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EL CHIAPANECO Y LA SIGUANABA
FUENTE: Leyendas de Santa Ana Huista, Huehuetenango, Guatemala. Elder Exvedi Morales Mérida.
EL CHIAPANECO Y LA SIGUANABA
Contaban que un hombre, de origen chiapaneco, llegado durante la Revolución Mexicana, en el año de 1914, era muy mujeriego.
Una noche, alumbrada por la tenue luz de la pálida luna, caminaba bajo las dos frondosas ceibas que firmes se erguían en el centro del pueblo. Cuando ya se dirigía al cantón San Juan, donde vivía, vio que cerca de la pila de sabino mandada a hacer por el Alcalde Municipal, don Timoteo Morales, estaba una mujer de apariencia hermosa: vestida de blanco y de pelo negro muy largo. Su belleza física lo embelesó intensamente. El hombre pícaro se acercó sigilosamente, y ya estando a un paso de ella, comenzó a enamorarla con una canción, cuya música se ignora, mas no la letra, que más o menos decía así:
“Patoja bella,
de esta tierra,
dame tus besos de miel,
porque con ella,
quiero emborracharme para siempre.
Oye mi canto,
canto de mi guitarra y de mi alma,
patoja linda, de Santa Ana”.
Aún no había terminado de entonar su canto, cuando ella, con un movimiento excitante de manos, lo estimuló a que la siguiera, ocultándole su rostro. Él, pensando en ese momento ardiente de amorío, iba detrás de la misteriosa mujer, que dirigía sus pasos a la sombra de las ceibas, donde, aparentemente, darían rienda suelta a sus deseos carnales… Ya muy cerca de las raíces que afloraban de una de las ceibas, ella volteó a verlo, y fue cuando el chiapaneco se dio cuenta que la supuesta mujer bella, tenía cara de caballo. El miedo se apoderó de él, y cayó al suelo. Entonces la Siguanaba le dio una mordida en el rostro, y quiso devorarlo, pero al darse cuenta que unos cazadores se acercaban, huyó lanzando sus gritos espeluznantes. Los cazadores lo auxiliaron, sabiendo que la Siguanaba había intentado matarlo. El pícaro mexicano regresó a su patria antes que los demás, por el miedo a repetir la sombría experiencia.