablaron de ella, de su desaparición extraña.
Cuando Juan Huista la evocaba, un rosario de lágrimas brotaba de sus dos ojos, que más parecían frijoles camaguas.
-Esperame un chachito-, le indicó Juan Huista-, ya regreso. Voy a echarme una mi miada.
Saliendo de ese antro de perdición estaba cuando, por una de las calles empedradas, apareció una mujer vestida de blanco, cuyo rostro tenía oculto.
-Es la María Chirimía-, murmuró emocionado, y se dirigió hacia ella.
-¡María Chirimía! ¡María Chirimía! Gritó a todo pulmón.
La mujer regresó lentamente por donde llegó. El, por supuesto, fue detrás de ella. Una duda de si realmente era ella, le surgió del cerebro como un jocosh enclenque.
Pero cuando vio una cintura esbelta, sus redondas caderas, sus pechos prominentes y todo su cuerpo sensual, la duda se esfumó, como un suspiro.
-¡María Chirimía! ¡María Chirimía!.
En ese lapso, los perros con su aullar lastimero espantaron al sueño que se adormecía profundamente.
Juan Huista se acarició los mechones ralos de bigotes con saliva, y musitó: “Ahora sí te jodo”.
Con un ademán de su fina mano, lo invitó a que la siguiera. El obedeció. Iba camino al cementerio. Eso lo sabía perfectamente, pero no le dio importancia. Ya en el camposanto, ella se detuvo, y él corrió jubiloso a abrazarla.
Cuando la tuvo en sus brazos, ella le dio la cara y cayó aterrorizado al verle la cara de caballo, con sus ojos de fuego.
-La Siguanaba-, pensó antes de desplomarse.
Con los primeros rayos del alba, encontraron su cadáver mutilado, como si una fiera lo hubiera devorado.
-Jue la Siguanaba-, argumentó una anciana que se chupaba las únicas muelas podridas que lucía con orgullo.
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LEYENDA DE LOS BRUJOS DE HUISTA
FUENTE: Leyendas de Santa Ana Huista, Huehuetenango, Guatemala. Elder Exvedi Morales Mérida.
Antiguamente, las tierras prodigiosas de Santa Ana Huista estaban poblabas de plantas medicinales, utilizadas por nuestros antepasados. Entre ellas estaban el árnica, huele de noche, hierba del zorro, ruda, hinojo, flor morada, verbena, cola de caballo, por citas algunas.
En esa época era normal hablar de los brujos, y existía gran cantidad de ellos.
Narra la leyenda que una vez, la hija de un ladino enfermó gravemente y que el pesimismo pesaba, porque no encontraban cura para su mal. Refiere la leyenda que el padre amenazó con quemar vivos a los brujos si no la salvaban de la muerte.
Agrega la leyenda que los brujos le temían al ladino porque sabían que cumplía con lo que prometía; entonces, todos se reunieron para buscar una pronta solución.
Un brujo de otro pueblo les dijo que una hierba que se encontraba escasamente en las altas montañas, era el único medicamento que existía. Narra la leyenda que los brujos se convirtieron en aves para encontrar lo más pronto posible ese herbaje, ya que el tiempo se esfumaba muy rápido. Día y noche buscaban los brujos esa planta y todo era en vano. Para desgracia de todos, la bella joven murió y el padre enfurecido, comenzó a buscar a los brujos para cumplir con su amenaza. Los hechiceros, al enterarse de lo sucedido, decidieron quedarse como aves, pues así no serían severamente castigados.
Concluye la leyenda diciendo que jamás se supo más de ellos, los brujos convertidos en zopilotes.
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