agua
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Imox
Es el espìritu de la lluvia, la esencia de nuestra conciencia, nuestra mente, la fertilidad de la madre tierra y del ser humano.
Observa la interconcexion de tus ideas, pues la fuerza mental mantiene la unidad. Cuida el agua y todos los seres que viven en ella.
Sin este maravilloso elemento agua no es posible la vida.
Caminas por senderos de sinceridad y de amor solidario ante el dolor del sufrimiento. Evita la exageraciòn, el ser variable utilizando con precauciòn tu temperamento.
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Imox
Son los poderes dormidos en el ser humano. Para desarrollarlos y descubrirlos se necesita un autoconocimiento. Es el espìritu de la lluvia, del mar, de los rìos, los lagos,del elemento agua.
Tu naturaleza es la sinceridad, eres productivo, creativo pero tambien soñador. Aprende a ser ordenado, para ser seguro de tì mismo, construye la paz en tu corazòn para crecer fuera del mundo de la violencia. Ten fè en tus actos y acciones buenas porque ellas generan confianza. Cuida el agua y consume su lìquido vital.
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Kej
Es el conocimiento del poder a travès de la existencia fìsica.
Armoniza tu dìa con pensamientos que produzcan acciones positivas.
Cuida del agua, del viento, del fuego y de nuestra madre origen: la sagrada tierra.
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Imox
Es la energìa que nos impulsa a ser mejores cada dìa, la energìa intuitiva.
Llena de fuerza tu espìritu, refrèscate con el agua del conocimiento.
Que cada uno de tus pasos sea para reconocer tu inspiraciòn personal y resolver los contratiempos que se nos presentan en el camino.
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Hilo de Vida
Hilos de plata, con aroma de luna,
estallido de hielo con esencia de agua,
pinos, arcilla, cielo azulado;
inolvidable olor a patria.
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Aroma
Hilos de plata, aroma de luna
estallido del hielo, esencia de agua
pino, arcilla, cielo azulado
inolvidable olor ………
identidad y origen.
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El amor
Te trajeron, con los ojos tristes, con los labios callados,
te tomè en mis brazos, acariciando el silencio
como lo acordaron nuestros padres.
Arrropè tus tristezas, te ofrecì mis cuidados y el desapego,
volviendo el brillo tibio de la vida en el espejo de tus ojos,
como una flor en primavera, enjambre del tiempo.
Amamos aquella chocita sin mas calor que de flores,
en la esquina de un cerro al lado de un rìo,
como el alma natural de los pueblos, tambien el barro y el agua;
porque ese es nuestro origen y en el nos fundimos para la tradicion duradera.
Morimos naciendo de nuevo, ahora en un mundo distinto, tan lejos o cerca ,
nutriendo el momento, el segundo de espera, con aire y nostalgia.
Perdura la esencia en la presencia de la salida del sol,
lila, fuego naranja, con energìa expansiva,
en tonos brillantes y en el firmamento buscando todo este cielo,
cerca de la luna, reflejo de vida, nuestra plenitud.
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Balance
Que el viento nos preste sus alas de ave,
con coraje de gardenia,
ascendiendo a lo sublime, rincòn de agua cristalina……
bebiendo, tranformando con su pureza lo imperfecto.
Diluyendo lo negativo del cerebro humano
acelerando un despertar fluido
en la era distinta, donde nace
la fuerza, la fè y el poder del fuego.
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LA NIÑA DE AGUA ZARCA Y EL SOMBRERON
FUENTE: Leyendas de Santa Ana Huista, Huehuetenango, Guatemala. Elder Exvedi Morales Mérida.
El amanecer cantaba dulcemente de alegría.
Tiritando de frío, caminaba de puntillas por las callejuelas silentes.
Los ranchitos parecían hongos negros y enanos.
En su mente, como jocoshes, los temores se amontonaban; y la densa melancolía que le arrancaba tristeza, corría por sus venas.
El recuerdo dormía cubierto con la chamarra de la eternidad. De pronto, de no sé de qué rincón, surgió…
El redoble de los cascos de un caballo azabache, llegaba a la aldea procedente del otro lado.* El ladrar de los perros se convirtió en llanto. El chaparro hombre, iba bien trajeado de negro, y luciendo un cincho de cuero de venado. Calzaba botas, desgastadas por los siglos; en las cuales, un par de espuelas de oro brillaban. Sobre su cabeza, un enorme sombrero de palma, que casi lo cubría por completo. Atravesó la calle principal y se detuvo bajo la monumental sombra de la añosa ceiba que se yergue en el centro. Apersogó su azabache. Tomó su minúscula guitarra, la afinó, y empezó a entonar su canción misteriosa, pero seductora:
Niña mía, de Agua Zarca,
te traigo mi dulce cantar,
para que nunca la parca
tu amor me pueda robar.
Niña mía, de embelesador mirar,
hoy te traigo serenata,
para que jamás, me dejes de amar,
y mi vida se grata.
El cántico, hilvanado con hilos de suspiros, entraba por la rendija de una puerta especial, y se alojaba en el corazón de la más bella aldeana. Desde esa noche, empezó a llegar a Agua Zarca a sembrar serenatas, mientras las estrellas acurrucadas en el cielo, lo miraban y escuchaban maravilladas. Alternando con la canción, se escuchaba un zapateado.
Cuando respiró el perfume de la aurora que se avecinaba, colgó su guitarra, desató su caballo, y se perdió por la vereda que como culebra se dirige al otro lado…
Los gallos, con sus quiquiriquíes, despertaron a la aldea.
-Váyase a la porra.
-En verdá se lo digo, era El Sombrerón que le trajo serenata a la ishtía esa…
-¿Será usté?
-¡Qué canción tan rechula! Pero para qué…
-¿Para qué?
-Que la canta el mismo cachudo.
-Ah, tiene razón.
-Pobre la güira.
-¿Por qué?
-Porque si no tiene cuidado, se va a colgar de él, y se la va a ganar.
-Es cierto.
-Rechula la ishta.
-Todos le llevan ganas.
-Su pelote tan largo.
-Si se lo cortara, tal vez ya ni la molestaría.
-¡Cómo va a creer!
-¿Qué cosa?
-Que se lo vuele.
El tiempo, como viento, se iba esfumando. Como humo de cigarro de manojo…
Y cada noche, a altas horas, el Sombrerón le llevaba serenata a la bella niña. Sus ojos negros, su cabello largo y oscuro, y su cuerpo de diosa, atraía poderosamente la atención de todos lo hombres. Incluido al cura…
Las serenatas perturbaban hondamente a Lupe, y cada vez más, un sentimiento misterioso se apoderaba de su espíritu.
-No lo conozco, pero lo quiero-, murmuró la tercera noche que lo escuchó cantar.
Algunas ancianas le comentaron que su pretendiente era El Sombrerón, pero no les creyó. No fue, si no hasta la última noche de noviembre que se atrevió a abrir la ventana, y el hombrecito pudo, al fin, entrar en la humilde casucha.
Las serenatas continuaban y los aldeanos se turnaban para velar al hombrecillo, pero en vano fueron los esfuerzos.
Lupe se acurrucaba tras la ventana a esperarlo desde el momento en que la noche iniciaba a invadir las callejuelas.
Cuando los padres de Lupe descubrieron que El Sombrerón la asediaba, se la llevaron inmediatamente a Comalapa, Chiapas, México.
La noche que el duende llegó en busca de su amante y no la encontró, se oyó un canto tan triste, que hasta los árboles se erizaron. Mientras tanto, en Comalapa, Lupe sufría por El Sombrerón y se negaba a tomar alimentos. A pesar de la distancia, el sutil canto y taconeo de su amado, resonaba en su memoria.
Empezó a morir, como agonizan las tardes de noviembre. La noche del 24 de diciembre de 1912, cuando la Revolución Mexicana estaba en efervescencia, la hallaron muerta. El cuerpo exánime fue entregado a los padres. Al día siguiente, el cadáver fue trasladado a la aldea. Cuando la noticia corrió como el viento, la gente, como zancudos, se apostaron a la casa de la difunta. Ese 25 se convirtió hasta entonces en la noche más triste. Cuando el reloj del tiempo marcó las doce de la noche, la gente vio atónita llegar al nefasto personaje. Dio un salto. Amarró su caballo. Tomó su guitarra y derramó su tristeza, cantando:
Niña de Agua Zarca, niña mía,
con tu tristísima partida
se va mi alegría,
y negra, se vuelve mi vida.
Muchos contaban que copiosas lágrimas brotaron de los ojos de Lupe. Aquel llanto desgarrador hizo que las estrellas se apagaran. La aldea completa estaba muy consternada.
Cuentan las voces eternas que colgó su guitarra, montó su caballo, y se perdió en la oscuridad de la noche, y que desde entonces, todos los días lo veían cerca de la tumba, cantando canciones tristísimas.
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Islas
El supremo formador, abriò su mano llena de luz
rodaron por sus sedosos dedos perlas nacaradas
cayendo musicalmente despacio del cielo al ocèano
Formando el paraìso con tambor sonoro:
Cielo, agua , sol y arena.