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junio 2014

  • El Codice de Dresde

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    Autor invitado: Daniel Matul Morales

     

    Muchos años más tarde Alejandro de Humboldt, considerado el padre de la geografía moderna, lleva a cabo la primera reproducción de un fragmento del Códice Maya que se conserva en la Biblioteca de Dresde, incluido en su obra Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América en 1810. Sin embargo, el primero en publicar completo el Códice de Dresde fue Edward King, vizconde Kingsborough quien, empeñado en demostrar que el Nuevo Mundo había sido originalmente poblado por la “tribu perdida de Israel”, hizo copiar todos los códices prehispánicos que existían en bibliotecas de Europa en nueve monumentales volúmenes titulados The Antiquities of Mexico (Londres: 1830-1848). Las deudas contraídas por Kingsborough para realizar su ambicioso proyecto, lo llevaron a la cárcel, donde terminó sus días. Otro notable científico, que contribuyó al estudio del Códice de Dresde y al intento de desciframiento de los glifos mayas fue Constantine Samuel Rafinesque-Smaltz (1783-1840), nacido en Gálata, Turquía, hijo de padre francés y madre alemana. Constantine Samuel Rafinesque-Smaltz, publicaba un periódico el “Atlantic Journal and Friend of Knowledge”, que él mismo escribía, “sobre todos los temas del mundo”, editado en Estados Unidos, donde vivió muchos años. En este periódico publicó cartas dirigidas a su contemporáneo Jean François Champollion, dedicado entonces al desciframiento de los jeroglíficos egipcios, en las que exponía al sabio francés sus ideas sobre la escritura maya. La variabilidad de Rafinesque es asombrosa, pues según el mismo se describe como botánico, naturalista, geólogo, geógrafo, historiador, poeta, filósofo, filólogo, economista, filántropo, viajero, comerciante, manufacturero, coleccionista, desarrollista, profesor, maestro, supervisor, dibujante, arquitecto, ingeniero, autor, editor, librero, bibliotecario y secretario. Con los pocos informes que entonces existían sobre Palenque y las láminas del Códice de Dresde que Humboldt había publicado, Constantine Samuel Rafinesque-Smaltz, concluyó que las inscripciones en piedra de tal sitio y los caracteres del códice eran una misma y única escritura; fue el primero en descifrar los valores de las barras y los puntos en el sistema de numeración maya; sugirió que la lengua representada por aquella escritura era la misma que se hablaba entre los mayas contemporáneos y que, sabiendo ésta, se podrían descifrar manuscritos como el de Dresde y las inscripciones pétreas monumentales. Rafinesque murió pobre en Filadelfia, tan endeudado que su casero trató de vender el cadáver a una escuela de medicina para cobrarse el alquiler. Un continuador de la escuela alemana que había inaugurado Humboldt y a la que se incorporarían importantes investigadores, Ernst Förstermann, bibliotecario de la Real Biblioteca de Dresde, reprodujo en su totalidad el Códice de Dresde en 1880 y 1892. Estas ediciones, sobre todo la “clásica” de 1892, son muy valiosas, ya que en ellas se han basado casi todas las posteriores. Las interpretaciones de Förstemann sobre el códice también sentaron las bases para futuros estudios del mismo. Ernst Förstemann (1822-1906), nacido en Danzig, Förstemann, tras haberse especializado en gramática y estudios lingüísticos, en 1880 comenzó a estudiar en profundidad el Códice de Dresde, publicó una edición facsímil del texto ese mismo año (el códice original sufrió severos daños durante los bombardeos aliados de Berlín). Sus principales aportaciones se encuentran en el campo del cómputo astronómico y del análisis del calendario maya. Identificó la “Cuenta Larga”; la base vigesimal del sistema de cálculos de los mayas; las denominadas “tablas de Venus”, en las cuales los antepasados astrónomos habían deducido el ciclo sinódico de 584 días del planeta Venus; las tablas lunares prediciendo eclipses y, por ende posibles catástrofes. Los hermanos Antonio y Carlos Villacorta publicaron en Guatemala en 1933, los tres códices mayas, Madrid, París y Dresde, en edición facsimilar. Esta edición fue la que Yuri Knorosov, como soldado del Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, rescató de las ruinas de la Biblioteca Nacional de Berlín en 1945. Con ella y con la Relación de las cosas de Yucatán de fray Diego de Landa, publicada por el abate Brasseur de Bourbourg en París en 1864, que contiene el “vocabulario de Landa”, Knorosov contaba con los instrumentos necesarios para aportar su importante contribución al desciframiento de la escritura maya. De las numerosas ediciones posteriores del Dresde, es importante destacar algunas de ellas, como la efectuada en México en 1984 para conmemorar el medio siglo de la editorial Fondo de Cultura Económica. La incluida en los códices mayas, introducción y bibliografía por Thomas A. Lee, Jr., de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo, Edición conmemorativa, X Aniversario de la Universidad Autónoma de Chiapas, 1985, que incluye el discutido cuarto códice maya, el “Grolier”. Una rara edición de 25 ejemplares, publicada en México, de la que Silvia Salgado da noticia: Códice de Dresden: manuscrito pictórico ritual maya. Se conserva en la Biblioteca de Dresden, Alemania, Librería Anticuaria de Guillermo M. Echániz, circa 1947. A estas variadas publicaciones, habría que agregar la edición en dos tomos de los códices de Madrid, Dresde, París y Grolier con el prólogo de dos guatemaltecos Federico Fashen y Daniel Matul M., efectuada por Liga Maya Guatemala e impresa por la prestigiosa Editorial Grupo Amanuence, en diciembre de 2007, a propósito del Cuarto Congreso Internacional Sobre el Pop Wuj, llevado a cabo en la ciudad de Quetzaltenango. En resumen podemos decir que el Códice de Dresde nos habla de las interconexiones de los tejidos, del tiempo, de la astronomía, de la astrología, del encendido del fuego nuevo, de la pesca, del grano divino maíz, de la fecundación, del matrimonio, del trabajo, de las ofrendas, de la mitología, de los cuerpos solares, del arcano, del porvenir, del árbol de la vida, de la danza, de la transmutación, de la lluvia y de la no disociación originaria con el Espíritu-alma-cuerpo de todos los seres humanos. El nombre de Dresde obedece a que muchos documentos –entre ellos una serie de libros- de la cultura maya fueron despojados por los invasores y parece que a finales de la segunda década del siglo XVI se trasladaron a España. Uno de estos libros, de crucial importancia para el desciframiento de la escritura maya, reapareció en la Biblioteca Real de la corte de Sajonia, en Dresde (Alemania), tras haberlo adquirido su director, Johann Christian Goetze, de una colección privada en Viena. Desde entonces este libro maya se conoce con la designación de “Codice de Dresde”.

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  • LOS LIBROS DE LOS ANTEPASADOS MAYAS

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    Autor Invitado: Daniel Matul Morales

     

    Sucede que los primeros y principales cronistas del llamado descubrimiento e invasión de América son quienes describen por primera vez -con inocultable asombro- los libros de nuestros antepasados mayas. Entre ellos, el italiano Pedro Mártir de Anglería y fray Bartolomé de las Casas.

    Pedro Mártir ha sido llamado el primer historiador del Nuevo Mundo, aunque algunos lo consideran como el primer periodista del descubrimiento de América, quizá por su posición de privilegio en la Corte española, su condición de humanista y su curiosidad novedosa de aquella época. Pedro Martir, llevó a cabo un extenso trabajo narrativo de la historia del descubrimiento de América que comprende 32 años que van desde de 1493 a 1525. La mejor edición de sus Décadas del Nuevo Mundo (De Orbe Novo) ha sido publicada en México por José Porrúa en 1964, traducida del latín por José Millares Carlo y con un estudio preliminar: «Pedro Mártir y el proceso de América», de Edmundo O’Gorman.

    Con «magnifica intuición», dice O’Gorman, Pedro Martir, tituló su obra como «De Orbe Novo» ya que Colón y muchos otros en su época, siempre creyeron que el Almirante había arribado a las costas de Cipango (Japón), Cathay (China) o la India.

    Fray Bartolomé de las Casas, por su parte, escribió La Historia de la Destrucciòn de las Indias (Edición preparada por A. Millares Carlo, introducción de Lewis Hanke, México: Fondo de Cultura Económica, 1951), y la conocida obra Apologética Historia Sumaria (Edición preparada por Edmundo O’Gorman. México: UNAM, Instituto de investigaciones Históricas, 1967).

    Pedro Martir, comenta que nuestros antepasados mayas en sus diferentes libros inscribían su orden jurídico, las ceremonias, las solemnidades espirituales, las observaciones astronómicas y los cálculos del tiempo que les servían para vivir en armonía con el cosmos y con la naturaleza.

    Con el testimonio de estos libros los antepasados dan cuenta de bibliotecas, bibliotecarios, escritores, filósofos y científicos; así como también, podemos encontrar astronomía, astrología, agricultura, matemáticas, filosofía, mística, arquitectura, calendarios, historia, genealogía y todo lo que distingue a la cultura y civilización maya.

    Del mismo modo, otros cronistas, se ocupan de describir los libros mayas, como Francisco López de Gómara, secretario privado de Hernán Cortés, autor de una Historia de la conquista de México; el jesuita Joseph de Acosta en su Historia natural y moral de las Indias (1608) y, desde luego, los historiadores del descubrimiento y la invasión de Yucatán, como fray Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán (de fines del siglo XVI); fray Antonio de Ciudad Real, en Tratado curioso y docto de las grandezas de Nueva España. Relación breve y verdadera de algunas cosas de las muchas que sucedieron al padre fray Alonso Ponce … en … la Nueva España (c. 1590); Bernardo de Lizana que en las primeras décadas del siglo XVII escribió la Historia de Yucatán, Devocionario de Nuestra Señora de Izamal y conquista espiritual de Yucatàn, y Diego López de Cogolludo en su Historia de Yucatán, publicada en Madrid en 1688.

    De los «muchos» libros examinados por Pedro Mártir en Valladolid en 1520 y de entre tantos que deben haber poblado sus bibliotecas, sólo tres han llegado hasta nosotros y se conocen por el nombre de las ciudades en cuyas bibliotecas se encuentran: Códice de Dresde, Códice de Madrid y Códice de París (conocido tambièn como Peresiano debido a que fuè hallado en un pliego de papel que tenìa escrita la palabra Pèrez). Existe un cuarto Códice denominado Grolier cuya autenticidad se encuentra en discusión.

    Los códices de Dresde, Madrid y París, en particular constituyen riquezas históricas invaluables y vitales para el estudio del pasado maya y sus proyecciones hacia el porvenir..

    No sólo libros fueron enviados a Europa por los invasores, contamos también con el entusiasta testimonio del artista más famoso de los siglos XV y XVI en Europa, llamado Alberto Durero nacido en Núremberg, Alemania, el 21 de mayo de 1471, que contempló maravillado obras de arte, de estas tierras, entre ellas un sol de oro y una luna de plata y objetos de finas plumas elaborados por joyeros mexicas.

    Como Austria era parte del imperio de Carlos I. de España y V. de Alemania, libros y tesoros americanos bien pudieron llegar allí, incluido, tal vez, el penacho de Moctezuma que hoy adorna un museo de Viena en Austria.

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  • El Estètico Fluir Humano

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    Autor Invitado: Daniel Matul Morales

     

    Situar nuestra condición humana en la naturaleza, significa obtener conciencia de nuestra unidad con la Madre Tierra para vivir en amplitud y hermandad.

    Según este pensamiento cósmico, el significado del ser y de la vida, consiste en correlacionar la conciencia más pequeña con la conciencia más grande: Criatura-Universo.

    De esta manera la cosmovisión nos proporciona las vìas màs recònditas para relacionarnos directamente con la conciencia más profunda, con el pulso más tierno del espíritu cósmico.

    En el pensamiento maya el agua, el Sol, la Tierra y el aire, en sus diversas manifestaciones, constituyen la verificación cotidiana que el cosmos es un ser vivo y sagrado.

    Estas correlaciones universo, tierra y ser humano generan los valores culturales mayas que, desde la antigüedad, facilitaron el orìgen del complejo sistema calendàrico, cuya sensatez puede encontrarse en los denominados còdices de Madrid, Dresde y Parìs, quizá bastante determinantes para la comprensión de un universo espiritual, inteligente y armonioso.

    De manera que recordar el germen-ritual de pertenencia o pasión por el encantamiento de ser uno con el todo, en situación de modernidad, equivale al intento de contribuir al retorno del propósito espiritual y al reintegro del fluir estético humano, justamente, para que los atributos de la flora y la fauna y, las características del cielo y la majestuosidad de la  Via Láctea, nos devuelvan al parentesco perpetuo con las montañas, los lagos, las cascadas, los volcanes, los ríos, la Abuela Luna, el abuelo Sol y la Madre Tierra, hasta enlazar con aquella singular agudeza propuesta en los propios códices y el Pop Wuj: «Aquéllos que son dignos de ayudar a la naturaleza en su tarea de hacer crecer y sostener la vida, son iguales al cielo y la tierra».

     

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  • SOMOS PARTE DE UN INMENSO SISTEMA

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    Autor invitado: Daniel Matul Morales 

     

    Hoy estamos experimentando una nueva manera de entender y de interpretar la vida. La ciencia contemporánea ha logrado organizar una inédita forma de ver el universo.

    Este innovador conocimiento, lleva consigo un cambio tan completo de aquella vieja visión de la vida que, separa a los seres humanos del universo, al tiempo de fracturar el espíritu de la materia.

    El sorprendente y dramático descubrimiento, realizado por los astronautas cuando por primera vez observaron la Tierra desde el espacio, nos ha permitido comprender que, nuestro planeta no es estructura muerta y no puede ser explotada y saqueada por el mejor postor.

    Somos parte de la Tierra, conformamos una sola unidad que nos obliga a ser, vivir, compartir, comunicar y comulgar con ella, como seres vivos creadores y recreadores de la vida.

    En 1977, el Premio Nobel de Química Ilya Prigogine expresaba: “Estamos en un momento apasionante de la historia, tal vez en un punto decisivo de giro.

    La ciencia, está comprobando la realidad de una profunda visión cultural. Los poetas y filósofos tenían razón al sugerir que el universo es abierto y creativo”.

    Igualmente el escritor y poeta mexicano Octavio Paz, al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1990, en su discurso pronunciaba: “Al finalizar el siglo, hemos descubierto que somos parte de un inmenso sistema o conjunto de sistemas –que va de las plantas y los animales a las células, las moléculas, los átomos y las estrellas. Somos un eslabón de la “cadena del ser” como llamaban los antiguos filósofos al universo. . .”

    En correspondencia con los modernos descubrimientos de la nueva ciencia, desde la más lejana antigüedad, la cosmovisión maya se nutre de las ciencias de la Tierra, de la ecología, de la biodiversidad y de la ética.

    Son estas sabidurías las que nos permiten situar y relacionar la condición humana en el cosmos, en la Tierra y en la vida

     

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  • CUANDO YO ME VAYA

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    Autor invitado: Carlos Alberto Boaglio

    Fotografìa: Francisco Lujàn

     

    Cuando yo me vaya, no quiero que llores,

    quédate en silencio, sin decir palabras,

    y vive recuerdos, reconforta el alma.

    Cuando yo me duerma, respeta mi sueño,

    por algo me duermo; por algo me he ido.

    Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada,

    y casi en el aire, con paso muy fino,

    búscame en mi casa,  búscame en mis libros,

    búscame en mis cartas,  y entre los papeles que he escrito apurado.

    Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco  y puedes usar todos mis zapatos.

    Te presto mi cuarto, mi almohada, mi cama,

    y cuando haga frío, ponte mis bufandas.

    Te puedes comer todo el chocolate  y beberte el vino que dejé guardado.

    Escucha ese tema que a mí me gustaba,

    usa mi perfume y riega mis plantas.

    Si tapan mi cuerpo, no me tengas lástima,

    corre hacia el espacio, libera tu alma,

    palpa la poesía, la música, el canto  y deja que el viento juegue con tu cara.

    Besa bien la tierra, toma toda el agua  y aprende el idioma vivo de los pájaros.

    Si me extrañas mucho, disimula el acto,

    búscame en los niños, el café, la radio  y en el sitio ése donde me ocultaba.

    No pronuncies nunca la palabra muerte.

    A veces es más triste vivir olvidado  que morir mil veces y ser recordado.

    Cuando yo me duerma,  no me lleves flores a una tumba amarga,

    grita con la fuerza de toda tu entraña

    que el mundo está vivo y sigue su marcha.

    La llama encendida no se va a apagar

    por el simple hecho de que no esté más.

    Los hombres que “viven” no se mueren nunca,

    se duermen de a ratos, de a ratos pequeños,

    y el sueño infinito es sólo una excusa.

    Cuando yo me vaya, extiende tu mano,

    y estarás conmigo sellada en contacto,

    y aunque no me veas,  y aunque no me palpes,

    sabrás que por siempre estaré a tu lado.

    Entonces, un día, sonriente y vibrante,

    sabrás que volví para no marcharme.

     

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  • El Nacimiento

    Mi niño morenito

     

    Es un despertar de primavera

    en la era  circular;  ritmo, mùsica, tiempo.

    Parece que fuè hace un momento:

    Te vì en su regazo de madre,

    el estuche  perfecto! piel canela y cabello azabache,

    como estrellas tus ojitos en un azulado cielo.

    Un llanto de alegrìa naciendo a la vida

    y todos curiosos con aire de niños

    dijimos bienvenida!…….

    a nuestro modo

    y en todo un retozo nos alegrò tu presencia

    como un angelito pequeño,

    aunque nuestra madre te viò como luz

    regalo sin sombra con fuerza del cielo

    Sos la lucha, el recuerdo y el gran amor de una vida.

    La tarde cayò y todo es silencio….

    y tu sumergida en el sueño profundo

    y a un lado…la luz de la luna……..

    como cuando nuestra madre nos dijo hasta luego……

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  • Hace 521 Años Nos Derrotaron, Pero Jamás Nos Vencieron

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    Autor invitado: Ollantay Itzamná

     

    Era un viernes cuando transcurría el 12 de octubre de 1492. Los tainos (pueblo indígena de las Antillas) disfrutaban apacibles del transcurrir cotidiano de sus vidas en la isla de Guanahani (actual Bahamas). Allí llegaron unos barbudos desconocidos provenientes del mar. Acogimos con honores a nuestros huéspedes sin conocer sus intenciones. Pronto nos dimos cuenta que eran bárbaros cristianos embelesados por el metal. Pero ya era demasiado tarde. Nuestra desgracia había comenzado.

    Los tainos, al igual que todos sus vecinos, fueron cazados y llevados como esclavos a La Española (actual Haití y República Dominicana) y a Cuba. Las tainas, al igual que sus vecinas, fueron violadas y obligadas a parir bastardos (antes de ser aniquiladas) porque los barbudos venían sin mujeres y sin hijos. Aquel pueblo fue diezmado por completo. Igual suerte corrieron centenares de pueblos aborígenes en esta nuestra Abya Yala.

    Abya Yala estaba más allá del horizonte cultural y mental de la Europa de aquel entonces. Pero, lamentablemente en ese momento Europa transitaba de una economía feudal hacia una economía mercantil que buscaba respaldarse en el metal precioso, el oro. Ellos no tenía el oro, y el tradicional comercio que mantenían con el mundo oriental había sido bloqueado por el avance de los árabes hacia el norte. Por eso se lanzaron al mar desconocido en sentido contrario, creyendo que el planeta era redondo, buscando una ruta alterna para sus negocios con Oriente. Así fue como aparecieron en Abya Yala creyendo que era India. Y Cristóbal Colón murió con esa firme creencia.

    Era tan luminosa la riqueza y la dignidad en nuestros abuelos y abuelas, que los heraldos europeos descubrieron en sí mismos su miseria y decadencia moral. Inventaron y ensayaron varios argumentos, incluso teológicos, para negar nuestra condición humana, y así apoderarse de nuestra riqueza y de nuestros cuerpos. Pero, ninguno de esos argumentos era racionalmente sostenible. Y, ante su limitación mental, y presos de su avaricia, nos hicieron una guerra sanguinaria jamás vista en la historia de la Madre Tierra.

    Así nació la resistencia sin cuarteles más larga y fecunda que la humanidad jamás conoció. Diezmaron a decenas de millones de nuestros abuelos, pero jamás pudieron robarnos la dignidad, ni desaparecernos como pueblos. Nos bautizaron a la fuerza, pero no pudieron matar nuestras espiritualidades, ni a nuestras divinidades. Se llevaron consigo cientos de miles de Kg. de oro y millones de plata de nuestras tierras, pero viven en el empobrecimiento material financiero, igual o peor que antes. Nos educaron en la ilusión de la superioridad de la “civilización” occidental, pero las civilizaciones milenarias se revitalizan ante la decadencia de la unigénita civilización.

    En estos últimos tiempos, el fenómeno Sur, más allá de las limitaciones políticas coyunturales actuales, es producto de este proceso de la resistencia fecunda y creativa de cientos de años. Mayas, lencas, cunas, chibchas, quechuas, aymaras, guaraníes, mapuches, y muchos otros pueblos dignos dinamizamos procesos de insubordinación contra hegemónica porque creemos en la vida y en la dignidad.

    Somos pueblos diferentes, con dinámicas diferentes, pero compartimos las mismas derrotas e historias inconclusas de resistencia. Nos unen los mismos sueños de convivir en la Casa Grande, como hijos e hijas de la Pachamama sin fronteras. Sin que nadie se sienta superior, ni inferior. Libres de la perversión de la avaricia y del deseo de acumulación. Este luminoso sueño compartido es lo que celebramos este sábado, 12 de octubre, con un corazón agradecido y reverente para con nuestros ancestros/as.

     

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  • Los indígenas No morimos, Nos Reincorporamos A La Madre Tierra

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    Autor invitado: Ollantay Itzamná

     

    Los dos primeros días del mes de noviembre, desde México, pasando por Guatemala, hasta Perú y Bolivia, las casas, calles y campos santos (cementerios) se revisten de flores multicolores, de dulces aromas, de abundante comida y bebida, y de música en vivo. Los cristianos denominan a esta fiesta como el Día de los Muertos. Para nosotros/as es la fiesta ritual de la vida y de la convivencia.

    Para nosotros no existe la separación excluyente y dualista entre la vida y lo que llaman muerte. Quienes fallecen no desaparecen, se reincorporan al vientre de la Madre Tierra para seguir conviviendo en la comunidad cósmica. Conviven con nosotros, nos acompañan y nos protegen. Hablamos, celebramos, soñamos, reímos y lloramos con ellos y ellas.

    Por eso, en Los Andes, aún existen en los cerros chullpares o pukaras, (recintos cilíndricos construidos de piedras) en los que se guardaban embalsamados a nuestros fallecidos por un período de tres años (tiempo para la biodegradación del cuerpo). Luego, los cuerpos eran trasladados a las casas respectivas para convivir permanentemente con la familia y en la comunidad.

    Mientras los cuerpos embalsamados se encontraban en los chullpares, comunidades enteras se trasladaban, casi a finales del mes de octubre (inicio de la nueva siembra, según calendario agrícola), en fiesta, con abundante comida, bebida, flores, tambores y quenas, hacia los cerros en los que se encontraban estos recintos para celebrar la vida y la convivencia con los ajayus (espíritus) de los fallecidos. Luego que los restos óseos eran reincorporados a las familias, en sus respectivas comunidades, continuaban las celebraciones en el mes de octubre, con mucha comida, bebida y música, y se los sacaba a pasear por los caminos. Incluso en este tiempo, en las alturas del Departamento del Cusco-Perú, todavía llevamos a las iglesias los huesos de nuestros fallecidos, envueltos en mantas, a escuchar misa.

    Con la colonización cristiana, nos destruyeron también nuestros chullpares, y nos obligaron a llevar a nuestros familiares “difuntos” a los campos santos. Dice la doctrina cristiana que todo bautizado es santo, por tanto, el lugar donde se los debe entierra es en el Campo Santo.

    Pero, igual, en las comunidades y ciudades (como La Paz, Cusco, Cochabamba, Ayacucho, etc.) seguimos festejando la vida y la convivencia con los nuestros los dos primeros días de noviembre. Hacemos comida, bebida, cortamos flores, y con eso y mucho más organizamos mesas de ofrendas para celebrar con los ajayus de los nuestros.

    Dependiendo de si el alma es nuevo (hasta tres años de fallecido) o antiguo, armamos la fiesta sea en la casa o en el campo santo. Porque, según nuestra espiritualidad y filosofía, nadie perece (muere), sino que se reincorpora a la Madre Tierra para seguir subsistiendo y tejiendo la vida en la comunidad. Quizás por ello no tememos a eso que llaman muerte.

    Todos venimos de la Madre Tierra (estamos hechos de los mismos elementos químicos de los que Ella está hecha), y la reincorporación a su vientre húmedo y fresco, es la compañera con la que nacimos. Lo importante es que esta reincorporación ocurra cuando hayamos cumplido nuestra misión sobre la piel de la Pachamama.

    Inicialmente, según la historia de la doctrina cristiana, la muerte no era lúgubre para el cristianismo. Recuérdese que las primeras comunidades cristianas conmemoraban y celebraban las fechas de fallecimientos de sus santos. Por eso, en el siglo IX, el Papa Gregorio IV, estableció el primero de noviembre como el día de Todos los Santos, porque muchos santos no tenían fiesta establecida en el calendario gregoriano. Gregorio lo puso en esa fecha porque en Europa, sobre todo en el norte, entre los celtas, en esas fechas se hacía la fiesta (“pagana”) del paso de la vida a la muerte. El origen de la fiesta de Halloween.

    En teología católica a esta estrategia “evangelizadora” denominan inculturación (introducir la doctrina cristiana en el corazón de las fiestas “paganas” para convertir dichas culturas en cristianas) Producto de esa estrategia evangelizadora nosotros también celebramos el día de nuestros ajayus los primeros días de noviembre. Pero, ya no con chicha (bebida fermentada de cereales) o con apthapis (comidas comunales), ni en los chullpares, sino en los cementerios, con misas, cervezas y consumismo frenético.

    El cristianismo, como toda religión monoteísta, configuró la psicología individual y colectiva de las personas en base al sentimiento de culpa y de pecado. Del miedo al infierno y al fracaso existencial nace el miedo y el rechazo a la “muerte”. La modernidad afianzó a los sujetos en este principio. Por eso, en el mundo occidental los vivos lloran por los “muertos” y se deshacen de ellos.

    Pero, ni tan siquiera con la truculenta colonización de más de 5 siglos, han logrado aniquilar nuestras espiritualidades de la vida. Todo Santos no es el recuerdo de los muertos, sino una fiesta ritual en la que celebramos en plenitud nuestro convivio con las y los que se nos adelantaron en su reincorporación a la Madre Tierra para seguir caminando, conviviendo, conversando, llorando, soñando con nuestros/as protectores/as. Así, nuestro caminar hacia el añorado vientre fecundo y fresco de la Pachamama se hace ligero, festivo y sin miedos.

     

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  • El Chocolate

     

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    Autor invitado: Sonia Iglesias y Cabrera

     

    Esa deliciosa bebida que llamamos chocolate, propia de emperadores y dioses, se elabora con las semillas del cacao, planta perteneciente a la familia de las Esterculiáceas, del género Theobroma, cuyas especies principales son el T. Cacao, el T. Angustifolium y el T. Bicolor H. y S. Al árbol del cacao los antiguos mexicanos lo llamaban cacao-cuauhuitl, del cual diferenciaban cinco especies: cuauhcacáhuatl, mecacáhuatl, xochicacáhuatl, cuauhpatláchtli y tlacacáhuatl. De estas especies la que se empleaba más frecuentemente para hacer el chocolate era la tlalacacáhuatl, cuyo nombre significa “cacao de tierra”, las restantes servían como moneda de cambio.

    En referencia a la etimología de la palabra “cacao”, la Enciclopedia de México nos informa que se trata de una voz maya, cacau, que al ser empleada por los mexicas se adoptó a la fonética del náhuatl y se convirtió en cacáhuatl. … ( Tal vez por conducto del zoque cacahua) y a la mayoría de las lenguas europeas casi sin alteración. Parece que la radical cau, que se encuentra igualmente en las formas caoc, chauc y chac y que significa “rayo”, se emparenta con muchas palabras mayas relacionadas con el fuego, la fuerza, el color rojo y el calor. En cacau convergen los conceptos de fuerte, por su singular propiedad energética, bien conocida por los mayas y otro atributo que se expresa en la radical cac: el color rojo de su cáscara. Las siguientes lenguas mesoamericanas emplean formas afines a caco. Chol: cucuo;chorti: cacao; have: cacau; kekchí: cacao; lacandón: chau; kakchiquel: cacou; maya del Chilam Balam de Chumayel, del Códice Pérez y moderno de Yucatán: cacau; mopán: cucuh; pocomchí: quicou; popoluca de Sayula: cágua; quiché del Popol Vuh; caco o cacu; tzeltal: cacab, en el siglo pasado y actualmente (en Bachajón): cacau; tarasco: cahecua. 

    En cuanto a la palabra xocólatl, Sebastián Verti opina que era el nombre que los indios daban al cacao y que proviene de – atl, agua, y de xoco, onomatopeya del ruido producido por el agua en donde se hierve al cacao.

    Por su parte, Ramón Cruces Carvajal opina que xocólatl proviene del náhuatl xócoc, agrio, y atl, agua; lo que significaría “agua agria”, etimología que se sustenta en el hecho de que el cacao sin endulzar tiende a ser agrio.

    Don Artemio del Valle-Arizpe cita a Eufemio Mendoza quien afirma que el vocablo chocólatl, significa “agua que gime”, por el ruido que se produce al ser batido. De tal manera que la palabra vendría de choca, llorar y atl, agua; o bien de choca, llorar, de coloa, rodear o dar vueltas y de atl, agua; lo que significaría “agua que gime al dar vueltas el molinillo”. El historiador menciona también que don Jesús Sánchez deriva la palabra de pozólatl, bebida de maíz cocido acompañado de varios ingredientes, término que los españoles descompusieron en pozolate y luego chocolate.

    Sea cual fuere la etimología de la palabra, lo cierto es que los mexicas tenían en alta estima a esta deliciosa bebida cuyo fruto simboliza al corazón humano y cuya preparación representaba la sangre. Al corazón correspondían la vitalidad, el conocimiento, la afección, la memoria, el hábito, la voluntad, la acción, y la emoción. Así como la sangre tenía la importante función de fortalecer, dar vida y posibilidad de crecimiento.

    La tradición oral de los mexicas nos cuenta en una leyenda que Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, dio a los toltecas el maravillo cacao, junto con algunas otras plantas y raíces comestibles, como el maíz, el frijol, y la yuca. El propósito del dios consistía en tener a los hombres bien alimentados para que pudiesen dedicarse con tranquilidad a estudiar, convertirse en hombres sabios, en magníficos arquitectos, y en delicados artistas y artesanos. Quetzalcóatl se robó el árbol del cacao del paraíso donde vivían los dioses y plantó un pequeño arbusto de hojas rojizas en las tierras de Tula. Ya que hubo plantado el arbusto, se dirigió a ver al dios del agua Tláloc y le pidió que enviara lluvia para que la planta se alimentara y creciese bella y abundante. Poco después, se dirigió a la morada de Xochiquetzal, Flor de Plumaje Precioso, diosa de la belleza y del amor, y le pidió que diese a su árbol flores maravillosas. Con el tiempo, la planta dio frutos de cacao. Entonces, Quetzalcóatl les enseñó a los toltecas a tostar los granos que crecían dentro de una vaina, a molerlos, y a batirlos con agua para obtener la estupenda bebida que conocemos con el nombre de chocolate. Los toltecas, bien alimentados con la sabrosa y energética bebida, acrecentaron sus poderes y se convirtieron en hombres fuera de serie.

    Cuando llegó a conocimiento de los dioses lo maravillosos que eran los toltecas gracias al chocolate que Quetzalcóatl había tenido la desfachatez de robarles, montaron en cólera y la envidia los embargo sin piedad. Opinaban que la tal bebida sólo había sido destinada a los dioses, que nadie más podía gozar de su sabrosura y de sus cualidades. Así pues, rojos de ira, juraron vengarse de Quetzalcóatl y de los toltecas.

    Un mal día, uno de los dioses, Tezcatlipoca, el eterno enemigo de Quetzalcóatl, se transformó en mercader de pulque, se acercó a la Serpiente Emplumada y le ofreció una jícara con tlachihuitli, pulque, para que lo bebiera, asegurándole que esa bebida tenía el poder de quitar las penas y cualquier incómodo malestar. Quetzalcóatl tomó el brebaje y, como era de esperarse, se emborrachó. Al otro día, el dios despertó, y al darse cuenta de lo acontecido, se sintió avergonzado y humillado por la borrachera que se había puesto y por la venganza  y la envidia de los dioses. Maltrecho y deshonrado, decidió irse para siempre. Antes de partir vio que todos los árboles de cacao que con tanto cariño habían cuidados los toltecas, estaban secos y convertidos en huisaches. Sin embargo se percató que  en el suelo habían quedado algunas semillas intactas. Quetzalcóatl las recogió y se las guardó en su morral. Al llegar a Tabasco, las arrojó en tierra fértil, donde se reprodujeron generosamente, como podemos ver hasta estos días.

    Gracias a tal acción de la Serpiente Emplumada podemos disfrutar de la exquisita bebida que en todas partes se conoce como chocolate, y es un aporte de México a la coquinería de todo el mundo.

     

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